Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

miércoles, 29 de mayo de 2013

Apariciones de la Virgen en Fátima explicadas para Niños (V) - Segunda Aparición de la Virgen

La Segunda Aparición de la Virgen ocurrió el 13 de junio de 1917, y al igual que había sucedido en la Primera, los pastorcitos notaron nuevamente un resplandor, al que llamaban relámpago, pero que no era propiamente tal, sino el reflejo de una luz que se aproximaba. Como la Virgen les había anticipado que se les aparecería en ese día y en ese lugar, había un grupo de personas, alrededor de cincuenta, que se encontraban con los niños. Los espectadores notaron que mientras los pastorcitos dialogaban con la Virgen, la luz del sol se obscureció. Otros dijeron que la copa de la encina, cubierta de brotes, pareció curvarse como bajo un peso, un poco antes de que Lucía hablara. Durante el diálogo de Nuestra Señora con los videntes, algunos oyeron un susurro como si fuese el zumbido de una abeja.
El diálogo entre la Virgen y Lucía fue así:
-Lucía: “¿Vuestra Merced qué quiere de mí?”
NUESTRA SEÑORA: “Quiero que vengáis aquí el día 13 del mes que viene, que recéis el rosario todos los días y que aprendáis a leer. Después diré lo que quiero”.
Lucía pidió la curación de una persona enferma.
NUESTRA SEÑORA: “Si se convierte, se curará durante el año”.
Lucía: “Quería pedirle que nos llevara al cielo”.
NUESTRA SEÑORA: “Sí, a Jacinta y a Francisco los llevaré en breve. Pero tú te quedarás aquí algún tiempo más. Jesús quiere servirse de ti para hacerme conocer y amar. Él quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón. A quien la abrace le prometo la salvación; y serán amadas de Dios estas almas como flores puestas por mí para adornar su trono”.
Lucía: “¿Y me quedo aquí sola?”
NUESTRA SEÑORA: “No, hija. ¿Y tú sufres mucho? No te desanimes. Yo nunca te dejaré. Mi Corazón Inmaculado será tu refugio y el camino que te conducirá hasta Dios”. Al decir estas últimas palabras -cuenta la Hna. Lucía- abrió las manos y nos comunicó, por segunda vez, el reflejo de aquella luz tan intensa. En ella nos veíamos como sumergidos en Dios. Francisco y Jacinta parecían estar en la parte que se elevaba hacia el cielo y yo en la que se esparcía por la tierra. Delante de la mano derecha de Nuestra Señora había un corazón rodeado de espinas que parecía se le clavaban por todas partes. Comprendimos que era el Inmaculado Corazón de María, ultrajado por los pecados de los hombres y que pedía reparación.
Cuando se desvaneció esta visión, la Señora, envuelta todavía en la luz que de Ella irradiaba, se elevó del arbusto sin esfuerzo, suavemente, en dirección al este, hasta desaparecer del todo. Algunas personas más próximas notaron que los brotes de la copa de la encina estaban inclinados en la misma dirección, como si los vestidos de Nuestra Señora los hubiesen arrastrado. Sólo algunas horas más tarde volvieron a su posición natural”[1].

        


Enseñanzas espirituales de la Segunda Aparición de la Virgen
         -Al mismo tiempo que se aparece la Virgen, precedida por un resplandor, la luz del sol se oscurece. La Virgen aparece envuelta en una luz más brillante que el sol, porque es la “Mujer revestida de Sol”, de la que habla el Apocalipsis; Ella, por ser la Purísima Inmaculada, es la Llena de gracia y en Ella inhabita la Santísima Trinidad, y como Dios es luz, una luz más brillante que miles de millones de soles juntos, comparada con esta luz, la luz del astro sol es como una sombra. La Virgen, que es Inmaculada, es decir, no tiene la más pequeñísima sombra de pecado o de malicia, transparenta en sí misma la luz de Dios, a Dios, que es luz, y por eso cuando Ella se aparece, la luz del astro sol palidece. Esto es lo que significa que los testigos hayan declarado que “la luz del sol se había obscurecido”. Otro detalle que declararon los testigos fue que los brotes de la copa de la encina, donde se posó la Virgen, parecían doblados bajo un peso, y que cuando la Virgen se retiró, esos brotes se movieron como si hubieran sido arrastrados por el vestido de la Virgen. Esto es para indicar la realidad del cuerpo humano glorificado en la otra vida: sigue siendo el mismo cuerpo humano que poseemos aquí, pero glorificado –para los que van al cielo-. Que hayan escuchado como el zumbido de una abeja, significa que los diálogos del cielo los escuchan y entienden sólo aquellos que el cielo quiere que escuchen y entiendan.
         -Lucía, respetuosamente, le pregunta a la Virgen qué es lo que desea la Virgen que haga ella, y eso es lo que todos debemos preguntarle a la Virgen -aunque no se nos aparezca visiblemente- todos los días de nuestra vida, al levantarnos, durante el día, al acostarnos: “Virgen María, Madre mía, ¿qué es lo que quieres que haga? ¿Qué quieres de mí?”. No hay nada más gozoso que obedecer a las órdenes de la Virgen, porque son las órdenes del mismo Dios en Persona, que es Amor y solo Amor.
         -La Virgen le responde que quiere que regrese el mes siguiente, al mismo día, y que “recen el Rosario todos los días”. A nosotros nos pide que regresemos a su presencia, es decir, que la tengamos presente, no recién el mes que viene, sino todos los días, y esto por medio del rezo del Santo Rosario. Rezar el Rosario es ponernos en presencia de la Virgen, que escucha cada Avemaría que pronunciamos, recibiendo a cada Avemaría recitado con amor en su Corazón Inmaculado como lo que es, una rosa espiritual. A la Virgen, como a toda madre, le gustan las flores y especialmente las rosas; rezar el Rosario es entregarle rosas espirituales, una por cada Avemaría. La Virgen quiere que le regalemos un rosal de rosas espirituales cada día, y para eso nos pide que recemos el Rosario.
         -Lucía le pide la curación de una “persona enferma”, y la Virgen le dice que “si se convierte”, se curará en ese año. Aunque no siempre es así, en este caso, la curación del cuerpo enfermo depende de la conversión del alma. Convertirse es volver el rostro del alma a Dios, que es Sol de justicia, que con sus rayos ilumina y con su luz da de su Vida, de su Amor, de su paz y de su alegría. Pero Dios no puede iluminar y comunicarse a quien no lo quiere, por eso es necesaria la conversión, es decir, el volver el rostro del alma a Dios. La conversión es como el movimiento que hace el girasol, que de noche está cerrado y de espaldas al sol, inclinado hacia la tierra, pero cuando amanece y sale el sol, el girasol abre su corola, se vuelve hacia el sol y lo sigue en su recorrido por el firmamento; de igual manera, un alma no convertida, vive en la obscuridad del pecado, y su rostro está inclinado a las cosas bajas, a las cosas de la tierra; la conversión es cuando la Virgen intercede para que la luz de la gracia amanezca en su corazón y así se vuelva capaz de elevarse por encima de las cosas de la tierra, abriendo los ojos del alma a Jesús, Sol de justicia, y contemplándolo con Amor e imitando su vida. Esto es lo que la Virgen pide, la conversión del alma, para que después se cure el cuerpo, porque de nada sirve un cuerpo sano si el alma está enferma, con el cáncer incurable del pecado mortal.
         -Lucía le pide que “los lleve al cielo”.
         -La Virgen le dice que sí, pero primero los llevará a Jacinta y a Francisco, y a Lucía la dejará un tiempo más, para que la haga conocer y amar y para que  dé a conocer la mundo la devoción a su Inmaculado Corazón. Al que sea devoto de su Inmaculado Corazón, Ella le promete la salvación, y le dice que esas almas serán amadas de Dios como flores puestas por Ella para adornar su trono. El motivo es que el Corazón de la Virgen es como un Jardín hermosísimo, siempre florecido; son las virtudes de Ella y de Jesús, que despiden perfumes y fragancias exquisitos, desconocidos para el hombre. El que se consagra a la Virgen y se esfuerza por imitar sus virtudes y por vivir en gracia, no solo nunca es alcanzado por la pestilencia del pecado, sino que convierte su corazón en una imitación del corazón de la Virgen. Un corazón en pecado es como un desierto árido, lleno de alimañas, de víboras venenosas, de alimañas, escorpiones, arañas, roedores; un corazón que no ama a la Virgen es como un bosque oscuro, frío, tenebroso, habitado por extrañas y horribles creaturas monstruosas. En un corazón así, no entra la luz de la gracia, y es ocupado por los siniestros ángeles caídos. Por el contrario, el que se consagra a la Virgen, adorna su corazón con la luz y la gracia de Dios, y hacen de él un lugar tan agradable, que hasta el mismo Dios quiere venir a habitar en él.
         -La Virgen le dice que su Corazón Inmaculado será dos cosas: “refugio” y “camino que conduce a Dios”. “Refugio”, porque el mundo está bajo el maligno, como dice San Juan, y por eso hay tanta violencia, tanto engaño, tanta mentira. El mal asola el mundo, y los demonios acechan para hacer caer en sus perversas trampas, a cada momento. El mundo bajo el maligno es como un tornado gigantesco que devasta y destruye todo a su paso; el único refugio seguro es el Corazón Inmaculado de María. Es también el único “camino que conduce a Dios”, porque la Virgen enseña a negarnos a nosotros mismos, en nuestros enojos, impaciencias, perezas, y en todas las cosas malas; la Virgen nos enseña a cargar la Cruz de todos los días, siembra en nuestro corazón el deseo de seguir a Jesús, y nos guía para que vayamos detrás de su Hijo, por el camino del Calvario, que es el único camino que nos conduce a Dios. El mundo, por el contrario, nos muestra un camino fácil, en donde sólo hay que satisfacer nuestros caprichos y ser egoístas, no hace falta cargar la Cruz, y hay que caminar por un camino en bajada, que conduce lejos de Dios, fácil de andar, pero que termina en un abismo oscuro, en donde habita el ángel de la oscuridad. Por eso, el único camino que conduce a Dios, es el Inmaculado Corazón de María.
         -La Virgen les muestra la luz de Dios, que los sumerge en Dios, y como Francisco y Jacinta iban a partir pronto hacia el cielo, están más arriba, mientras que Lucía, que permanecería más tiempo, se encuentra más abajo. En la mano de la Virgen está su Corazón Inmaculado, rodeado de espinas “que se clavaban por todas partes”: son los pecados de los hombres, sus cosas malas que salen de sus corazones –mentiras, desobediencias, engaños, violencias, desprecios a la Eucaristía, entre otras muchas cosas más- y que ofenden al Corazón de María, que necesita por lo tanto reparación de parte nuestra.
        




[1] Cfr. “Memorias II”, págs. 48 y 49; “Memorias IV”, págs. 134 y 135; De Marchi, págs. 96 a 98; Walsh, págs. 94 y 95; Ayres da Fonseca, págs. 34 a 36; Galamba de Oliveira, pág. 7.

viernes, 24 de mayo de 2013

El Evangelio para Niños - Santísima Trinidad



         Hoy en esta fiesta la Iglesia se acuerda de todo lo que Jesús nos enseñó sobre Dios. Jesús nos dijo que Dios es Uno solo, pero en Él hay Tres Personas: Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo. Es lo que se llama “el misterio de la Santísima Trinidad”. Hasta que vino Jesús, nadie lo sabía, porque nadie sabía cómo era Dios por dentro y Jesús lo sabía porque Él es el Hijo de Dios, que conoce a su Papá desde hace mucho pero mucho tiempo, en la eternidad, y lo ama con el mismo amor con el que lo ama su Papá, el Espíritu Santo.
         Jesús nos enseñó la única verdad sobre Dios: es Uno en naturaleza y Trino en Personas, y quiere que todos nos salvemos y que vayamos al cielo para siempre. Dios quiere tanto pero tanto que nos salvemos, que las Tres Divinas Personas se pusieron a trabajar para rescatarnos: Dios Padre pensó la mejor manera para salvarnos, y era mandando a su Hijo Jesús aquí a la tierra, para que muriera en Cruz, nos perdonara los pecados y, cuando su Corazón fuera traspasado por la lanza del soldado romano, nos regalara a Dios Espíritu Santo, que venía con la Sangre de su Corazón. Por eso el que bebe en gracia la Sangre del Corazón de Jesús, que es el Vino de la Misa, se salva, porque lo que nos salva es el Amor de Dios.
         Muchos no saben cómo es Dios, porque no estudiaron el Catecismo, pero también muchos que estudiaron el Catecismo, después se olvidaron, y empezaron a creer en un “dios” que no es el Dios de la Iglesia Católica. Muchos creen que Dios es como una corriente eléctrica que anda por las estrellas; otros, que es un dios que está en un planeta lejano y que no sabe nada de los hombres; otros, creen que dios es como cuando alguien tira un “spray” en aerosol. Nadie sabe la Verdad sobre Dios, solo la Iglesia Católica, y es la Verdad más linda, porque nos muestra que las Tres Personas que hay en Dios Uno, nos aman con locura: Dios Padre nos ama tanto, que envió a su Hijo a que muriera en la Cruz para salvarnos; Dios Hijo nos ama tanto, que murió en la Cruz y resucitó para salvarnos, y para acompañarnos hasta que lleguemos al cielo, se queda en la Eucaristía; Dios Espíritu Santo nos ama tanto, que aceptó derramarse sobre nosotros junto con la Sangre que sale del Corazón de Jesús traspasado por la lanza del soldado romano.
¡Qué hermoso es creer en Dios Uno y Trino, en la Santísima Trinidad!
Es muy hermoso porque al que cree en Dios Uno y Trino, Jesús le ayuda a llevar la Cruz para que suba al Monte Calvario, para que ahí, en el Monte Calvario, que es la Puerta abierta al cielo, sea recibido por Tres Personas, que lo llevarán al cielo y lo harán feliz por toda la eternidad: Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo.

miércoles, 22 de mayo de 2013

Apariciones de la Virgen en Fátima explicadas para Niños (IV) - Primera Aparición de la Virgen


         
         Primera Aparición de la Virgen en Fátima (1917)

Luego de las apariciones del Ángel, transcurrieron casi 8 meses hasta que se produjo la primera aparición de la Virgen. Hasta ese entonces, Lucía, Francisco y Jacinta pusieron por obra todo lo que el Ángel les había enseñado, rezando el Rosario todos los días y ofreciendo sacrificios al Señor. Cuando la Virgen se les apareció, Lucía había cumplido 10 años, Francisco cumplía nueve en Junio y Jacinta acababa de cumplir siete en marzo. El día de la Primera Aparición de la Virgen, el 13 de mayo de 1917, los pastorcitos decidieron de llevar sus ovejas a unas colinas que pertenecían al padre de Lucía conocidas como Cova da Iria, o Ensenada de Irene. Fue ahí, solo con una excepción, donde la Santísima Virgen bajo el nombre de Nuestra Señora del Rosario se les apareció en seis ocasiones en 1917, y una novena vez en 1920 (sólo a Lucía).
Para entender mejor lo que la Virgen nos dice desde el cielo, hay que recordar que en estos momentos (año 1917) se lleva a cabo la Primera Guerra Mundial, cuya crueldad hace estragos en Europa y en muchas otras naciones del mundo; además, en Moscú, un hombre llamado Lenín, que pensaba que Dios no existía y que el hombre podía vivir sin Dios, estaba preparando una revolución, la revolución comunista, que terminaría gobernando Rusia por la violencia de las armas, para después exportar a otros países su extraña creencia: no hay Dios y los hombres, para ser felices, tienen que luchar entre sí con las armas.
Fue en estos momentos de caos y violencia en los que se apareció la Virgen en Fátima.
Aparición del 13 de mayo de 1917
El día 13 de mayo, la fiesta de Nuestra Señora del Santísimo Sacramento, los tres niños pasaron Fátima donde se encontraban la parroquia y el cementerio, llevando a su rebaño fuera de Aljustrel, y caminaron más o menos un kilómetro hacia el norte a las pendientes de Cova. Aquí dejaron que sus ovejas pastorearan mientras ellos jugaban en la pradera que llevaba uno que otro árbol de roble. Después de haber tomado su almuerzo alrededor del mediodía decidieron rezar el Rosario, aunque de una manera un poco truncada, diciendo sólo las primeras palabras de cada oración. Al instante, ellos fueron sobresaltados por lo que después describieron como un “rayo en medio de un cielo azul”. En ese momento, pensaron que se acercaba una tormenta, por lo que se preguntaban si debían regresar a sus casas con las ovejas. Mientras estaban preparándose para hacerlo, fueron nuevamente sorprendidos por una luz extraña.
Así lo cuenta Sor Lucía: “Comenzamos a ir cuesta abajo llevando a las ovejas hacia el camino. Cuando estábamos en la mitad de la cuesta, cerca de un árbol de roble (el gran árbol que hoy en día está rodeado de una reja de hierro), vimos otro rayo, y después de dar unos cuantos pasos más vimos en un árbol de roble (uno más pequeño más abajo en la colina) a una señora vestida de blanco, que brillaba más fuerte que el sol, irradiando unos rayos de luz clara e intensa, como una copa de cristal llena de pura agua cuando el sol radiante pasa por ella. Nos detuvimos asombrados por la aparición. Estábamos tan cerca que quedamos en la luz que la rodeaba, o que ella irradiaba, casi a un metro y medio.
“Por favor no teman, no les voy a hacer daño”, les dijo la Virgen con dulzura.
Lucía respondió por parte de los tres, como lo hizo durante todas las apariciones.
“¿De dónde eres?”.
“Yo vengo del cielo”.
La Señora vestía con un manto puramente blanco, con un borde de oro que caía hasta sus pies. En sus manos llevaba las cuentas del rosario que parecían estrellas, con un crucifijo que era la gema más radiante de todas. Quieta, Lucía no tenía miedo. La presencia de la Señora le producía solo felicidad y un gozo confiado.
“¿Que quieres de mí?”. Preguntó Lucía.
“Quiero que regreses aquí los días trece de cada mes por los próximos seis meses a la misma hora. Luego te diré quién soy, y qué es lo que más deseo. Volveré aquí una séptima vez”.
“¿Y yo iré al cielo?”
“Sí, tu irás al cielo”.
“¿Y Jacinta?”.
“Ella también irá”.
“¿Y Francisco?”.
“El también, amor mío, pero primero debe decir muchos Rosarios”.
La Señora miró a Francisco con compasión por unos minutos, matizado con una pequeña tristeza. Lucía después se recordó de algunos amigos que habían fallecido.
“¿Y María Neves está en el cielo?”.
“Sí, ella está en el cielo”.
“¿Y Amelia?”.
“Ella está en el purgatorio”.
“¿Se ofrecerán a Dios y tomarán todos los sufrimientos que Él les envíe en reparación por todos los pecados que Le ofenden y por la conversión de los pecadores?”.
“Sí, Señora, lo haremos”.
“Tendrán que sufrir mucho, pero la gracia de Dios estará con ustedes y los fortalecerá”.
Lucía relata que mientras la Señora pronunciaba estas palabras, abría sus manos, y de ellas emanaba una hermosa luz, y esa luz no solo tenía vida, sino que era el mismo Dios. Dice así: “Fuimos bañados por una luz celestial que parecía venir directamente de sus manos. La realidad de esta luz penetró nuestros corazones y nuestras almas, y sabíamos que de alguna forma esta luz era Dios, y podíamos vernos abrazados por ella. Por un impulso interior de gracias caímos de rodillas, repitiendo en nuestros corazones: “Oh Santísima Trinidad, te adoramos. Mi Dios, mi Dios, te amo en el Santísimo Sacramento”.
Los niños permanecían de rodillas en el torrente de esta luz maravillosa, hasta que la Señora habló de nuevo, mencionando la guerra en Europa, de la que tenían poca o ninguna noción.
“Recen el Rosario todos los días, para traer la paz al mundo y el final de la guerra”.
Después de esto Ella se comenzó a elevar lentamente hacia el este, hasta que desapareció en la inmensa distancia. La luz que la rodeaba parecía que se adentraba entre las estrellas, es por eso que a veces decíamos que vimos a los cielos abrirse.
Los días siguientes fueron para los niños días llenos de entusiasmo, en el recuerdo de la aparición de la Virgen. Sin embargo, Lucía había prevenido a los otros de mantener a su visita en secreto, sabiendo las dificultades que experimentarían si se conocían las apariciones. Sin embargo, Jacinta estaba tan contenta, que se olvidó de su promesa de mantener el secreto y se lo reveló todo a su madre, quien la escuchó pacientemente pero no le creyó demasiado. Sus hermanos y hermanas se burlaban, haciendo preguntas y bromas. Solo su padre, “Ti” Marto aceptó desde un principio la historia como verdadera. El creía en la honestidad de sus hijos, y tenía una fe simple y sencilla, como la de un niño, acerca de las obras de las obras de Dios, de manera que él se convirtió en el primer creyente de las apariciones de Fátima.
Muy distinta fue la reacción de María Rosa, la madre de Lucía: cuando escuchó lo que había ocurrido, creyó que su propia hija era la instigadora de un fraude, si no algo peor, una blasfemia. Lucía comprendió entonces lo que la Señora quería decir cuando dijo que ellos “sufrirían mucho”. A pesar de que lo intentó, incluso con amenazas, María Rosa no pudo hacer que Lucía se retractara. Finalmente la llevó a comparecer ante el párroco, el padre Ferreira, pero tampoco tuvo éxito. Por otro lado, el padre de Lucía, quien no era muy religioso, estaba prácticamente indiferente, atribuyendo todo a los caprichos de mujeres. Las próximas semanas, mientras los niños esperaban su próxima visita de la Señora en Junio, les revelaron que tenían pocos creyentes, y muchos en contra en Aljustrel y Fátima.
         Enseñanzas espirituales de la Primera Aparición de la Virgen en Fátima
         -La Virgen se les aparece “vestida de blanco”, envuelta en una luz que “brillaba más fuerte que el sol” e “irradiaba unos rayos de luz clara e intensa, como una copa de cristal llena de agua pura cuando el sol radiante pasa por ella”. En el Apocalipsis se describe a la Virgen también como “una mujer vestida de sol”: “Apareció en el cielo una gran señal: una mujer vestida de sol, con la luna bajo sus pies…”. El sol representa a Dios y a su gloria; como la Virgen es la Llena de Gracia, en Ella habita ese Sol celestial que es Dios, y como Ella es la Inmaculada, es decir, La sin mancha de pecado original, Dios y su gracia se transparentan a través de Ella. Cuando un alma está en pecado, sea mortal o venial, como el pecado es una mancha oscura que envuelve al alma y la afea, envolviéndola como si fuera una densa nube negra, no deja transparentar a Dios y Dios no puede reflejarse en ella. En cambio la Virgen, como es Inmaculada y Llena de Gracia, deja transparentar la luz de Dios o más bien, a Dios que es Luz. Pero la luz que es Dios, no es como la luz del sol, o como la luz de las velas, o como la luz eléctrica, que no tienen vida: Dios es Luz, pero una luz viva, y una vida que es Amor, alegría y paz. Por eso, cuando Dios ilumina, el alma se siente inundada por el Amor, la paz y la alegría de Dios, además de experimentar una nueva vida, como les pasó a los pastorcitos. Esto se ve en lo que  experimentan los pastorcitos: no solo no tienen miedo cuando se les aparece la Virgen, quien les permite acercarse a tan sólo un metro y medio sino que, por el contrario, experimentan “confianza” y “felicidad”. Cuando los pastorcitos se acercan, lo hacen a “un metro y medio” de la Virgen, es decir, lo hacen a tan corta distancia, que “quedan envueltos” en esa luz, lo cual quiere decir que se encuentran ante la Presencia misma de Dios.
         -La Virgen les dice que Ella es “del cielo” lo cual, sumado al pedido del rezo del Rosario, da a entender, aunque todavía no lo diga, que el Rosario es una oración que viene del cielo, que es enseñada por el cielo, y que lleva al cielo. Este es el motivo por el cual la Virgen promete que el que rece el Rosario, se salvará. Cuando Lucía le pregunta si ella y sus primos se salvarán, la Virgen le dice que sí, pero que Francisco debe rezar primero “muchos Rosarios”, lo cual confirma que el Rosario es la escalera para ir al cielo.
         -En esta Aparición, la Virgen le comunica a Lucía que una de sus amigas, que ha fallecido a corta edad, está en el cielo, mientras que otra, que ha fallecido ya más grande, está en el Purgatorio. Nos confirma las verdades de la Iglesia y del Catecismo: el que muere sin purgar sus penas, es decir, con escaso amor a Dios en el corazón, debe ir al Purgatorio, en donde sus llamas le quemarán todo amor impuro, hasta el momento en que, purificado en el Amor, pueda estar en Presencia de Dios en el cielo.
         -La Virgen les pregunta, como antes hiciera el Ángel, si “aceptaban los sufrimientos que Dios les iba a mandar” para reparar las ofensas hechas a Él y para pedir por la conversión de los pecadores, y Lucía, en nombre de los tres, le contesta que sí. La Virgen les dice que “la gracia de Dios los acompañará  los fortalecerá”, y esto es así, porque no Dios no da nunca una prueba más grande que la que podemos sobrellevar, y cuando permite una prueba, da la gracia más que suficiente para que la podamos superar según su Voluntad.
         -Lucía relata que mientras la Virgen les hablaba sobre las pruebas, fueron envueltos por una “luz celestial que salía de las manos de la Virgen”, y que esa luz no solo tenía vida, sino que “era el mismo Dios”. En ese momento, sus inteligencias se iluminan acerca del misterio de Dios Uno y Trino, mientras que sus corazones se encienden en el Amor de Dios y en la Presencia Eucarística de Jesús y así son llevados, por un impulso interior de amor y adoración, a postrarse y repetir la siguiente oración: “Oh Santísima Trinidad, te adoramos. Mi Dios, mi Dios, te amo en el Santísimo Sacramento”. “Mi Dios, mi Dios, te amo en el Santísimo Sacramento”. La Eucaristía es Dios en Persona, y por eso debemos adorarla en todo momento, y mucho más cuando estemos delante del sagrario, o antes de comulgar. La comunión de rodillas es una expresión exterior, corporal, de adoración, que acompaña a la adoración y al amor interior expresados primero en el corazón.
         -La Virgen les pide el rezo del Rosario, como medio para traer la paz al mundo y el fin de la guerra”, y esto es así porque rezar el Rosario no es nunca repetir palabras al vacío, sino elevar el corazón y la mente a Dios, por medio de la Virgen, y Ella, que se llama Omnipotencia Suplicante, pide por nosotros a Dios. Como a la Virgen Dios no le niega nada, lo que nosotros pedimos en el Rosario, lo conseguimos. Eso explica que una simple oración como la del Rosario tenga más fuerza que miles de bombas atómicas en el mundo. Si las bombas atómicas tienen fuerza para destruir a las personas y al mundo, el Rosario tiene la fuerza del Amor de Dios, que hace estallar a los corazones en el Amor divino, y como dice la Biblia, “el Amor es más fuerte que la muerte”, el Amor del Rosario vence a la muerte de la guerra, y así es que por el Rosario, se vence a la guerra.
-Se empiezan a cumplir las promesas del Ángel y de la Virgen, de que “Dios les iba a mandar tribulaciones”, a las cuales ellos debían aceptar con paciencia. ¿El motivo? ¡La conversión de los pecadores! Cuando aceptamos una tribulación en nombre de Jesús y por medio de la Virgen la unimos a Jesús atribulado en la Cruz, esas tribulaciones, que son preocupaciones y angustias, Dios las cambia en bendiciones y gracias, porque debido a estas tribulaciones aceptadas y ofrecidas, con amor y paciencia, muchas almas, en muchos lugares del mundo, son iluminadas por la luz del Espíritu Santo y se convierten, es decir, comienzan a conocer y a amar a Jesús, como pasó en Pentecostés, y así dejan de caminar hacia el abismo de la eterna perdición, para comenzar a dirigir sus pasos hacia el Calvario, que es la Antesala del cielo.

viernes, 17 de mayo de 2013

El Evangelio para Niños - Pentecostés



(Ciclo C - 2013)
         Jesús sopla sobre sus amigos y sobre su Mamá, que estaban rezando, el Espíritu Santo, que se les aparece como lenguas de fuego. Esto es lo que en la Iglesia se llama “Pentecostés”. Pentecostés quiere decir “fiesta de la cosecha de trigo”, y era una fiesta que celebraban los judíos para festejar por los  primeros frutos que habían obtenido –como si plantamos árboles, por ejemplo, de limones y festejamos cuando aparecen los primeros limones-; en la Iglesia quiere decir los primeros que, gracias al Espíritu Santo, empiezan a conocer y amar a Jesús y eso quiere decir “conversión” a Jesús.
Así Jesús cumple una promesa suya: Él les había dicho que tenía que morir en Cruz para subir al cielo y así poder a prepararles las habitaciones que su Papá les tenía listas en su Casa del Reino; pero también les había dicho que una vez que llegara al cielo Él les enviaríal, junto a su Papá, al Espíritu Santo, que es el Amor de Dios. Jesús había bajado del cielo por Amor; en su Corazón ardía el Amor de Dios; murió en la Cruz para darnos su Amor y ahora, ya resucitado, nos sopla el Espíritu Santo para que amemos a Dios con su mismo Amor.
         ¿Qué hace el Espíritu Santo?
         Jesús les había dicho a sus amigos que el Espíritu Santo iba a hacerles acordar muchas cosas y a enseñarles muchas otras sobre Él: “El Espíritu Santo les enseñará y les recordará todo lo que les he dicho y les hablará de Mí” (cfr. Jn 14, 26). Como cuando un maestro le dice a su alumno: “¿Te acordás de esa lección, a principio de año, que no entendías bien y ahora la entendés?”. Y el alumno, que ahora entiende la lección, dice: “¡Ah, sí, ahora me acuerdo! Antes no entendía, y ahora sí!”. Bueno, el Espíritu Santo es como un Maestro del alma, un Maestro interior, que enseña muchas cosas, sin palabras, en el silencio y en la oración, por eso es muy importante hacer silencio, de palabras y de pensamientos, y hacer mucha oración, para poder escuchar las lecciones que nos enseña este maravilloso Maestro interior que es el Espíritu Santo. El que habla mucho y dice cosas sin sentido, y el que grita, esos no pueden escuchar al Espíritu Santo, y se quedan sin saber lo que Él les quiere enseñar.
         ¿Qué cosas enseña el Espíritu Santo?
         El Espíritu Santo es un Maestro interior, como dijimos, y hay que hacer silencio y oración para aprender de Él, y hay que estar en gracia para poder entender lo que enseña, porque enseña secretos que sólo Dios conoce; enseña cosas maravillosas que nadie, ni los ángeles ni los santos, sabe, y los enseña solamente a los que son sus amigos, sus grandes amigos; además, con su llama de fuego toca el corazón, para que, de piedra que es, se convierta en corazón de carne o, mejor, en un corazón como de hierba seca, para que pueda, al contacto con la llama, arder con el fuego del Amor divino. El que tiene un corazón duro y frío, como una piedra, no puede nunca sentir el Amor del Espíritu Santo.
         El Espíritu Santo enseña muchas cosas: que Jesús no es un hombre más, sino Dios Hijo “encarnado”, que se hizo hombre sin dejar de ser Dios, para que nosotros nos convirtiéramos en hijos adoptivos de Dios.
         Enseña que la Misa no es como un espectáculo de cine o de televisión, que si no es “divertido”, todos se aburren y no lo ven; el Espíritu Santo enseña que la Misa no tiene que ser ni “divertida” ni “aburrida”, porque es el mismo sacrificio de Jesús en la Cruz, sólo que sin derramamiento de sangre e invisible a los ojos del cuerpo, porque el Calvario, la Cruz y Jesús, la Virgen María y los ángeles y santos, están todos ocultos a nuestros ojos, pero están presentes, como también están ocultos a  nuestros ojos el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Jesús, pero igual Jesús está Presente en la Eucaristía.
         El Espíritu Santo enseña el valor del sacrificio y el valor de ofrecerlo por la conversión de los pecadores y por las almas del Purgatorio, porque el que hace un sacrificio se une a Jesús, que por nosotros muere en la cruz y así el pequeño sacrificio que uno puede hacer, se convierte en un sacrificio gigante, que sirve para salvar a muchos pecadores y para sacar muchas almas del Purgatorio; enseña también el valor del esfuerzo para combatir la pereza; enseña el valor de dar a los demás lo mejor de uno mismo, y enseña cuánto ama Dios a aquel que da la vida por Jesús.
         El Espíritu Santo enseña que el cuerpo es templo suyo, es decir, del Espíritu, y que por eso hay que cuidarlo de todas las cosas malas. Enseña que el cuerpo nuestro ya no nos pertenece, porque Jesús lo compró para el Espíritu Santo al precio de su Sangre, y le dio la llave de entrada a su Mamá, la Virgen, y por eso tenemos que cuidar el cuerpo y vivir en gracia. ¿Alguien dejaría pasar al templo de material, animales y bestias salvajes, que dejarían el templo todo desarreglado y sucio? Seguramente que nadie haría eso, por eso tampoco podemos tratar mal a nuestro cuerpo.
         ¿Habría alguien que se animaría a escuchar música que no es de Dios, a todo volumen, en el templo de Dios? Por supuesto que nadie lo haría, y por eso no debemos escuchar música que enseña malas cosas, como la cumbia y el rock. Además, debemos escuchar música agradable y por supuesto música sagrada, como el canto gregoriano y otros muchos hermosos cantos para Dios.
         El Espíritu Santo enseña también a comulgar, porque comulgar no es ponerse en la fila para recibir un pancito bendecido; es recibir el Cuerpo resucitado y glorioso de Jesús, y para eso se necesita estar en gracia de Dios, además de decirle a Jesús en el corazón: “Jesús, te amo”, con toda la fuerza de nuestro amor, y adorarlo, y así preparados, en gracia y con amor en el corazón, recibir a Jesús de rodillas, en lo posible, para expresar con el cuerpo el amor y la adoración interiores.
         Todas estas cosas, y muchas más, enseña el Espíritu Santo en Pentecostés, y también en cada comunión eucarística, porque cada vez que comulgamos, Jesús nos sopla el Espíritu Santo sobre nuestro corazón, que viene como lenguas de fuego sobre él, y por eso cada comunión es como un pequeño Pentecostés para quien comulga con fe y con amor.
        
        

domingo, 12 de mayo de 2013

Consagración a la Virgen para Niños Especiales



(Parroquia Nuestra Señora de la Caridad - Yerba Buena - Tucumán)
         ¿Como qué es consagrarnos a la Virgen?
         Como cuando nuestra mamá  de la tierra nos llama para abrazarnos, para llenarnos de besos y caricias, y para decirnos: “Hijo mío, te amo”.
         Como cuando nuestra mamá de la tierra nos toma de la mano y nos lleva de paseo por lugares hermosos, y en el camino vamos tomando helados y comiendo cosas ricas, y el viaje se convierte en una fiesta.
         Como cuando nuestra mamá de la tierra, en un día de tormenta y de truenos y de rayos que dan miedo, nos abraza y nos tiene contra su corazón, y nos hace pasar todo el miedo.
         Como cuando nuestra mamá de la tierra, cuando tenemos hambre a la tarde, nos prepara de merienda un poco de leche azucarada caliente con pan recién amasado y miel, riquísimo.
        Como cuando nuestra mamá de la tierra, cuando tenemos muchas tareas para la escuela, nos enseña todo lo que tenemos que saber, y más, para aprobar con diez felicitado.
         Como cuando nuestra mamá de la tierra, cuando la vemos trabajar con amor para nosotros, todo el día sin descanso, despierta en nuestro corazón un amor tan tierno y nos parece tan maravillosa, que queremos ser como ella en todo.
         Como cuando a nuestra mamá de la tierra le damos un regalo hecho con nuestras y con todo nuestro amor, para el día de su cumpleaños.
         Así como es con nuestra mamá de la tierra, así es la consagración a la Virgen, que es nuestra Mamá del cielo.
         Ella nos refugia en su Corazón Inmaculado y nos cubre de besos, y nos dice: “Hijo mío, te amo”.
         La Virgen nos toma de la mano y nos lleva de esta vida al cielo, que es más lindo que todos los lugares lindos, donde siempre hay fiesta, alegría porque vemos a Dios para siempre.
         Con la consagración, la Virgen nos guarda a todos en su Corazón Purísimo, y ahí no nos dan miedo ni los rayos que caen del cielo, ni los truenos, ni las tormentas, ni nada.
         La Virgen nos prepara una comida exquisita: un Pan exquisito, más rico que el pan con miel, la Hostia donde está su Hijo Jesús; un Vino dulce más dulce que licor, la Sangre de Jesús, y Carne asada en el Fuego del Amor de Dios, la Carne del Cordero de Dios.
         La Virgen es nuestra Maestra del cielo, porque nos enseña a leer en el Libro de la Cruz, donde está todo lo que tenemos que saber, y más, para salvarnos e ir al cielo.
         Cuando la vemos a la Virgen que hace todo esto para nosotros, se despierta en nuestro corazón un amor tan tierno y nos parece tan maravillosa, que queremos ser como Ella en todo, y además para agradecerle por su amor, le regalamos nuestro corazón.          
         Consagrarnos a la Virgen es amar a nuestra Mamá del cielo y querer ser siempre como Ella.

         

viernes, 10 de mayo de 2013

El Evangelio para Niños: Jesús sube al cielo





         En este domingo festejamos el día que Jesús subió a la Casa de su Papá. Jesús había prometido a sus amigos que después de morir en la Cruz, iba a resucitar al tercer día, y que luego iba a subir al cielo, a la Casa de su Papá, para prepararles habitaciones para ellos, para que ellos estuvieran ahí donde iba a estar Él.
         La Casa de su Papá es el cielo, y tiene muchísimas habitaciones porque es muy pero muy grande; es mucho más grande que una casa gigante, porque es el mismo cielo. Ahí, en el cielo, Dios Padre tiene lugar para todos nosotros y nos está esperando para que después de esta vida, vayamos a vivir ahí con Él, con Jesús, y con Dios Espíritu Santo.
         Como Dios Padre quiere que todos vivamos en su casa, mandó a su Hijo Jesús a la tierra, con un encargo para hacer: Él tenía que morir en Cruz, para que se pudieran abrir las puertas de la Casa de Dios Padre, y eso fue lo que hizo Jesús: bajó del cielo para llevarnos a todos junto a su Papá. Primero subió Él con su propio poder, porque Él es Dios; después Él la fue a buscar a su Mamá, la Virgen, y la llevó en cuerpo y alma, y ahora que Él está en el cielo junto a su Mamá, nos está esperando a todos allá arriba.
¿Qué  tenemos que hacer para subir al cielo para estar con Jesús y la Virgen en la Casa de Dios Padre para siempre? Lo que tenemos que hacer es hacer lo mismo que hizo Jesús: Él nació de la Virgen, milagrosamente, y por eso se llama “Hijo de María Virgen”; después fue creciendo “en gracia y en estatura”, como dice el Evangelio, y cuando fue grande, cargó la Cruz sobre sus hombros y caminó por el Camino Real de la Cruz, hasta llegar al Monte Calvario. Ahí, murió crucificado, ofreciéndose en sacrificio para la salvación de todos los hombres, y después resucitó y subió al cielo con su propio poder de Dios. Este camino que hizo Jesús se llama “misterio pascual” y Él quiere que todos nosotros sigamos el mismo camino: nacer por la gracia, como hijos de la Virgen; crecer en sabiduría y gracia todos los días –los que son grandes ya no crecen más en estatura-; cargar la Cruz todos los días, seguir a Jesús por el Camino del Calvario, subir a la Cruz y morir junto con Él, crucificados. Si hacemos así, resucitaremos con Jesús y llegaremos al cielo, a la Casa de Dios Padre, para estar para siempre junto a Jesús y la Virgen.  
¿De dónde vamos a sacar fuerzas para recorrer este camino? ¿De dónde vamos a sacar fuerzas para cargar la Cruz todos los días? Porque el camino de la Cruz es difícil porque es angosto y en subida, y hay que tener mucha fuerza para poder llevar la Cruz. Las fuerzas las sacamos de un alimento muy especial, un pan que da una energía especial: la Eucaristía, que es el mismo Jesús en Persona, el mismo que subió al cielo, porque Jesús subió al cielo, para ir con su Papá, pero al mismo tiempo, como Él es Dios, inventó una manera de quedarse con nosotros, y ese invento es la Eucaristía. Jesús subió al cielo, pero se quedó en la Eucaristía, para darnos fuerzas para que podamos recorrer junto con Él el camino de la Cruz, el único camino que lleva al cielo.
Pero hay algo más: Jesús fue a prepararnos una habitación en la Casa de su Papá, pero hasta que lleguemos ahí, Jesús quiere que nuestro corazón sea como una habitación llena de luz y de amor, en donde se quede Él a vivir, y el corazón se convierte en casa de luz y amor cuando está en gracia de Dios y refleja a todos la paz y la alegría de Jesús. De lo contrario, el corazón está a oscuras, y la cara es una cara de "pepinos en vinagre", como dice el Papa Francisco. 
Entonces, a vivir en gracia y alegres, llevando la Cruz de todos los días.
Hasta que subamos al cielo para ir a vivir en la habitación de la Casa que Dios Padre tiene preparada para nosotros, Jesús quiere venir a vivir en una habitación muy especial, nuestro corazón, y para que Él pueda vivir ahí, tenemos que vivir en gracia de Dios y alejar todo tipo de pensamientos, sentimientos y obras que no le agraden. Así Jesús vivirá con nosotros todos los días de la vida, hasta el día en que subamos para ir a la Casa del Padre, a la habitación que nos preparó Jesús para cada uno de nosotros.

miércoles, 8 de mayo de 2013

Apariciones de la Virgen en Fátima explicadas para Niños (III): Tercera Aparición del Ángel de Portugal



La Tercera Aparición del Ángel
Según Lucía, la tercera aparición del ángel ocurrió entre finales de Septiembre y comienzos de Octubre de 1916. Sucedió un día en el que los pastorcitos, que habían llevado a su rebaño hasta Cabeco, se encontraban arrodillados con la frente en tierra, en la posición que el ángel les había enseñado, rezando la oración que el Ángel les había enseñado en la Primera Aparición: “Dios mío, yo creo en ti, yo te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”. El Ángel se apareció envuelto en una luz “más blanca que la nieve”, y se les presentó bajo la apariencia de un joven de unos 14 ó 15 años, transparente y de una gran belleza.
Veamos cómo la Hermana Lucía narra la tercera y última aparición del Ángel: “En cuanto llegamos allí, de rodillas, con los rostros en tierra, comenzamos a repetir la oración del ángel: “Dios mío, yo creo, adoro, espero y te amo...”. No sé cuántas veces habíamos repetido esta oración, cuando advertimos que sobre nosotros brillaba una luz desconocida. Nos incorporamos para ver lo que pasaba y vimos al ángel trayendo en la mano izquierda un cáliz sobre el cual estaba suspendida una Hostia de la que caían, dentro del cáliz, algunas gotas de sangre. Dejando el cáliz y la Hostia suspendidos en el aire, se postró en tierra y repitió tres veces la oración:
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os adoro profundamente, y os ofrezco el precioso Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias con los cuales Él es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sagrado Corazón y por los del Inmaculado Corazón de María, os pido humildemente por la conversión de los pobres pecadores”.
Después se levantó, tomó de nuevo en la mano el cáliz y la Hostia, y me dio la Hostia a mí. Lo que contenía el cáliz se lo dio a beber a Jacinta y a Francisco, diciendo al mismo tiempo: ‘Tomad y bebed el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, horriblemente ultrajado por los hombres ingratos. Reparad sus crímenes y consolad a vuestro Dios’.
De nuevo se postró en tierra y repitió con nosotros otras tres veces la misma oración: ‘Santísima Trinidad...’. Y desapareció.
Llevados por la fuerza de lo sobrenatural que nos envolvía, imitábamos al ángel en todo; es decir, nos postrábamos como él y repetíamos las oraciones que él decía. La fuerza de la presencia de Dios era tan intensa, que nos absorbía y aniquilaba casi por completo. Parecía como si nos hubiera quitado por un largo espacio de tiempo el uso de nuestros sentidos corporales. En esos días, hasta las acciones más materiales las hacíamos como llevados por esa misma fuerza sobrenatural que nos empujaba. La paz y felicidad que sentíamos era grande, pero sólo interior; el alma estaba completamente concentrada en Dios. Y al mismo tiempo el abatimiento físico que sentíamos era también fuerte”.

Enseñanzas espirituales en la Tercera Aparición del Ángel de Portugal
         -A diferencia de la Segunda Aparición del Ángel, en la que los niños están jugando, aquí se encuentran orando y con la oración que el mismo Ángel les había enseñado. Además de la oración, los pastorcitos demuestran que habían aprendido la lección de rezar a Dios en todo momento, no por obligación, sino por amor: quien ama a alguien, gusta de hablar con quien ama; quien ama a Dios, gusta de rezarle, porque rezar es hablar con Él y recibir de Él su infinito amor misericordioso.
         -El Ángel viene envuelto en una luz “más blanca que la nieve”, símbolo de la gracia santificante en la que él vive; tiene la apariencia de un joven de catorce o quince años, y es de gran belleza. Como todos los ángeles, él también fue sometido a una prueba por Dios: les preguntó si querían servirlo y amarlo a Él o no, y el Ángel de Portugal eligió servir y amar a Dios, y por eso está envuelto en luz y aparece envuelto en luz. La diferencia con los ángeles que no quisieron servir a Dios, es que estos últimos viven en la oscuridad, y nunca jamás podrán amar y servir a Dios, porque ellos eligieron libremente ser enemigos de Dios, uniéndose al Príncipe de las tinieblas, que cuando se le preguntó si quería amar y servir a Dios, dijo: “No amaré y no serviré a Dios”, y ahí fue cuando perdió para siempre la gracia santificante, quedando envuelto en tinieblas y oscuridad. El Ángel envuelto en luz, con su apariencia joven y hermosura, nos indica que es en el cielo en donde se vive la juventud para siempre, dada por la gracia santificante, y que es esta, y no la apariencia externa, lo que concede belleza a una persona. En la tierra, la juventud pasa pronto; en el cielo, se es eternamente joven, porque Cristo es Dios eternamente joven, y allí nadie tiene más de treinta y tres años, que es la edad de Cristo al morir en la Cruz.
         -El Ángel trae en sus manos un cáliz y una Hostia, de la cual caen gotas de sangre en el cáliz. El Ángel enseña que la Eucaristía no es un pan bendecido: parece un pan, tiene sabor a pan, pero es el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo. El hecho de que caigan gotas de sangre desde la Hostia hacia el cáliz, indica que en la Hostia está palpitante, vivo, resucitado y glorioso, Cristo Jesús, con su Sagrado Corazón traspasado, que es de donde sale la Sangre para ser recogida en el cáliz. La Sangre nos recuerda que la Misa es el mismo sacrificio de la Cruz, sólo que incruento, y es al mismo tiempo el signo que nos indica el Amor sin límites de Jesús por cada uno de nosotros: si alguien quiere saber cuál es la medida del Amor de Jesús, sólo tiene que recordar la Sangre que cae de la Hostia al cáliz, para saberlo: nos ama hasta la muerte de Cruz, nos ama hasta dar la vida por nosotros, por cada uno, en la Cruz.
Luego deja el cáliz y la Hostia suspendidos en el aire, se postra en tierra y repite por tres veces una oración: “Santísima Trinidad…”. De esta manera, les enseña a adorar la Eucaristía y a ofrecerla en reparación por los pecados de los hombres, principalmente los pecados de ingratitud. Jesús murió por toda la humanidad, dio su vida por todos y cada uno de los hombres, y está Presente en cada Eucaristía, en los sagrarios, para dar de su Amor a quien se le acerque, pero los hombres prefieren sus vanas distracciones –fútbol, música, deportes, salidas, recreaciones-, antes que asistir a Misa el Domingo, y muchos que van a Misa el Domingo, e incluso comulgan, lo hacen con un corazón malo, corazón con el que daña a su prójimo de palabra o de obra, y esto ofende mucho a Jesús. El Ángel pide reparaciones para consolar al Corazón de Jesús, ofendido por tantos ultrajes, sacrilegios e indiferencias, pero para poder reparar los “crímenes” de los hombres, es necesario que uno mismo no solo no cometa esos crímenes, sino que aprecie de tal manera la vida de la gracia, que prefiera “morir antes que pecar”, como pedía Santo Domingo Savio en el día de su Primera Comunión.
-Enseña además a comulgar: de rodillas, y haciendo antes un acto de adoración a Cristo Dios Presente en la Eucaristía. No se puede comulgar sin hacer una adoración interior, desde lo más profundo del corazón, y como esta adoración se origina en el amor a Jesús Eucaristía, no se puede comulgar sin amor a Jesús. La adoración y el amor interior se acompañan de un gesto exterior que los representa, y es la comunión de rodillas. Quien comulga de rodillas, pero no hace un acto previo, interior, de amor y adoración a Jesús Eucaristía, no comulga según las enseñanzas del Ángel. Quien comulga, y más todavía si lo hace de rodillas, debe hacer previamente un profundo acto de amor y de adoración a Jesús Presente en la Eucaristía.
-Cuando les da la comunión, el Ángel les dice: ‘Tomad y bebed el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, horriblemente ultrajado por los hombres ingratos. Reparad sus crímenes y consolad a vuestro Dios’. El Ángel tiene presente, en el momento de la comunión, al Sagrado Corazón de Jesús, “horriblemente ultrajado” por la maldad del corazón humano. El que comulga debe tener también presente al Sagrado Corazón, y pedirle perdón por los pecados propios y los de los demás. La expresión “horriblemente ultrajado” es muy fuerte, y da idea de la magnitud de las ofensas hechas a Jesús en la Eucaristía. La comunión, hecha con amor y adoración, es un acto reparador, que en algo consuela a Jesús, “horriblemente ultrajado por los hombres ingratos”, quienes con sus pecados, llamados “crímenes”, ofenden continuamente su majestad divina; quien comulga con intención de reparar esos pecados, “consuela” a Jesús. Comulgar entonces no puede ser nunca un acto distraído, como quien recibe en la boca y come un poco de pan; tiene que ser un acto de amor, de adoración y de reparación, para consolar a Jesús que sufre por la ingratitud de los hombres.
-La visita del Ángel se acompaña de la Presencia de Dios, Presencia que se hace sentir no sólo interiormente, sino también en el aspecto físico. La Presencia de Dios produce un estado de paz y de intensa alegría y felicidad, además de dejar concentrada al alma en Él, porque el alma se siente tan bien en presencia de Dios, que no quiere dejarlo nunca, y por eso ora continuamente. La visita de un ángel de luz se reconoce por estos efectos: paz, alegría, deseos de orar, movidos por el intenso amor a Dios.
Esta fue la última aparición del Ángel, quien de esta manera preparó los corazones de los pastorcitos para la visita de la Reina de los cielos, la Virgen María, Nuestra Señora de Fátima.

Apariciones de la Virgen en Fátima explicadas para Niños (II): Segunda Aparición del Ángel de Portugal



La Segunda Aparición del Ángel
Durante el verano de 1916 los tres primos estaban jugando en el calor del día en el jardín cerca del pozo detrás de la casa de los Santos en Aljustrel. Lucía describe cómo el ángel se les apareció una vez más, pero esta vez, reprochándoles por su falta de seriedad espiritual.
Dice así Sor Lucía: “Ocurrió a mediados del verano, cuando llevábamos los rebaños a casa hacia mediodía para regresar por la tarde. Estábamos a la sombra de los árboles que rodeaban el pozo de la quinta Arneiro. De pronto vimos al mismo Ángel junto a nosotros: ‘¿Qué estáis haciendo? ¡Rezad! ¡Rezad mucho! Los corazones de Jesús y de María tienen sobre vosotros designios de misericordia. Ofreced constantemente oraciones y sacrificios al Altísimo!’. ¿Cómo hemos de sacrificarnos?, pregunté. ‘De todo lo que pudierais ofreced un sacrificio como acto de reparación por los pecados cuales Él es ofendido, y de súplica por la conversión de los pecadores. Atraed así sobre vuestra patria la paz. Yo soy el Ángel de su guardia, el Ángel de Portugal. Sobre todo, aceptad y soportad con sumisión el sufrimiento que el Señor os envíe”.
Esta aparición renovó el mismo efecto profundo que tuvo el primero en ellos. Lucía nos dice: Estas palabras hicieron una profunda impresión en nuestros espíritus; fueron como una luz que nos hacía comprender quién es Dios, cómo nos ama y desea ser amado, el valor del sacrificio, cuánto le agrada y cómo concede en atención a esto la gracia de conversión a los pecadores. Por esta razón, desde ese momento, comenzamos a ofrecer al Señor cuanto nos mortificaba, repitiendo siempre la oración que el Ángel nos enseñó.
Enseñanzas espirituales en la segunda aparición del Ángel de Portugal
-El Ángel se les aparece mientras están jugando, y les dice que deben rezar, ya que los corazones de Jesús y María tienen designios misericordiosos para ellos. De hecho, en poco tiempo, Lucía y Francisco morirán e irán al cielo; Lucía, en cambio, vivirá más tiempo, aunque también morirá y será llevada al cielo. La Misericordia Divina quiere que todos nos salvemos y vayamos al cielo, pero para eso, es necesario rezar, por nosotros y por quien no lo hace.
         -El Ángel les dice que además de rezar, deben ofrecer “sacrificios al Altísimo”, y que lo pueden hacer “en todas las formas que puedan”, pidiendo por los pecadores y reparando por las ofensas cometidas contra Jesús. Todo el mal del mundo, todos los pecados de los hombres, todas las cosas malas que los hombres hacen, desde las más pequeñas hasta las más grandes, todo ofende a Jesús, porque Jesús es la Bondad y el Amor infinitos, y en Él no hay sombra alguna de maldad. Por eso es que no puede tolerar la maldad, ni la más pequeña, aun si viene del más inocente niño. Muchos hombres ofenden a Dios con muchísimos pecados, y muchos lo hacen de modo voluntario, y ése es el motivo por el cual el cristiano, que ama a Cristo, tiene que ofrecer sacrificios y oraciones en reparación por los que ofenden a Jesús. Sacrificarse es orar con el cuerpo, y tiene mucho valor esta forma de oración, porque es unirse al sacrificio de Jesús en la Cruz. El sacrificio “en todas las formas que puedan”, quiere decir que de todo se puede hacer sacrificio, sin necesidad de hacer grandes peregrinaciones para tal motivo. Por ejemplo, se puede ofrecer, interiormente, en silencio, sin que nadie se de cuenta, a Jesús y a la Virgen, un día de mucho calor, o de mucho frío; una comida que no me gusta, la como sin quejarme; una tarea en el hogar, que no me gusta hacer, pero la hago en silencio y gustoso; en vez de dar una respuesta impaciente, rechazo la impaciencia y contesto con afecto y amor; una persona que no me cae simpática, tratarla con amor y respeto, por amor a Jesús, etc. Como dice el Ángel, “de todo” se puede ofrecer sacrificios, pidiendo por la conversión de los pecadores.
         -El Ángel les dice que “acepten y soporten con paciencia los sufrimientos que Dios les enviará”. Contrariamente a lo que puede parecer, las apariciones de los ángeles, o de la Virgen y Jesús, no significa que “todo va a ir bien”, que no vamos a tener problemas de ninguna clase, que vamos a ser admirados, aplaudidos y respetados por todo el mundo. El Ángel les advierte que Dios les enviará “sufrimientos”, y que deben “aceptarlos y soportarlos con paciencia”. Esto se debe a que la bendición de Dios no es lo que el mundo piensa; estar bendecido por Dios no significa “no tener problemas”, y que los negocios del mundo vayan viento en popa; no quiere decir ganar mucha plata, ni tener buen trabajo, ni estar libre de enfermedades o tribulaciones, porque la bendición de Dios pasa por la Cruz. Para entender la bendición de Dios, hay que mirar a Jesús crucificado: en la Cruz, Jesús no está “cómodo”; en la Cruz, no está sin tribulaciones, al contrario, es la Gran Tribulación de la Cruz; en la Cruz está dolorido, y sufre con pena la traición y el abandono de muchos de sus amigos. Ser bendecido por Dios, quiere decir ser crucificados junto a Jesús, y eso es muy distinto a lo que el mundo toma como “bendición”. Pero también el que está crucificado junto a Jesús, tiene el consuelo de la presencia de la Virgen María, porque Ella está al pie de la Cruz, consolando con su amorosa presencia maternal a su Hijo Jesús. Que Dios envía sufrimientos a quienes bendice, eso lo experimentaron en persona los pastorcitos: al poco tiempo, sufrieron la incomprensión de sus padres –aunque finalmente los padres creyeron-, de alguna gente del pueblo, que no les creían que se les apareciera la Virgen; también sufrieron y mucho, de parte de las autoridades civiles, quienes los llegaron incluso a amenazar con hacerlos hervir en aceite si no decían que todo era mentira; luego, sufrieron en sus cuerpos, porque se enfermaron gravemente y murieron. Frente a los sufrimientos, los niños hicieron como el ángel les había dicho: aceptaron y soportaron todo con paciencia, porque eran sufrimientos venidos de Dios, que es infinitamente bueno, y como Dios es infinitamente bueno, el sufrimiento que manda, cuando se lo une a la Cruz de Jesús, Dios lo convierte en bendición y alegría. Además, en comparación, el sufrimiento dura muy poco, y a cambio de ese sufrimiento aceptado, Dios nos da ¡una eternidad de alegría! Eso es lo que les pasó a los pastorcitos: sufrieron todo esto por muy poco tiempo, y ¡ahora viven en el cielo, alegres junto a Jesús y a la Virgen, para siempre!
         -El Ángel les dice que él es el “Ángel de Portugal”, lo cual quiere decir que no solo las personas tienen un Ángel Custodio, sino que el país tiene su propio Ángel Custodio. Entonces nuestra Patria Argentina también tiene un ángel custodio, el Ángel de Argentina, y a él hay que rezarle y pedirle por nuestra Patria y nuestros compatriotas, porque ha sido puesto por Dios para que nos asista. Por ejemplo, hay que pedirle por los gobernantes, por los problemas que se suceden todos los días, y también por Malvinas, para que las recuperemos para siempre, y por todo lo que nuestra querida Patria necesite, sobre todo la paz, que viene por la oración y los sacrificios. Además, es doctrina de la Iglesia que todo grupo humano –familia, grupos de oración, etc.- tiene su ángel custodio.
         -Lucía dice que las palabras del Ángel actuaron en sus almas como “llamas ardientes” que les hicieron comprender “quién es Dios, cuánto nos ama, cuánto quiere que lo amemos, y cuánto le agrada el sacrificio que podamos hacer por la conversión de los pecadores. Dios es Amor infinito, como un océano sin playas y sin fondo, y quiere que todos nos salvemos, por la oración, el amor al prójimo y los sacrificios por los pecadores.