Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

sábado, 25 de julio de 2015

El Evangelio para Niños: Jesús multiplica panes y pescados



(Domingo XVII – TO - Ciclo B – 2015)

¿Qué hace Jesús en el Evangelio de hoy? Un gran milagro: multiplica panes y pescados y les da de comer a mucha gente.
¿A cuánta gente le dio de comer en total? El Evangelio dice que eran 5.000, pero además estaban las mujeres y los niños, eso quiere decir que multiplicó panes y peces para unas 10.000 o 15. 000 personas.
Pero más importante que saber a cuánta gente dio de comer, es saber que Él lo hizo porque Jesús es Dios: Él es la Segunda Persona de la Santísima Trinidad. Si no tuviera el poder de Dios y si no fuera Dios, no podría hacerlo.
         ¿El Evangelio qué dice que hace la gente cuando termina de comer? Quieren hacerlo rey a Jesús.
¿Y qué hace Jesús? ¿Se deja coronar por la gente? No, porque el Evangelio dice que Jesús, sabiendo que querían hacerlo rey, “se retiró solo a la montaña”. Jesús no deja que lo nombren rey. Jesús hizo este milagro con mucho amor, porque todo lo que hace Jesús, lo hace por Amor; no lo hizo por interés y para que lo nombren rey.
Entonces, el Evangelio nos dice que Jesús, porque quería mucho a esa gente, multiplicó milagrosamente, con su poder de Dios, panes y pescados, y dio de comer a todos los que estaban ahí, unas 10.000 o 15. 000 personas; la Escritura nos dice también que ellos, en agradecimiento porque Jesús les dio de comer pan de cebada y carne de pescado, lo quisieron hacer rey, pero Jesús no los dejó y subió solo a la montaña.
Y ahora, nos preguntemos: ¿qué hace Jesús en la Misa por nosotros?
         Comparemos qué hace Jesús por la gente en el Evangelio y qué hace por nosotros en la Santa Misa y veremos que con nosotros, Jesús se porta con mucho más amor que con la gente del Evangelio de hoy.
Jesús nos trata con más amor que a ellos, porque a ellos les da de comer sólo pan, un pan común, más carne de pescado; a nosotros, nos alimenta con el Pan de Vida eterna y con la Carne del Cordero de Dios, la Eucaristía. Para ellos, multiplicó pan de cebada y carne de pescado; para nosotros, multiplica su Presencia en la Eucaristía, porque multiplica el Pan de Vida eterna y la Carne del Cordero de Dios.
Pero hay otra cosa que tenemos que saber, para darnos cuenta de cuánto nos ama Jesús. Cuando la gente del Evangelio se dio cuenta de que Jesús les había dado de comer milagrosamente, lo quiso hacer rey, pero, como vimos, Jesús subió a la montaña y no dejó que lo nombraran rey; en cambio, con nosotros se porta de una manera distinta: baja desde el cielo hasta la Eucaristía, para que después nosotros lo entronicemos a Él en nuestros corazones, porque Jesús sí quiere ser el rey, el Único Rey de nuestros corazones. Ahí nos damos cuenta entonces de cuánto nos ama Jesús: no se dejó coronar rey por la gente del Evangelio, pero en cambio sí quiere que nosotros lo hagamos rey de nuestros corazones.
¿Qué vamos a hacer? Simplemente, copiar a la gente del Evangelio y darle gracias porque nos alimenta con el Pan de Vida eterna y con la Carne del Cordero, la Eucaristía, y nombrarlo Nuestro Rey.
Le pidamos entonces, a la Mamá de Jesús, la Virgen, que nos ayude para que nuestros corazones sean un altar en donde lo adoremos a Jesús Eucaristía y que Él sea el Único Rey de nuestros corazones.


jueves, 23 de julio de 2015

Catecismo para Niños de Primera Comunión - Lección 10: La Redención y los Milagros de Jesucristo, el Hombre-Dios

Catecismo para Niños de Primera Comunión - Lección 10: La Redención y los  Milagros de Jesucristo, el Hombre-Dios



         Doctrina
         ¿Qué es un milagro? Es un hecho extraordinario y sensible, que supera las fuerzas de la naturaleza; esto quiere decir que es algo que puede ser visto por los ojos del cuerpo y puede ser percibido por los sentidos del cuerpo, y que sólo puede hacerse por una intervención especial de Dios (como por ejemplo, la resurrección de un muerto, la curación de un ciego de nacimiento).
         ¿Qué nos demostró Jesús con sus milagros? Nos demostró que Él era Dios Todopoderoso, Señor de las cosas, de los elementos de la Naturaleza, de la vida y de la muerte.
         Ejemplos:
1.     Jesús es Señor de las cosas del mundo: lo demuestra cuando obra la multiplicación de panes y peces: Mc 14, 21.
2.     Jesús es dueño de los elementos de la naturaleza: lo demuestra cuando calma con su sola voz a la tormenta, aquietando el viento y la tempestad: Mc 4, 35.
3.     Jesús es Señor de la vida y de la muerte: lo demuestra cuando devuelve la vida al hijo de la viuda de Naím: Lc 7, 11-17; a la hija de Jairo: Mc 5, 35-44; a Lázaro: Jn 11, 1-44.
         ¿Hay algún milagro más grande que todos los milagros juntos? Sí, hay un milagro que es más grande que todos los milagros juntos, el “Milagro de los milagros” y se llama “TRANSUBSTANCIACIÓN”.
         ¿En qué consiste la TRANSUBSTANCIACIÓN? Consiste en que Jesús convierte las substancias del pan y del vino en su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. Por la TRANSUBSTANCIACIÓN, que se produce en el altar, las ofrendas del pan y del vino se convierten en el CORDERO DE DIOS, es decir, la EUCARISTÍA, en donde late el Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, que posee en su interior todo el infinito Amor de Dios, para comunicarnos ese Amor cada vez que comulgamos.
¿Para qué hizo Jesús los milagros? Para confirmar, con sus obras, que lo que Él decía era verdad. Es decir, Él decía de sí mismo que era Dios; entonces, hacía obras –los milagros- que sólo Dios puede hacer; por lo tanto, si decía que era Dios y hacía obras que sólo Dios puede hacer, entonces, era Dios. Los milagros son la prueba de que Jesús es quien dice ser: Dios Hijo encarnado. Si alguien viene y dice: “Yo Soy Dios”, pero es incapaz de hacer verdaderos milagros –resucitar un muerto, dar la vista a un ciego, el habla a un mudo, devolver la capacidad de oír a un sordo, multiplicar panes y peces, expulsar demonios, etc.-, entonces ese alguien demuestra que lo que dice es falso.
         ¿Qué pasa si alguien no cree en los milagros? Si alguien no cree en los milagros, deja de creer en Jesús como Hijo de Dios. Por eso Jesús les dice a los que lo ven hacer milagros y no creen que Él sea Dios: “Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis; pero si las hago, aunque a mí no me creáis, creed las obras; para que sepáis y entendáis que el Padre está en mí y yo en el Padre” (Jn 10, 37-38). Es decir, Jesús les dice: “Crean en Mí, al menos por los obras que hago”.
         Nota: Jesús realizó la redención de nuestros pecados, sufriendo en su Pasión lo que nosotros merecíamos por ellos, y además, nos concedió el ser hijos adoptivos de Dios por la gracia, y esta es la obra más grande del Amor de su Sagrado Corazón.
1.     Con su doctrina y sus milagros, o sea, con la luz del Evangelio iluminando nuestro entendimiento.
2.     Con sus mandamientos y promesas, inclinando nuestra voluntad hacia el bien, y especialmente,
3.     Con su Pasión y muerte de cruz, sufridas voluntariamente como sacrificio expiatorio –quiere decir que fue castigado como si fuera culpable, aunque Él era Inocente, por ser el Hombre-Dios-, mereciendo así para nosotros la gracia de Dios y la vida eterna.
Durante su vida pública, Jesús no sólo predicó su doctrina, sino que la confirmó obrando multitud de milagros con su propio poder, a diferencia de los santos, quienes hacen milagros, pero no con poder propio, sino con el poder de Dios.







Explicación de las imágenes:


En esta imagen, vemos a Jesús en Cafarnaúm que cura, con su sola palabra, a un paralítico, que había sido llevado delante de Él, postrado en una camilla. Jesús lo curó milagrosamente al decir: “Hijo, tus pecados te son perdonados” (Mc 2, 1-12).



En esta otra imagen, vemos a un santo, el Padre Pío, que realizaba muchos milagros. Los santos obran milagros, como dijimos, con el poder de Dios, que les “presta”, por así decir, su poder, para que los santos puedan hacer los milagros y así aliviar a la gente que sufre. Nadie puede hacer milagros, si Dios no le concede su poder. Sólo Jesús, que es Dios Hombre, puede hacer milagros con su propio poder.
Práctica: Creeré firmemente y confesaré ante todos los hombres que Jesucristo es Dios, y amaré todos sus milagros, hechos por su bondad y amor, especialmente amaré al Milagro de los milagros, la TRANSUBSTANCIACIÓN, la Eucaristía, la conversión del pan y del vino en el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Jesús.
Palabra de Dios: Los milagros confirman la Palabra de Dios; así lo dijo Jesús: “Si no me creéis a Mí (a mis palabras), creed en mis obras (los milagros) que ellos dan testimonio de Mí” (Jn 10, 38). Y como veremos en la lección siguiente, Jesús hizo el milagro de la resurrección de Lázaro para confirmar su misión divina (Jn 11, 42).

Ejercicios bíblicos: Jn 12, 18-19; Mt 14, 20-21; Mc 4, 41.

Nota: Adaptado de El Catecismo ilustrado, de P. BENJAMÍN SÁNCHEZ, Apostolado Mariano, Sevilla3 1997.

martes, 21 de julio de 2015

Catecismo para Niños de Primera Comunión - Lección 9 – Jesucristo, el Hombre-Dios

Catecismo para Niños de Primera Comunión[1] - Lección 9 – Jesucristo, el Hombre-Dios

         Doctrina

         ¿Quién es Jesucristo? Jesucristo es la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, el Hijo eterno de Dios Padre, que naciendo milagrosamente de la Virgen María, se hizo hombre sin dejar de ser Dios y esa es la razón por la cual es el “Hombre-Dios”. Jesucristo es el Salvador del mundo, el Mesías anunciado en el Antiguo Testamento; en Él se cumplen todas las profecías, siendo el enviado de Dios para redimir a la humanidad y conducirla al Reino de los cielos.
¿Para qué se hizo hombre el Hijo de Dios?
1.     El Hijo de Dios se hizo hombre para redimirnos del pecado, para salvarnos del mundo y de la “condenación eterna” (cfr. Misal Romano, Plegaria Eucarística I) y para donarnos la vida divina de la gracia.
-Para redimirnos del pecado: “Jesucristo vino a este mundo a salvar a los pecadores” (1 Tim 1, 15);  “Recibid el Espíritu Santo (…) a los que perdonen los pecados, les serán perdonados; a los que se los retengan, les serán retenidos” (Jn 20, 23).
-Para salvarnos del mundo y de la condenación eterna: “Jesús ha venido para destruir las obras del demonio” (1 Jn 3, 8); “Id y anunciad el Evangelio a todas las naciones; el que crea y se bautice, se salvará, pero el que se niegue a creer, se condenará” (Mc 16, 16).
-Para donarnos la vida divina de la gracia: “Yo he venido para que las almas tengan vida” (Jn 10, 10); “El que coma de este Pan tendrá vida eterna” (Jn 6, 51).
2. El Hijo de Dios también se hizo hombre para anunciarnos el Reino de      Dios: “El Reino de Dios está cerca; arrepentíos y creed en el Evangelio” (Mc 1, 15). Pero Jesús no solo nos anunció que el Reino de Dios está cerca, sino que nos mostró el Camino para ir hacia ese Reino, que es Él mismo: “Yo Soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14, 6) y nos dio la gracia santificante, que nos permite no solo imitarlo, sino ser como Él: “Aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón” (Mt 11, 29).

         Nota: es muy importante saber que Jesús es una Persona histórica –es decir, que existió real y verdaderamente- y que por lo tanto, NO ES un “invento” de las comunidades primitivas cristianas. Toda su vida está documentada por la Sagrada Escritura –que, en este sentido, es un libro de historia-. Puesto que es un ser real y no ficticio o imaginario, podemos saber acerca de toda su vida, leyendo los Evangelios. Según estos, nació en Belén –que significa “Casa de Pan”- milagrosamente de la Virgen María –que por ese hecho se convirtió en Madre de Dios, sin dejar de ser Virgen-, en tiempos del rey Herodes (Mt 2, 1) y pasó 30 años de vida oculta, pobre y laboriosa, en Nazareth (Lc 3, 23) y durante ellos fue un hijo ejemplar, obediente a sus papás terrenos, San José y la Virgen María, “creciendo en edad, sabiduría y gracia ante Dios y ante los hombres” (Lc 2, 52), en el sentido de que cada día daba más muestras al exterior de la ciencia y virtud divinos que poseía, por ser Él la Segunda Persona de la Trinidad. A los 30 años comenzó su vida pública de predicación, recorriendo los pueblos de Palestina, el actual Israel y confirmando su doctrina -que Él era Dios Hijo-, con milagros: “Si no me creéis a Mí, al menos creed las obras que hago” (Jn 10, 38; Jn 14, 20).


Explicación de las imágenes:


         En esta imagen, vemos a Jesús predicando, como lo dice el Evangelio: “Jesús se compadeció de la gente, porque eran como ovejas sin pastor (…) estuvo enseñándoles un largo rato” (Mc 6, 30-34).  A diferencia de los fariseos y de los doctores de la ley, Jesús cautiva a sus oyentes, porque “habla como quien tiene autoridad”, porque Él es la “Sabiduría de Dios Encarnada”. En la figura, señala con el índice hacia el cielo, indicando que es de donde Él ha venido, e indicando la procedencia de su sabiduría. Sólo Jesús tiene “palabras de vida eterna”, y es la razón por la cual, quienes lo escuchan, como los que aparecen retratados en la escena, quedan profundamente conmovidos, porque la Palabra de Dios llega a lo más profundo del ser del hombre. Todos están atentos a las enseñanzas de Jesús; hacen silencio y se acercan para escuchar la Voz del Verbo que habla con labios humanos; pero no solo los hombres quieren escuchar al Verbo de Dios Encarnado: también los ángeles de Dios, que bajan del cielo, como los dos pequeños querubines, que se acercan sigilosamente para escuchar las enseñanzas de Jesús.
Las principales enseñanzas de Jesús son: que debemos ser “mansos y humildes de corazón como Él” (Mt 11, 29); que debemos amar a Dios y al prójimo y sobre todo, que debemos “amar a los enemigos” (Mt 5, 44); que debemos ser misericordiosos con los más necesitados, si queremos entrar en el Reino de los cielos (Mt 25, 35-45); que debemos alimentarnos de la Eucaristía para tener en nosotros la Vida eterna (Jn 6, 56), etc.

         En esta otra imagen, vemos a un sacerdote enseñando el Catecismo, el cual continúa así la predicación y obra de Jesucristo, pues de Él ha recibido la misión de predicar y enseñar las verdades de la fe y la moral cristianas, además de celebrar la Santa Misa, perdonar los pecados en la Confesión, etc. El que escucha al sacerdote, escucha a Dios.
         Pero no solo el sacerdote puede y debe enseñar el Catecismo, sino todo bautizado que esté capacitado. Con respecto al significado de la enseñanza del Catecismo a los niños, dice San Marcelino Champagnat:




         Práctica: Leeré con frecuencia el Evangelio o Buena Nueva para conocer mejor a Jesucristo y ayudaré a otros a que se enteren del Evangelio, pero sobre todo, trataré de vivir según el Evangelio. Pío XII dijo: “Ningún hogar sin el Evangelio”. Papa Francisco: el Evangelio se resume en esta expresión: “Dios nos ama con amor gratuito y sin límites”.
         Palabra de Dios: “Jesucristo vino a este mundo a salvar a los pecadores” (1 Tim 1, 15). “En esto hemos conocido el amor: en que Él dio su vida por nosotros” (1 Jn 3, 16). “Buscad primero el Reino de Dios y su justicia y todo lo demás se o dará por añadidura” (Mt 6, 33).
         Ejercicios bíblicos: Jn 7, 46; Lc 2, 47; Mc 2, 12; Hch 10, 38.



[1] Adaptado de El Catecismo ilustrado, de P. BENJAMÍN SÁNCHEZ, Apostolado Mariano, Sevilla3 1997.

sábado, 18 de julio de 2015

El Evangelio para Niños: Jesús siente tristeza porque la gente parece como ovejas sin pastor



(Domingo XVI – TO – Ciclo B - 2015)

         Jesús ve a la gente que parece “como ovejas sin pastor” y siente tristeza (cfr. Mc 6, 30-34).
         ¿Por qué siente tristeza Jesús por esta gente?
         Para saberlo, veamos qué le pasa a las ovejitas cuando no tienen pastor: no saben dónde ir para conseguir pastos verdes y agua fresca y un lugar para descansar, porque el pastor lo que hace, es guiarlas con su cayado a un buen lugar, así ellas puedan alimentarse, beber agua, descansar y luego regresar al redil, a la casita de las ovejas. Entonces, las ovejitas sin pastor sienten hambre, sed y cansancio, porque no hay un pastor que las guíe. Pero hay otra cosa que les pasa a las ovejas: están solas y no se pueden defender, entonces los asaltantes y ladrones de ovejas, vienen y se roban todas las que encuentran, y por eso las ovejitas tienen miedo. Y hay otra cosa más todavía: cuando no hay pastor, no hay perro guardián –generalmente son los ovejeros alemanes los que cuidan a las ovejas- y entonces se acerca el lobo, que siente en el aire el olor a las oveja y viene para devorárselas a todas, con sus colmillos largos, gruesos y afilados, que trituran la carne tierna de las pobres ovejitas. Otra cosa que les puede pasar a las ovejitas sin pastor, es que se caigan por el barranco, quebrándose sus patitas y quedando a merced del lobo, que las ataca sin piedad, porque no puede escapar para defenderse.
         Esas ovejitas somos nosotros, cuando estamos sin Jesús, porque Jesús es el Buen Pastor, Él es el Sumo y Eterno Pastor, que nos conduce, con el cayado de la cruz, a un lugar en donde hay algo más hermoso que pastos verdes, agua  fresca, y un lugar para descansar: con el cayado de la cruz, Jesús nos conduce al Reino de los cielos, a la Casa de su Papá, que también es nuestra casa. También, como Buen Pastor que es, Jesús impide que caigamos en el barranco, porque Él nos conoce y nos llama por nuestro nombre, y cuando ve que estamos por acercarnos a un peligro, nos llama por nuestro nombre, para que no sigamos en esa dirección. Además, Jesús, con el cayado de su cruz y con su sacrificio en cruz, vence al Lobo del infierno, el demonio, y ahuyenta a los falsos pastores, que solo quieren aprovecharse de la lana y de la carne de las ovejas.

         Y finalmente, Jesús hace otra cosa: se pone a “enseñarles” a las ovejas sin pastor, dice el Evangelio. ¿Y qué les enseña? Que Él es el Hombre-Dios, que ha venido para dar su vida en la cruz por todos y cada uno de nosotros; que está Presente en la Eucaristía, esperando que lo vayamos a visitar, y que Él, como Buen Pastor que es, nos conduce, con el cayado de la cruz, a un lugar hermoso, más allá de las estrellas, más allá de esta vida, y es la Casa de su Papá, el Reino de los cielos, en donde reina el Amor y la Paz de Dios. Jesús, Buen Pastor, nos enseña el camino a la vida eterna y ese camino es a través de su cruz.

domingo, 12 de julio de 2015

El Evangelio para Niños: “Jesús envía a sus Apóstoles a misionar”


(Domingo XV – TO – Ciclo B – 2015)

         ¿Qué hace Jesús en este Evangelio? Envía a sus Apóstoles “de dos en dos”. ¿A qué cosa? “A misionar”. ¿Y qué es misionar? Es anunciar la Buena Noticia de la llegada del Reino de Dios entre los hombres. ¿Y qué les da para misionar? ¿Dinero? No, no les da dinero. Al contrario, les dice que no lleven dinero, ni alforjas, ni túnicas, ni siquiera un par de sandalias para cambiarse. No les da cosas materiales. Les da algo mucho más que cosas materiales: les da su poder de Dios, porque les da la gracia de poder curar enfermos y de poder expulsar demonios.
         Pero también les dice algo: si alguien no los recibe, ni los quiere escuchar, tienen que hacer algo: “sacudir hasta el polvo de los pies”. Eso quiere decir que esa persona no quiso recibir la Buena Noticia de Jesús y por lo tanto, se quedará, por su culpa, sin la gracia de Jesús; se quedará sin Jesús y sin todo lo que Jesús quería darle: Amor, paz, bondad, luz, sabiduría, y todo lo que Jesús es y tiene para dar. ES LO QUE PASA HOY CON LOS QUE NO VIENEN A  MISA. Esto es lo que sucede con todos aquellos que, domingo a domingo, en vez de venir a misa, cierran sus oídos a lo que la Iglesia les dice y, en vez de acudir a la Iglesia a recibir a Jesús, prefieren atender sus asuntos, cualquiera que estos sean –fútbol, política, paseo, descanso, amigos, shopping, paseos, cualquier cosa, menos la misa y la eucaristía del domingo-; así, se quedan sin Jesús y sin todos los regalos de amor que Jesús tenía pensados darles, por culpa propia. También para ellos es como si Dios “sacudiera hasta el polvo de sus pies”, porque no quieren escuchar la voz de la Iglesia que les dice que tienen que asistir a Misa los domingos y cumplir los Mandamientos, porque anteponen el fútbol y sus asuntos antes que la Eucaristía y los asuntos de Dios.

         No seamos como estos, que por culpa propia, por no querer recibir a Jesús, por falta de amor a Jesús, prefieren el fútbol y sus propios intereses, antes que recibir a Jesús en la Eucaristía. Hagamos en cambio como la Virgen, que ante el anuncio del Ángel, como amaba tanto a Dios, dijo al ángel: “Hágase en mí según tu voluntad”. También nosotros, cuando sepamos que la voluntad de Dios es que recibamos a su Hijo todos los domingos en la Eucaristía y que vivamos sus mandamientos, no antepongamos esta voluntad a nada, para que Dios no tenga que sacudir “hasta el polvo de sus sandalias” en testimonio contra nosotros.

domingo, 5 de julio de 2015

El Evangelio para Niños: “Jesús no puede hacer muchos milagros porque no creen que Él sea Dios”



(Domingo XIV – TO – Ciclo B - 2015)

El Evangelio de hoy nos dice que Jesús “va a su pueblo con sus discípulos” y luego va a la sinagoga a enseñar. Pero después, cuando Él quiere hacer milagros, no puede, porque los habitantes del pueblo, que lo conocían a Él desde niño, no creen en Él.
¿Qué es el milagro? El milagro es algo que sólo Dios puede hacer; es una obra que sólo Dios puede hacer, porque se necesita el poder, la sabiduría y el Amor de Dios para hacerlo. Por ejemplo, una curación milagrosa, multiplicar panes y peces, devolver la vista a un ciego, resucitar muertos. Todas estas cosas, son cosas maravillosas, pero que sólo Dios puede hacer; estas cosas maravillosas se llaman “milagros”, y decimos que sólo Dios las puede hacer, porque se necesita un poder infinito –eso se llama “Omnipotencia”-; se necesita saber muchísimo –eso se llama “Sabiduría”- y se necesita querer hacerlo sólo por amor –y eso se llama “Amor”-, y todo esto sólo está en Dios. El hombre no puede hacer milagros, a menos que Dios le dé su poder para hacer milagros, y esto es lo que sucede con la Virgen y los santos, que sí pueden hacer milagros, pero con el poder de Dios. El demonio no puede hacer milagros verdaderos; sólo hace milagros falsos, que engañan, como si fueran trucos de magia. Sólo Dios puede hacer milagros verdaderos.
Y de todos los milagros de Dios, hay uno que sobresale, por ser el más maravilloso y hermoso de todos: el milagro de la conversión del pan y del vino en el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Jesús. Este milagro se llama “transubstanciación”, y es producido por el mismo Jesús, a través del sacerdote, en la Santa Misa, por medio de las palabras de la consagración. No hay milagro más grande y maravilloso que éste, en el que Jesús convierte un simple pan y un simple vino, en su Cuerpo y Sangre, para luego venir a nuestros corazones por la comunión eucarística y darnos todo el Amor de su Sagrado Corazón Eucarístico.
¿Qué se necesita para creer en un milagro? Querer creer. ¿Es importante creer en los milagros de Jesús? Sí, es importante, porque el que cree, recibe de Jesús muchos milagros en su vida, pero el que no cree, no deja que Jesús obre milagros en su vida.

Si queremos que Jesús obre milagros en nuestras vidas, entonces no seamos como los habitantes del pueblo de Jesús, que no creían en Jesús. Si queremos que Jesús obre milagros maravillosos en nosotros, entonces creamos que Él es Dios, el Hijo de Dios y que puede hacer milagros, porque tiene el poder para hacerlo. Y quedaremos sorprendidos por los milagros que hará en nuestras vidas.