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sábado, 13 de septiembre de 2014

El Evangelio para Niños: “Perdona 70 veces multiplicado por 7”



(Domingo XXIV – TO - Ciclo A – 2014)
         Una vez, Pedro le preguntó a Jesús si estaba bien perdonar siete veces a un hermano que le hiciera algo malo (el siete era el número perfecto para los hebreos). Pedro creía, como todos los hebreos, que con perdonar hasta siete veces, ya era bastante, y por eso se sorprendió mucho cuando Jesús le dijo: “No te digo que perdones siete veces, sino hasta setenta veces siete”. Hagamos la cuenta y multipliquemos setenta por siete, a ver cuánto nos da: cuatrocientos noventa. No quiere decir que cuando se llegue al cuatrocientos noventa y uno, ya no se deba perdonar más: lo que Jesús nos quiere decir, es que debemos perdonar siempre, sin importar si nuestro hermano nos sigue haciendo daño y sin importar si no nos pide perdón. Perdonar “setenta veces siete”, quiere decir perdonar “siempre”.
         ¿Por qué nos pide esto Jesús?
         Para saberlo, tenemos que ir a arrodillarnos delante de Jesús crucificado y levantar los ojos y verlo a Él, clavado con tres clavos de hierro, coronado de espinas, con su costado abierto, con la Sangre que sale de su costado, y tenemos que darnos cuenta que nosotros, con nuestros pecados, lo pusimos ahí en la cruz, y Jesús, como nos ama muchísimo, en vez de pedirle a su Papá que nos castigara, por haberle hecho tanto daño con nuestros pecados, le dijo: “Papá, perdonalos, porque no saben lo que hacen”. Pero si me fijo bien, la Virgen está de pie, al lado de Jesús, y Ella también me perdona, porque Ella hace la misma oración a Dios Padre, pidiendo que me perdone, aun cuando yo he clavado a su Hijo Jesús en la cruz con mis pecados. Y también Dios Padre me perdona, porque escucha las oraciones de Jesús y de la Virgen, y dice que sí, que nos perdona, y para que sepamos que nos perdona, nos manda a Dios Espíritu Santo, que sale en forma de paloma, por el costado abierto de Jesús, cuando el soldado romano le traspasó su Sagrado Corazón, y el Espíritu Santo es el que nos quita los pecados, nos hace ser hijos de Dios y nos conduce, en el Amor, unidos a Jesús, a la Casa de nuestro Papá del cielo.

Entonces, si Jesús, la Virgen y Dios Padre, nos perdonaron desde la cruz, porque nos aman, ¿cómo no voy a perdonar yo a mis compañeritos de escuela que me molestan, o a mis hermanos, o a cualquiera que me haga cualquier daño? Esto quiere decir Jesús cuando nos dice que perdonemos “setenta veces siete”, es decir, siempre.

domingo, 7 de septiembre de 2014

El Evangelio para Niños: “Donde dos o tres rezan juntos, Yo estoy en medio de ellos”


(Domingo XXIII - TO - Ciclo A - 2014)
     En este Evangelio, Jesús nos dice qué es lo que pasa cuando dos, tres, o más personas, se ponen a rezar juntos: ¡Él mismo viene desde el cielo y se queda en medio de ellos! Así lo dice Jesús: “Donde dos o tres rezan juntos, Yo estoy en medio de ellos” (Mt 18, 15-20). 
Y esto quiere decir, entonces, que también viene la Virgen María, porque donde está Jesús, está la Virgen, porque Jesús y la Virgen son inseparables: adonde va Jesús, ahí va la Virgen, y adonde va la Virgen, ahí va Jesús. Entonces, si muchas personas se ponen a rezar juntas, y Jesús baja del cielo para estar junto con esas personas, la Virgen baja junto con Jesús. 
Pero también pasa otra cosa: como Jesús es el Rey de los ángeles, y como la Virgen es la Reina de los ángeles, junto con Jesús y la Virgen, vienen también, desde el cielo, los ángeles de luz, los ángeles buenos, y entonces todo el lugar en donde se reza, se llena de ángeles de luz, que iluminan las mentes y los corazones de los que rezan, con la luz de Dios. Y si vienen los ángeles, también vienen los santos, porque ellos también están en el cielo, junto con Jesús y con la Virgen, y ellos traen todavía más luz de Dios y más Amor de Dios para los que rezan. 
El Evangelio de este domingo nos hace ver entonces que es muy hermoso rezar con nuestros hermanos, porque por la oración con nuestros hermanos –con los papás, con los hermanos, con la familia, con los amigos-, vienen Jesús, la Virgen, los ángeles y los santos. 
¡Qué hermoso es rezar! Rezar no es, como dicen muchos, ni aburrido, ni triste, porque, aunque no los vemos, porque son invisibles a los ojos del cuerpo, cuando rezamos, vienen y están junto a nosotros, dándonos el Amor y la luz de Dios, Jesús y la Virgen, y junto con ellos, los ángeles y los santos de Dios, porque así lo dice Jesús: Donde dos o tres rezan juntos, Yo estoy en medio de ellos”. 
¡Recemos todos los días, para que todos los días, Jesús, la Virgen, los ángeles y los santos, estén con nosotros, dándonos la luz y el Amor de Dios!