Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

martes, 31 de diciembre de 2013

Solemnidad de Santa María Madre de Dios para Niños




         Cuando termina el año, el día 31 de Diciembre, y empieza el Nuevo Año, el 1º de enero, la gente, que se reúne alrededor de la mesa –que todavía es mesa de Navidad-, festeja y brinda. Pero resulta que, a las 00.01 segundos del día 1º de enero, los católicos tenemos un motivo más grande para festejar y celebrar, y es que ese día la Iglesia nos hace acordar de la Virgen con una fiesta grande –cuando la fiesta es grande se llama “solemnidad”-, y por ese motivo, los hijos de la Virgen, además de festejar por el Año Nuevo, festejamos por el día de Santa María, Madre de Dios y por eso, al brindar, además de decir: “Feliz Año Nuevo”, debemos decir: “Feliz día de Santa María, Madre de Dios”.
Entonces nos preguntamos: ¿por qué la Iglesia nos hace acordar de la Virgen justo cuando comenzamos el Año Nuevo?  ¿Tiene algo que ver la Virgen con los días del Nuevo Año que comenzamos el 1º de enero, o se trata de pura casualidad?
         No, no se trata de pura casualidad y veremos por qué.
         Como sabemos, la Virgen nos trae a su Hijo Jesús, que es Dios, y como Jesús es Dios, es también “eterno”. Jesús, el Hijo de María Virgen, es Dios eterno. ¿Qué quiere decir “eterno”? ¿Qué quiere decir “eternidad”? La eternidad es como si fuera un “ahora para siempre”, que no termina más. En la eternidad de Dios, todo es alegría y felicidad. En la eternidad del infierno, no. Tanto si la eternidad es alegre o no, es para siempre. ¿Cómo es la eternidad, comparada con nuestra vida? No lo sabemos, pero para darnos una idea, imaginemos que nuestra vida en la tierra es como un granito de arena, mientras que la eternidad es como el cielo estrellado.
         Jesús, que es Dios eterno y santo, ha venido a nuestro mundo, a través de la Virgen, al nacer en Navidad, para que nosotros, santificando nuestro tiempo en la tierra, vivamos luego una eternidad de felicidad. Desde que Jesús nació en Nochebuena, todo nuestro tiempo -cada segundo, cada minuto, cada hora, cada día, toda mi vida- le pertenece a Jesús, y por eso tenemos que ser, más que buenos, santos, porque el Dueño de mi vida, Jesús, es Santo.
         Entonces, la Virgen nos trae a Jesús, Dios eterno, para que todo nuestro tiempo –los segundos, minutos, horas, días, meses, años-, esté consagrado a Jesús. Quiere decir que todo lo que hagamos en el tiempo y en esta vida, lo tenemos que hacer pensando en la feliz eternidad de Jesús.
         Por eso es que la Iglesia nos hace acordar de la Virgen al comienzo del Año Nuevo: para que consagremos el Año Nuevo, con todos sus días, a su Inmaculado Corazón, para que todo el año vivamos bajo su manto maternal, y para que cuando termine nuestro tiempo en la tierra, sea Ella quien nos lleve a la feliz eternidad con su Hijo Jesús.

jueves, 26 de diciembre de 2013

La Sagrada Familia de Nazareth para Niños




(Ciclo A – 2013)
         Como todos sabemos, cuando en el matrimonio formado por papá-varón y mamá-mujer, nace un hijo, el matrimonio se convierte en “familia”. Eso es lo que pasó en Nochebuena: cuando nació Jesús, el Niño Dios, el matrimonio de San José y María Virgen, se convirtió en “familia”, y como todo en esta familia es santo, porque todo viene de Dios, se llamó “Sagrada Familia de Nazareth”.
         Esta Familia, formada por Jesús, María y José, es la familia más santa y más hermosa de todas las familias del mundo; nunca hubo una familia como esta, y nunca habrá una familia que sea más santa y más hermosa, y toda familia que quiera llegar al cielo, tiene que mirar a esta familia y tratar de ser como ella. Los papás, tienen que mirar a San José y tratar de ser como él; las mamás, tienen que mirar a la Virgen, y tratar de ser como Ella; los hijos, tienen que mirar a Jesús, y tratar de ser como Él.
         Para todo papá que quiera ser santo, San José es el ejemplo a seguir, porque si bien San José era esposo solamente “legal” de la Virgen –quiere decir que la quería solo como hermano-, la quiso mucho y la cuidó toda su vida, siendo un esposo que siempre estuvo a su lado, trabajando para que nada le faltara, ni a Ella ni a Jesús. San José es también ejemplo de padre, porque si bien no era el papá “real” de Jesús –porque el Papá de Jesús es Dios-, siempre quiso a Jesús como si fuera su hijo, sabiendo que era también al mismo tiempo su Creador. Como papá terreno de Jesús, San José lo educó, lo cuidó, lo protegió y le enseñó a trabajar la madera, porque Jesús fue carpintero, como él. San José cumplió a la perfección su papel de esposo legal de la Virgen y de padre adoptivo de Jesús, y por eso todo papá que quiera ser un esposo y padre santo y así llegar al cielo, debe tratar de imitarlo.
         Para toda mamá que quiera ser santa, la Virgen es el ejemplo a seguir, porque si bien la Virgen era solamente esposa “legal” de San José –quiere decir que lo quería solo como hermano-, la Virgen siempre quiso mucho a San José y se preocupó siempre de que la casa estuviera limpia y en orden, y de que al regresar de su trabajo, tuviera una rica comida para reparar fuerzas. Pero sobre todo, la Virgen se destacó como Madre amantísima de su Hijo Jesús, porque lo amó y lo cuidó desde que se encarnó en su seno virginal por obra del Espíritu Santo, y continuó cuidándolo, protegiéndolo, alimentándolo y educándolo, durante toda su niñez, su juventud, incluso hasta cuando Jesús ya era grande y tuvo que salir a predicar el Evangelio de la salvación. La Virgen estuvo con Él mientras Jesús moría en la Cruz para salvarnos, y fue la primera en recibir su visita luego de resucitar de entre los muertos. La Virgen cumplió a la perfección su papel de Esposa legal de San José y de Madre de Dios -porque era Madre de Jesús, que es Dios-, y por eso toda mamá que quiera ser esposa y madre santa y así llegar al cielo, debe imitarla.
         Para todo hijo que quiera ser santo, Jesús es el ejemplo a seguir, porque vivió a la perfección el Cuarto Mandamiento de la Ley de Dios: “Honrarás padre y madre”. Como hijo que amaba locamente a sus padres, jamás les dio un disgusto, jamás les desobedeció, jamás les contestó mal, y no solo eso, sino que siempre los amó hasta el extremo, siendo en todo momento amoroso y respetuoso. El motivo es que Jesús amaba a sus papás de la tierra, así como amaba a su Papá del cielo, Dios Padre, y como el que ama desea lo mejor para aquél a quien ama, fue por amor que no solo nunca les levantó la voz, sino que siempre los trató con el mayor de los cariños.  Para todo hijo que quiera ser santo, santificándose en el amor a los padres, y así llegar al cielo, lo único que tiene que hacer es mirar a Jesús y tratar de ser como Él.
         Todos los papás, las mamás, los hijos, de todas las familias del mundo, que quieran ser santos y llegar al cielo, tienen que mirar a la Sagrada Familia de Nazareth y tratar de ser como ellos.

sábado, 21 de diciembre de 2013

Nochebuena para Niños: el Niño Dios nació como un rayo de sol atraviesa un cristal


         Hoy la Iglesia canta de alegría porque ¡nació el Niño Dios!
         ¿Cómo nació el Niño Dios?
         No fue un nacimiento común. Fue un nacimiento milagroso.
¿Cómo fue? Los Padres de la Iglesia dicen que fue “como un rayo de sol atraviesa un cristal”: así como el rayo de sol atraviesa el cristal y lo deja intacto antes, durante y después que pasa por él, así Jesús, que es el Sol de justicia, pasó a través de la panza de su Mamá, la Virgen, que siguió siendo Virgen antes, durante y después del parto.
         También podemos decir que el Nacimiento del Niño Dios fue como cuando la luz pasa a través de un diamante: el diamante es una “roca de cristal” y cuando viene la luz, la atrapa, la encierra dentro de su interior –por eso el brillante “brilla” con mucha luz y por eso es una piedra muy apreciada- y recién después deja salir la luz; bueno, así hizo la Virgen, que es el Diamante de los cielos: después de decirle “Sí” al Anuncio del Ángel Gabriel, que le avisaba de parte de Dios que iba a ser la Madre de Jesús, la Virgen recibió, primero en su mente y en su Corazón, y después en su Cuerpo y en su útero virginal, a la Luz Eterna, Jesús, Dios Hijo; la encerró en su seno virginal durante nueve meses, y cuando llegó el momento de dar a la luz, estando Ella arrodillada en oración, salió de la parte de arriba de su vientre una Luz hermosísima, su Hijo Jesús, que se materializó en brazos de los ángeles como un Niño recién nacido y así, de los brazos de los ángeles, le fue entregado a su Mamá.
         La Virgen entonces, en el Nacimiento, fue como un Diamante del cielo: recibió la Luz eterna, la encerró en su seno virginal por nueve meses, y luego, cuando llegó el tiempo de dar a luz –como se dice cuando tiene que nacer un niño-, dio esa Luz al mundo, que se aparecía como Niño, para que el mundo fuera iluminado con la Luz de Dios.

         Y eso es lo que pasó en la Noche de Belén, cuando nació el Niño Dios: la Luz eterna de Dios iluminó a todos los hombres. Así fue el Nacimiento del Niño Dios: como un rayo de sol que atraviesa un cristal, como la luz que se irradia a través de un diamante, y por eso todos nosotros, en la Iglesia, nos alegramos y cantamos en Navidad.

miércoles, 18 de diciembre de 2013

El Evangelio para Niños - 4to Domingo de Adviento: el Niño de Belén es Dios


         Muchos dicen que el Niño de Belén era un niño como cualquier otro, pero el Evangelio de hoy, nos dice que no, que ese Niño es Dios, porque eso es lo que el Ángel le dice a San José en sueños: “El niño que ha sido engendrado en María proviene del Espíritu Santo”. Y ésta es la noticia más hermosa que podríamos recibir, porque no es lo mismo que sea un niño común, a que sea el Niño-Dios.
¿Qué pasaría si Jesús fuera un niño común y no el Niño Dios?
Si Jesús fuera un niño común, la Virgen no sería nuestra Madre del cielo y no nos protegería como lo hace cada día.
Si Jesús fuera un niño común, nunca nos habría salvado desde la Cruz, ni hubiera vencido al diablo, ni nos habría quitado nuestros pecados en la confesión, ni tampoco seríamos hijos de Dios por el bautismo.
Si Jesús fuera un niño común, el Papa no sería el Representante de Dios en la tierra, y la Iglesia Católica no sería la Única Iglesia verdadera.
Si Jesús fuera un niño común, la Eucaristía no sería el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Jesús, y sería solo un pancito bendecido, pero no la Carne gloriosa y resucitada del Cordero de Dios.
Si Jesús fuera un niño común, después de la muerte no tendríamos esperanzas de ir al cielo, porque no habría nadie que nos perdonara los pecados, y si los pecados no se perdonan, entonces las Puertas del cielo quedan cerradas, porque nadie puede entrar en el cielo con pecados en el corazón.
Pero, gracias a Dios, el Niño de Belén, que nacerá para Navidad, es el Niño Dios; es Dios, hecho Niño, sin dejar de ser Dios, y es esto lo que el Ángel Gabriel le dice a San José en sueños: “El niño que ha sido engendrado en María proviene del Espíritu Santo”.
Y porque el Niño de Belén es el Niño Dios, esperamos la Navidad con mucha, muchísima alegría, porque entonces quiere decir que la Virgen es la Madre de Dios y es también nuestra Madre del cielo, que nos ama y nos protege y nos cuida día a día.
Porque el Niño de Belén es el Niño Dios, Él nos salva desde la Cruz, porque así como abre sus bracitos en el Pesebre de Belén, así en la Cruz abre sus brazos para salvarnos, para que de su Corazón traspasado salga su Sangre, para que caiga sobre nosotros y nos salve.
Porque el Niño de Belén es Dios, entonces el diablo ha sido vencido para siempre, porque el Niño Dios, al crecer, subió a la Cruz y desde ahí lo derrotó para siempre con su poder de Dios.
Porque el Niño de Belén es Dios, somos adoptados por Dios como hijos suyos muy queridos y los pecados se nos quitan en la confesión.
Porque el Niño de Belén es Dios, el Papa es el Representante de Dios en la tierra, y la Iglesia Católica es la Única Iglesia verdadera.
Porque el Niño de Belén es Dios, la Eucaristía es su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad, y también todo su Amor de Dios, porque el Hijo de Dios se hizo Carne en el Niño de Belén, para que nosotros, al comer la Carne gloriosa del Cordero de Dios, nos alimentáramos con el Amor de Dios en la Eucaristía.
Porque el Niño de Belén es Dios, tenemos la esperanza de ir al cielo, porque el Niño Dios nos perdona los pecados y así las Puertas del cielo se abren y podemos entrar en él, porque al cielo van todos los que mueren confesados y con sus almas lavadas con la Sangre del Niño de Belén, que desde la Cruz cae en el alma.
Porque el Niño de Belén es Dios, es que nos alegramos y saltamos de gozo para Navidad, que es cuando nace el Niño de Belén en nuestros corazones, por la gracia.



jueves, 12 de diciembre de 2013

El Adviento para Niños: 3er Domingo de Adviento: Día de Alegría

Niños alegres esperando al Niño Dios que viene para Navidad


(Ciclo A - 2013-14)
         El tercer domingo de Adviento se llama también “de la alegría” y por eso el sacerdote cambia el color de la casulla, que en vez de ser violeta o morado, que significa “penitencia”, usa el blanco o el rosado, que significa “alegría”.
         ¿Por qué se cambia el color morado por el blanco o rosado?
         Porque cada día de Adviento que pasa, nos acercamos más y más a la Navidad, al Nacimiento de Dios que viene como Niño y esto nos llena de alegría porque “Dios es Alegría infinita”, como decía una santa que se llamaba Santa Teresa de los Andes. Cada día que pasa, es como que sentimos que el corazón late más y más rápido por la emoción y la alegría de saber que Dios, que es Alegría infinita, viene para estar con nosotros. Se puede decir que aunque todavía no estamos en Navidad, es como que ya empezamos a sentir la alegría de Dios que nace como un Niño de una Madre Virgen. A medida que nos acercamos a la Navidad, empezamos a sentir en la Iglesia la Alegría de Dios, a Dios, que es Alegría, y por eso expresamos nuestra alegría con el cambio de color de las vestimentas litúrgicas. En este Domingo de Adviento, comenzamos a sentir la alegría que sintieron los ángeles y los pastorcitos en Belén, cuando después del Nacimiento del Niño Dios en Belén, fueron a adorarlo.
Pero hay algo que nos hace estar todavía más alegres que los ángeles y los pastorcitos, porque si en ese entonces ellos se alegraron porque Jesús nació en un Portal de Belén, cuánto más nos tenemos que alegrar nosotros, porque Jesús va a nacer ¡en nuestros corazones!

El tercer Domingo de Adviento es entonces un día de alegría, de mucha alegría, una alegría que hace que nuestros corazones comiencen a latir cada vez más rápido y más fuerte por la emoción de saber que el Niño Dios va a nacer en el Nuevo Portal de Belén, nuestro corazón, y también estamos alegres porque sabemos que cuando venga, el Niño Dios nos va a traer muchos regalos, los regalos de su Corazón, que son su Amor, su Paz, su Luz y su Alegría. Entonces, todos juntos le decimos: "¡Ven, Niño Dios, alegres esperamos que nazcas en nuestros corazones!".

viernes, 6 de diciembre de 2013

El Adviento para Niños – 2do Domingo de Adviento: "Preparen los caminos y allanen los senderos"


(Ciclo A - 2013/13)
         En este Evangelio, Juan Bautista nos dice que en el tiempo de Adviento, antes de Navidad, debemos “preparar los caminos y allanar los senderos”.
¿Qué quiere decir Juan Bautista? Nos quiere decir que tenemos que hacer como cuando alguien se pone en el trabajo de enderezar un camino y dejarlo todo derechito y plano, porque el corazón del hombre es como un camino lleno de curvas y de subidas y bajadas.   
El camino lleno de curvas y de pendientes, subidas y bajadas, es nuestro corazón, porque así como un camino con curvas primero dobla para un lado y después dobla para otro, así es nuestro corazón, que primero quiere una cosa y después quiere otra: primero quiere portarse bien pero al rato hace algo que no está bien. El profeta Jeremías dice: “Más engañoso que todo, es el corazón” (17, 9), y Jesús dice en el Evangelio: “Es del corazón del hombre de donde salen toda clase de cosas malas” (Mc 7, 21).
El corazón es también como un camino con subidas y bajadas, porque en un momento queremos a Dios y deseamos las cosas del cielo –y eso sería un camino en subida- y queremos ser los más santos del mundo, y en otro momento queremos las cosas de la tierra, sin importarnos el cielo –eso sería un camino en bajada-.
Es por esto que Juan el Bautista nos dice que tenemos que “preparar los caminos y allanar los senderos”, para que el camino sea recto y sin subidas y bajadas. ¿Por qué? Porque ya viene caminando, con paso lento pero firme, el burrito que trae a la Virgen y al Niño Dios, que viene dentro de la panza de la Virgen porque todavía no nació. Si el burrito encuentra un camino con muchas curvas y con muchas subidas y bajadas, no va a poder llegar para Navidad, y nos vamos a quedar sin el Niño Dios. Es decir, si nuestro corazón es orgulloso, caprichoso, egoísta, desobediente y perezoso, el Niño Dios no va a poder nacer. Pero si el burrito encuentra un camino todo derechito, sin subidas y bajadas, es decir, si nuestro corazón es humilde y está lleno de la gracia de Dios, entonces sí va a poder nacer el Niño Dios en él, y nos va a llenar de su luz, de su paz, de su Amor, y esa es la verdadera Navidad.
¿Cómo hacer para que nuestro corazón sea como un camino todo derechito y liso? Con la penitencia, la oración y las buenas obras.

Para que el Niño Dios nazca en nuestros corazones en Navidad, es que Juan Bautista nos dice que en Adviento debemos “preparar los caminos y allanar los senderos”.