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Rosario meditado para niños - Misterios Luminosos


Misterios Luminosos
Primer misterio Luminoso: El Bautismo de Jesús en el río Jordán.
Jesús es bautizado en el Jordán
Pasaje del Evangelio: Mt 3, 13-17
Este misterio se llama “El Bautismo de Jesús en el Jordán”, y nos acordamos de cuando Juan el Bautista, que era primo de Jesús, lo bautizó en el Jordán. Jesús no necesitaba ser bautizado, porque Él es Dios, pero se dejó bautizar, para que nosotros sepamos qué pasa cuando nos bautizan: el Espíritu Santo vuela, invisible, como una paloma, así como voló cuando Jesús se bautizaba, y Dios Padre nos adopta como hijos, diciéndonos: “Ustedes son mis hijos amados”, así como le dijo a Jesús: “Éste es mi Hijo muy amado”.
En el Bautismo, recibimos al Espíritu Santo, que se queda, como una palomita muy pequeñita, en el corazón, a vivir dentro de él. Pero así como una palomita, si le estamos dando de comer en la plaza, se asusta y vuela si alguien grita, o corre, así la dulce paloma del Espíritu Santo, que hace su nido en el corazón, sale volando cuando en ese corazón hay impaciencia, enojos, gritos, egoísmo, pereza. El Espíritu Santo, que viene al corazón como una palomita blanca y hermosa, quiere quedarse ahí para siempre, convirtiendo nuestro cuerpo en templo suyo. Por eso el cuerpo, que es el templo del Espíritu Santo, tiene que estar siempre limpio, bien perfumado, y bien puro, con la limpieza, el perfume y la pureza de la gracia.
Rezo de la decena: un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Jaculatoria al finalizar: “Oh Jesús mío, perdona nuestras culpas, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas, y socorre especialmente a las más necesitadas de tu infinita misericordia. Amén”.
Segundo misterio Luminoso: Jesús hace un milagro en una fiesta de casamiento: convierte el agua en vino.
Jesús convierte el agua en vino en Caná de Galilea
Pasaje del Evangelio: Jn 2, 1-12
Meditación:
Este misterio se llama: “La conversión del agua en el vino en las bodas de Caná”, y aquí nos acordamos de cuando a Jesús y la Virgen los habían invitado a una fiesta de casamiento. Estaban en la fiesta, y como había muchos invitados, pasó que se acabó el vino. La Virgen se dio cuenta de lo que había pasado, y entonces le dijo a Jesús: “Hijo, se les terminó el vino”. Jesús no quería hacer un milagro, porque todavía no era la hora que el Padre le había dicho para que empezara a hacer milagros, y por eso le contestó a su Mamá que ellos eran invitados y que no tenían porqué ocuparse del vino. Pero la Virgen le insistió a Jesús, y Jesús, a pesar de que no quería hacer el milagro, terminó haciéndolo, por pedido de su Mamá, para darle el gusto a Ella. Al final, trajeron unas vasijas enormes de agua, y Jesús, con su poder de Dios, convirtió el agua en vino, y en un vino del mejor.
¿Qué podemos aprender de las bodas de Caná? Por un lado, que cuando la Virgen le pide algo a Jesús, por más difícil que sea, y aunque Jesús no quiera hacer el milagro, sólo porque lo pide Ella, lo termina haciendo. Por eso tenemos que rezarle siempre a la Virgen, para que Ella nos alcance, del Corazón de su Hijo, todas las gracias que necesitemos, y también todos los milagros que sean necesarios para llegar al cielo, a la vida eterna.
La otra cosa que tenemos que aprender, es que Jesús convirtió el agua en vino para que nosotros sepamos que en la Santa Misa también se produce un milagro parecido, pero mucho, mucho más hermoso: se convierte el vino en la sangre de Jesús.
Así como Jesús convirtió el agua en vino, así Jesús también convierte, con su poder, el vino en su Sangre, en la Santa Misa. Pidamos en este misterio maravillarnos del milagro de Caná, pero sobre todo, del milagro de la Misa.
Rezo de la decena: un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Jaculatoria al finalizar: “Oh Jesús mío, perdona nuestras culpas, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas, y socorre especialmente a las más necesitadas de tu infinita misericordia. Amén”.
Tercer misterio Luminoso: La predicación del Reino y el llamado a la conversión.
Jesús predica el Reino de Dios,
que es caridad, misericordia, amor, justicia
Pasaje del Evangelio: Mt 4, 23-25
Meditación:
Este misterio se llama: “Jesús sale a predicar el Reino de Dios y llama a la conversión”. En este misterio vemos a Jesús que sale con sus Apóstoles a predicar, a pie, por los caminos de tierra de Palestina, pasando hambre, frío, calor, sed, cansancio, por todos nosotros. Agradezcamos siempre a Jesús, que por nosotros pasó hambre, sed, cansancio, y soportó el calor del día y el frío de la noche. Jesús predicaba que el Reino de Dios había llegado, y que para entrar en ese Reino, había que tener caridad y misericordia para con todos.
Pero además de anunciar la hermosa noticia de que el Reino de Dios, que está en los cielos, había llegado a la tierra, Jesús llamaba a la “conversión”. ¿Qué quiere decir “conversión”? Para saber qué es, tomemos la imagen de una flor que se llama “girasol”: durante la noche, está caído, vuelto hacia la tierra, pero cuando aparece la estrella más grande, que se llama “Estrella de la mañana”, el girasol comienza a levantarse hacia el cielo, y cuando sale el sol, lo mira y lo sigue por todo el recorrido que el sol hace en el cielo. Así es nuestro corazón: sin la conversión, es decir, sin Jesús, nuestro corazón mira hacia la tierra, hacia las cosas bajas, muchas de ellas malas; pero cuando aparece en el alma la Estrella de la mañana, la Virgen María, se levanta y comienza a mirar hacia arriba, hasta que aparece el Sol de justicia, que es Jesucristo, y entonces ahí el corazón, que se queda encantado y loco de contento porque está mirando a Jesús, sigue a Jesús, que es el Sol de Dios, por donde Él va. Pidamos en este misterio que nuestro corazón sea como un girasol, es decir que, con la ayuda de la Virgen, se convierta, que quiere decir que esté mirando todo el tiempo a Jesús.
Rezo de la decena: un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Jaculatoria al finalizar: “Oh Jesús mío, perdona nuestras culpas, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas, y socorre especialmente a las más necesitadas de tu infinita misericordia. Amén”.
Cuarto misterio Luminoso: La Transfiguración en el Monte Tabor
Jesús deja salir la luz de su cuerpo en el Monte Tabor
Pasaje del Evangelio: Mt 17, 1-13
Meditación: Este misterio se llama: “La Transfiguración de Jesús”, y nos acordamos aquí de cuando Jesús, acompañado de Pedro, Santiago y Juan, subió a un Monte que se llama “Tabor”, y cuando estaba ahí, Él hizo salir una luz de dentro suyo, y así su rostro, sus manos y sus pies, y toda su ropa, se volvieron blancos como la luz. La luz que salía de Jesús alumbraba todo, y era más fuerte y brillante que el sol, pero además, concedía mucha paz y provocaba una gran alegría a los que estaban cerca de Jesús, tanto es así, que Pedro quería quedarse para siempre ahí.
¿Por qué Jesús hizo salir esa luz desde dentro suyo, en el Monte Tabor? Porque dentro de poco, Él iba a subir a otro monte, el Monte Calvario, y cuando subiera ahí y fuera crucificado, nadie lo iba a reconocer, nadie se iba a dar cuenta que era Él, porque iba a estar todo lleno de golpes, de heridas, de machucones, de lastimados, de moretones, y en vez de salir luz de rostro, de sus manos y de sus pies, iba a salir sangre, por la corona de espinas y por los clavos de hierro.
Entonces Jesús deja que salga luz de su cuerpo en el Monte Tabor, para que sus amigos se acuerden de Él en el Monte Calvario, en la cruz.
¿Dónde queremos estar: en el Monte Tabor, donde Jesús no sufre, o en el Monte Calvario, donde Jesús sufre y está solo, acompañado únicamente por su Mamá, la Virgen? ¡Jesús, queremos estar contigo en el Monte Calvario, en la cruz!
Rezo de la decena: un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Jaculatoria al finalizar: “Oh Jesús mío, perdona nuestras culpas, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas, y socorre especialmente a las más necesitadas de tu infinita misericordia. Amén”.
Quinto misterio Luminoso: La institución de la Eucaristía.
Jesús nos deja en la Eucaristía
su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad
Pasaje del Evangelio: Mt 26, 26-29
Meditación: Este misterio se llama: “La institución de la Eucaristía”, y nos acordamos de cuando Jesús, en el Jueves Santo, antes de subir a la cruz, estaba cenando con sus discípulos, y nos dejó ese regalo tan hermoso que es la Eucaristía.
¿Qué cenaban en la Última Cena? En la Última Cena, Jesús y sus discípulos cenaban esta comida: carne de cordero asado, pan sin levadura, hierbas amargas, y vino. ¿Y qué pasó cuando estaban cenando? Jesús les dijo, mostrándoles el pan: “Tomen y coman, esto es mi Cuerpo”, y después, mostrándoles el vino, les dijo: “Tomen y beban, esta es mi Sangre”. De esta manera, Jesús dejó su Cuerpo en la Hostia consagrada, y su Sangre, en el Vino consagrado. Y como Jesús es Dios, con su Cuerpo y con su Sangre, nos dejó su Alma y su Divinidad, es decir, todo Él, todo para nosotros. Lo que hizo en la Última Cena es lo mismo que hizo en la cruz: entregó su Cuerpo y derramó su Sangre, y todo lo hizo por amor a nosotros, para quedarse con nosotros hasta el fin de los tiempos, hasta el Último Día. La Eucaristía entonces no es un simple pancito bendecido: es el Cuerpo y la Sangre, el Alma y la Divinidad de Jesús, que es Dios hecho hombre sin dejar de ser Dios.
Comulgar la Eucaristía no es comulgar un poco de pan sin levadura: es comulgar el Cuerpo de Cristo, es estar unidos a Él, es entrar dentro de su Corazón. Cuando comulguemos, no estemos nunca distraídos, porque el que entra dentro de nuestro corazón es el mismo Jesús, que quiere encendernos en el fuego del Amor de Dios.
Rezo de la decena: un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria.
Jaculatoria al finalizar: “Oh Jesús mío, perdona nuestras culpas, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas, y socorre especialmente a las más necesitadas de tu infinita misericordia. Amén”.