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viernes, 30 de julio de 2010

Hora Santa para NACER


-Entramos respetuosamente en el Oratorio. Estamos delante de la Presencia de Jesús, que está vivo en la Eucaristía, y desde la Eucaristía nos mira y nos escucha todo lo que pensamos. Nos arrodillamos, y nos persignamos: “Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos líbranos Señor Dios Nuestro, en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén”.

-Inicio: Canto de entrada: Te adoramos, Hostia divina.

-Oración de NACER: “Dios mío, Yo creo, espero, Te adoro y Te amo, Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni Te aman” (Tres veces).

-Oración para comenzar la adoración: “Querido Jesús Eucaristía, venimos a visitarte en tu Oratorio, para decirte que te queremos mucho. Venimos a decirTe que creemos en Ti, que Te amamos y que Te adoramos. No te vemos con los ojos del cuerpo, y tampoco Te escuchamos, pero sabemos por la fe que Tú estás vivo, resucitado y glorioso, en la Eucaristía. Queremos agradecerte por tu sacrificio en cruz, porque por tu cruz y tu resurrección, nos libraste del pecado y del infierno, y nos abriste las Puertas del cielo. Te agradecemos, Jesús, por Tu Gran Amor. Te damos gracias porque Tú eres un mar infinito de Amor eterno, y todo ese amor nos lo das en la cruz y en la Eucaristía”.

-Silencio de tres minutos. En este momento de oración en silencio, aprovechamos para hablarle a Jesús no con los labios, sino con el corazón. Le podemos decir que lo queremos mucho, y que queremos estar en el cielo con Él para siempre.

-Canto eucarístico. Alabado sea el Santísimo Sacramento del altar.

-Oración intermedia: “Querido Jesús Eucaristía, ¡qué hermoso es estar en Tu Presencia! Te pedimos que vengas a nuestros corazones, y que nos llenes de Tu Santo Amor. Tu Sagrado Corazón está lleno del fuego del Amor de Dios: nosotros venimos a pedirte que Tú hagas que nuestros corazones se llenen del fuego del Amor divino. Danos una chispa de Tu Amor, para que nosotros podamos amarte como Dios mismo Te ama”.

-Silencio de tres minutos. Rezamos con el corazón, en silencio. Le pedimos por nuestros seres queridos, y también por aquellos a los que no queremos tanto. Que todos conozcan y amen a Jesús Eucaristía.

-Oración de despedida: “Jesús de mi corazón, Tú eres la luz de los ángeles y de los santos. El mundo es muy oscuro si Tú no nos alumbras. No permitas, querido Jesús, que vivamos en la oscuridad. El mal es muy oscuro, y en la oscuridad habitan seres malos. Auxílianos, Jesús, ilúminanos con Tu luz, haz que siempre vivamos iluminados por Ti, que eres la Lámpara del cielo. Jesús, Te pedimos que nos ilumines con tu luz, ahora y en todo momento”.

-Oración de NACER: "Dios mío, yo creo, espero, Te adoro y Te amo, Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni Te adoran, ni Te aman" (tres veces).

-Oración final: “Querido Jesús Eucaristía. Nos vamos, y nos despedimos de Ti, pero aunque nos vayamos con el cuerpo, dejamos nuestros corazones a los pies de Tu altar, para que estén siempre delante de ti. Nuestro tesoro eres Tú y sólo Tú, y por eso dejamos nuestros corazones donde estás Tú, en la Eucaristía. Jesús, Dios mío, yo creo, espero, Te adoro y Te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni Te adoran, ni Te aman” (tres veces).

-Canto de despedida. Canción de los pastorcitos de Fátima.

El Escapulario de la Virgen del Carmen nos libra del infierno


Hace muchos años, en un pueblito de Portugal, llamado Fátima, la Virgen se les apareció a tres pastorcitos, Lucía, Jacinta y Francisco, que tenían diez, siete y nueve años, respectivamente. La Virgen se les apareció varias veces, y en una de esas apariciones, en la tercera aparición, les dijo así: “Es necesario rezar el rosario para que se termine la guerra. Con la oración a la Virgen se puede obtener la paz. Cuando sufran algo digan: ‘Oh Jesús, es por tu amor y por la conversión de los pecadores’”. En esa época, había una guerra muy grande en muchos países, y moría mucha gente, por eso la Virgen pedía que se rezara el Rosario, para que esa guerra se terminara.

En esta aparición, después de decirles esto, la Virgen abrió sus manos y les mostró el infierno. Una de las niñas, que luego fue monja carmelita, Sor Lucía, cuenta cómo fue la visión del infierno: “La Virgen abrió sus manos y un haz de luz penetró en la tierra y apareció un enorme horno lleno de fuego, y en él muchísimas personas semejantes a brasas encendidas, que levantadas hacia lo alto por las llamas volvían a caer gritando entre lamentos de dolor. Lucía dio un grito de susto. Los niños levantaron los ojos hacia la Virgen como pidiendo socorro y Ella les dijo: “¿Han visto el infierno donde van a caer tantos pecadores? Para salvarlos, el Señor quiere establecer en el mundo la devoción al Corazón Inmaculado de María. Si se reza y se hace penitencia, muchas almas se salvarán y vendrá la paz. Pero si no se reza y no se deja de pecar tanto, vendrá otra guerra peor que las anteriores, y el castigo del mundo por sus pecados será la guerra, la escasez de alimentos y la persecución a la Santa Iglesia y al Santo Padre. Vengo a pedir la Consagración del mundo al Corazón de María y la Comunión de los Primeros Sábados, en desagravio y reparación por tantos pecados. (…) Al fin mi Inmaculado Corazón triunfará”.

Después les dijo la Virgen: “Cuando recen el Rosario, después de cada misterio digan: “Oh Jesús, perdónanos nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno y lleva al cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu misericordia””.

La Virgen les mostró el infierno a los pastorcitos, y les dijo que había que rezar mucho y también hacer penitencia, para que las almas no vayan al infierno. También les dijo que debíamos tener una gran devoción a su Corazón Inmaculado, por eso siempre tenemos que pedirle a la Virgen que nos lleve a todos dentro de su Corazón.

En esta tercera aparición, la Virgen les mostró a los pastorcitos la existencia del infierno, un lugar en donde se sufre mucho, para siempre, lleno de fuego, y de demonios con formas de animales muy feos. Al infierno van todos los que se portan mal, los que no quieren a Dios, y los que no quieren rezar.

¿Qué hacer para no ir al infierno? Además de rezar, sobre todo el Rosario, y además de portarnos bien y de hacer buenas obras, tenemos una ayuda poderosa de la Virgen: el Rosario y el Escapulario. María le dijo a un sacerdote dominico, el beato Alan de la Roche: “Yo vendré y salvaré al mundo a través de Mi Rosario y Mi Escapulario”.

Junto con el Rosario, el Escapulario es lo que nos salva del infierno, y al escapulario lo conocemos por otra aparición de la Virgen, en el año 1251, a San Simón Stock. Ella le dijo: "No teman más, te entrego una vestidura especial, el escapulario; todo el que muera llevando esta vestidura no irá al Infierno".

“Todo el que muera llevando esta vestidura no irá al infierno”. Hermosas palabras de la Virgen, que nos consuelan y nos hacen ver que no vamos a ir al infierno si es que usamos su escapulario. El escapulario es una tela marrón, y quiere decir, cuando lo usamos, que estamos protegidos por el manto de la Virgen del Carmen, que también es de color marrón.

Usemos siempre el escapulario de la Virgen del Carmen, recemos mucho, y portémonos bien, y así, no sólo nunca vamos a ir al infierno, sino que vamos a ir al cielo, a gozar de la compañía de Jesús y de María.


[1] Aparición del 13 de julio de 1917.

domingo, 11 de julio de 2010

Escribiendo una carta para Jesús


Supongamos que decidiéramos escribirle una carta a Jesús, ¿qué le diríamos? ¿Y qué le diríamos si le escribiéramos al Espíritu Santo? ¿Y a Dios Padre? ¿Qué se nos ocurriría decirles?
Veamos qué es lo que una niña de siete años, Antonieta Meo, le escribe a las Personas de la Santísima Trinidad, al Padre, al Hijo, y al Espíritu Santo.
Al Espíritu Santo le escribe así: “¡Querido Espíritu Santo! Tú que eres el amor del Padre y del Hijito, ilumina mi corazón y bendíceme. Querido Espíritu Santo (…) ¡Te quiero mucho![1]”. En otra carta le dice así: “Querido Espíritu Santo, Tú que eres el espíritu de amor, inflama mi corazón de amor por Jesús. Querido Espíritu Santo, te quiero mucho”[2]. En otra carta escribe así: “Querido Espíritu Santo (…) dame tus Siete dones e ilumíname y lléname de Tu gracia y santifícame… (…) Tú que eres el amor que une al Padre y al Hijo úneme también a mí a la Santísima Trinidad. Querido Espíritu Santo, dile a Jesús que lo amo mucho, y dile a Dios Padre que lo alabo y lo bendigo”[3].
¿Y qué le escribe a Jesús? Como sabemos, a Antonieta tuvieron que amputarle una pierna, porque tenía un cáncer –finalmente, murió a causa del cáncer-, y al año siguiente de la amputación de la pierna, el día que se cumplía un año de ese hecho, Antonieta escribe así a Jesús: “Querido Jesús Eucaristía. Hoy, querido Jesús, te ofrezco el sacrificio de mi pierna (se acuerda de Jesús en la cruz y le ofrece a Jesús crucificado su pierna). Querido Jesús, antes que nada, Te agradezco porque me has dado los medios para que algún día yo pueda estar cerca de ti en el Paraíso. Te agradezco porque nos has dado la fuerza para soportar con paciencia nuestra cruz. Te agradezco porque en este año hice la Primera Comunión y Tú has venido a habitar en mi corazón. ¡Qué fiesta fue para mí ese día (de la Primera Comunión)! Fue el día más hermoso de mi vida. Querido Jesús, quiero ser siempre Tu lámpara (como la lámpara del Sagrario, que está siempre encendida, ella quiere estar encendida en el amor a Jesús Eucaristía) y Tu flor –como las flores que adornan el Sagrario-, y quiero adorarte siempre. (luego recuerda los días de dolor del año que pasó, cuando le cortaron la pierna) ¡Qué días dolorosos eran los del año pasado, pero lo he soportado por amor a Ti querido Jesús! Y porque salvaste muchas almas y quiero que todavía salves muchas más. (…) Querido Jesús, beso tus llagas, Tu Antonieta”.¿Y a Dios Padre? Le escribe así: “Querido Dios Padre: Te quiero mucho mucho y espero que pronto venga Navidad, así podré recibir a Tu Hijito Jesús en mi corazón. Querido Dios Padre, Te quiero mucho pero mucho y ya sé que te lo dije, pero quiero decírtelo una vez más. Querido Dios Padre, ayuda a mis padres, a mi hermanita, a mi abuela, a mis tías y a Catalina y a todos. Querido Dios Padre, qué hermoso es este nombre, lo repetiré siempre pero siempre, porque me gusta mucho. Querido Dios Padre, dile a Jesús que lo quiero mucho y dile también que estoy muy contenta que Él venga a mi corazón y dile también que quiero recibir muchas gracias de Él. Querido Dios Padre, ¡qué hermoso nombre, el nombre de Padre! Padre de todo el mundo, Padre de infinita bondad. Querido Dios Padre, dile a la Virgencita que la quiere mucho también a Ella. Besos y saludos de tu querida hija Antonieta”[4].
¿Qué le escribiríamos nosotros a Jesús Eucaristía, a Dios Padre, al Espíritu Santo, a la Virgen?
[1] Carta del 29 de enero de 1937, en Luigi Borriello, Con occhi semplici. Antonieta Meo. Nennolina, Libreria Editrice Vaticana, Roma 2001, 37.
[2] ibidem, Carta del 24 de febrero de 1937.
[3] ibidem, Carta del 26 de abril de 1937.
[4] ibidem, Carta de diciembre de 1936 (día desconocido).