Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

domingo, 29 de marzo de 2015

El Evangelio para Niños - Domingo de Ramos




(2015)

         Jesús entra en Jerusalén, montado en un borriquito. Toda la gente sale a saludarlo, cantándole y diciéndole: “¡Viva Jesús, el Mesías!”. Todos están muy contentos con Jesús: los niños, los adultos, los ancianos. Se acuerdan de los milagros que Jesús les hizo, y lo nombran Rey de Jerusalén, y por eso le abren las puertas de la ciudad y lo hacen entrar, en medio de cantos de alegría, y cuando Jesús pasa, lo saludan con ramos de palmas y extienden alfombras a su paso. Todos están muy contentos con Jesús el Domingo de Ramos, porque se acuerdan de los milagros que Jesús hizo por ellos.
         Pero solo unos pocos días más tarde, el Viernes Santo, la misma gente que lo saludaba y le cantaba y estaba contenta con Jesús, y lo hacía entrar en la ciudad santa, ahora se enoja con Jesús, dice muchas mentiras sobre Él, se olvida de todo lo que Jesús hizo por ellos, le hace un juicio injusto en donde lo condenan a muerte, lo azotan, le ponen una corona de espinas, le cargan una cruz sobre sus hombros, lo echan fuera de Jerusalén, le dicen muchas malas palabras, lo insultan, lo patean, le pegan trompadas, lo escupen en la cara, y lo llevan, a empujones, hasta la cima de un monte, llamado “Monte Calvario”, adonde lo crucifican, y lo dejan durante tres horas, hasta que Jesús muere, a las tres de la tarde. Ahora también le dicen “Rey de los judíos”, como el Domingo de Ramos, pero burlándose de Él.
         ¿Por qué pasó esto?
         Porque la Ciudad Santa de Jerusalén representa nuestro corazón: cuando está en gracia, es como el Domingo de Ramos: lo dejamos entrar a Jesús y lo reconocemos a Jesús como a nuestro Rey, y nuestra alma está contenta y alegre y le canta cánticos de alabanza y de alegría.
         Pero cuando estamos en pecado, el pecado expulsa a Jesús del corazón, como sucedió el Viernes Santo en Jerusalén, y así en nuestro corazón ya no está más Jesús, y Jesús ya no es más nuestro Rey, y en nuestra alma reinan las tinieblas, como cuando murió Jesús el Viernes Santo, y hubo un terremoto y se produjo un eclipse en el cielo.
         ¡Que nuestros corazones sean siempre como Jerusalén el Domingo de Ramos, en donde Jesús siempre sea nuestro Rey, y que en nuestra alma siempre resuenen cantos de amor y alabanza a Jesús, nuestro amado Rey y Señor!

         

domingo, 22 de marzo de 2015

El Evangelio para Niños: “El grano de trigo tiene que morir para dar fruto”


(Domingo V – TC – Ciclo B – 2015)

         Jesús habla de un grano de trigo, que tiene que caer en la tierra, hundirse, desaparecer y así morir, como grano, para dar lugar al fruto, que es la espiga, cargada de trigo, con el cual se hace el pan. Si el grano de trigo no cae y muere, no puede dar fruto.
         ¿Quién es ese grano de trigo que cae en tierra y muere para dar fruto?
         Es Él en la cruz: Él, en la cruz, es el grano de trigo que muere el Viernes Santo, es sepultado en el sepulcro, permaneciendo allí tres días, hasta el Domingo de Resurrección, y el Domingo, da el fruto de la Resurrección. Él es el grano de trigo que muere y germina, dando el fruto de la Resurrección, que es el Pan de Vida eterna, su Cuerpo resucitado.
         Así como el grano de trigo muere, es enterrado, germina, da el fruto de la espiga de trigo y al trigo se lo cuece con el fuego, para hacer el pan que nos alimenta y nos da vida, así Jesús en la cruz, es el grano de trigo que muere en la cruz, es sepultado en el sepulcro, y germina, es decir, da el fruto de la resurrección, porque su Cuerpo, que es como la espiga de trigo, recibe, en el sepulcro, de Él mismo y del Padre, el soplo del Espíritu Santo, que es Fuego de Amor Divino, y ese Fuego que es el Espíritu Santo, es el Fuego que cuece, que cocina el trigo, y convierte el trigo, que es el Cuerpo de Jesús, en Pan Vivo bajado del cielo, que cuando lo consumimos en la Comunión, nos da la vida eterna.

         Si Jesús es el grano de trigo que cae en tierra y muere para dar fruto, nosotros también somos el grano de trigo que tiene caer en tierra y morir para dar fruto: morir al hombre viejo, el hombre dominado por el enojo, el egoísmo, la pereza, la envidia, los deseos malos, para así dar fruto, que es vivir la vida de la gracia, la vida de la pureza, de la castidad, del Amor de Dios a los papás, a los hermanos y a todo el mundo.

sábado, 14 de marzo de 2015

El Evangelio para Niños: Moisés levantó en alto la serpiente, el sacerdote levanta en alto la Hostia


(Domingo IV – TC – Ciclo B - 2015)

         En el Evangelio de este Domingo (cfr. Jn 3, 14-21), Jesús nos hace acordar de una vez que en el Antiguo Testamento, el Pueblo Elegido tenía que pasar por el desierto para llegar a Jerusalén y le aparecieron muchas víboras venenosas que los mordían a los judíos; entonces Dios le dijo a Moisés que fabricara una serpiente de bronce y que la pusiera en un palo y la levantara bien alto y que hiciera que la miraran todos los que habían sido mordidos por las serpientes venenosas, para que se curaran, y así sucedió.
         ¿Por qué Jesús nos hace acordar esto que pasó hace mucho en el desierto?
         Porque ahí estábamos representados nosotros: los católicos somos el Nuevo Pueblo Elegido; el desierto es esta vida; la Jerusalén a la que vamos, no es la de la tierra, sino la del cielo; las serpientes que atacaban a los judíos, son los demonios; el veneno de las serpientes, es el pecado; el veneno les producía la muerte del cuerpo a los judíos, a nosotros el pecado nos produce la muerte del alma, porque nos quita la vida de la gracia; Moisés, representaba a Dios Padre, pero también representa al sacerdote ministerial. Pero falta una cosa: ¿qué representa la serpiente de bronce? Representa a Jesús en la cruz, porque así lo dice el mismo Jesús: “Así como Moisés levantó la serpiente, así es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que el cree en él, tenga vida eterna”. Los judíos, cuando miraban la serpiente de bronce de Moisés, quedaban curados, porque por un milagro, recibían la curación que venía de Dios; nosotros, cuando nos arrodillamos delante de Jesús crucificado, recibimos su Vida eterna, porque Él la da a quien lo ama y deja que su Sangre le quite sus pecados, porque Él es el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo.

Y como en la Misa, Jesús hace lo mismo que hizo en la cruz, cuando el sacerdote eleva la Eucaristía, eleva a Jesús, y eso quiere decir que, cuando miramos la Eucaristía y la adoramos, es decir, la amamos con toda la fuerza del amor de nuestros corazones, entonces recibimos la Vida eterna que sale del Corazón de Jesús, así como el agua cristalina sale de la fuente.

viernes, 6 de marzo de 2015

El Evangelio para Niños – Jesús echa a latigazos del templo a los mercaderes



(Domingo III – TC – Ciclo B – 2015)

         En este Evangelio, Jesús echa a latigazos del templo, a unos señores que vendían bueyes, ovejas y palomas y a otros que cambiaban monedas. ¿Por qué Jesús hace esto, si Jesús es bueno? Porque el hecho de que Jesús sea bueno, no quiere decir que tenga que dejar que la Casa de su Papá, la Iglesia, sea convertida en una casa de comercio. La Iglesia es una casa de oración y no puede ser convertida en lugar para vender y comprar animales y cambiar dinero, y por eso Jesús se enoja y hace un látigo para echar a los mercaderes. Lo que tenemos que saber es que cuando Jesús se enoja, como en este caso, no comete un pecado, porque Él es Dios, y Dios no comete pecados, porque es santo; su enojo se llama “la Ira santa de Dios”, y es siempre justa; en cambio, cuando nosotros nos enojamos, sí cometemos pecado, porque no somos santos, como Dios.

         Otra cosa que tenemos que saber es que nuestra alma y nuestro cuerpo son también templo de Dios, porque fueron creados por Dios y santificados por la Sangre de Jesús, para que en nuestros cuerpos fuera a vivir el Espíritu Santo. Pero el Espíritu Santo no puede ir a vivir si nuestro cuerpo, templo de Dios, está ocupado por las pasiones, como la ira, la pereza, el egoísmo, la vanidad, o cualquier otra pasión, o si nuestro corazón, que debe alojar a Jesús Eucaristía, está interesado por las cosas materiales o por el dinero. Cuando esto sucede, Jesús se enoja, como en el pasaje del Evangelio de hoy, y se queda fuera de nuestros corazones. Le pidamos a la Virgen, la Mamá de Jesús, que nos ayude a sacar de nuestros corazones, todo lo que no sea del agrado de Jesús, para que Jesús pueda entrar en nuestros corazones y ser adorado y amado como lo merece, por ser el Cordero de Dios en la Eucaristía.