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viernes, 15 de octubre de 2010

Le pidamos a nuestro Ángel Custodio que nos enseñe a comulgar y a recibir a con mucho amor a Jesús en la Hostia


-¿Alguien sabe qué es Portugal?

-El país donde se apareció la Virgen.

-¿Y dónde queda Portugal? Es muy fácil: nosotros estamos acá, después viene el mar, y después del mar, aparece Portugal. Y pegadito, al lado, está otro país muy lindo, que se llama España.

Bueno, la cosa es que ahí, en Portugal, se apareció la Virgen, hace mucho, a tres pastorcitos: Lucía, Jacinta y Francisco. Pero además se les apareció un ángel, que parecía como un joven de catorce o quince años, y estaba vestido como con un traje de luz blanca, muy brillante, y venía volando del cielo.

¡Qué hermoso que se nos aparezca un ángel! ¿A quién no le gustaría ver a su ángel custodio? Nos imaginamos la sorpresa y la alegría de los pastorcitos al ver al ángel. ¿Qué les habrá dicho el ángel? ¿Cuántas veces se les apareció en total?

Como no estuvimos en ese momento, los pastorcitos nos cuentan cómo fueron esas apariciones: en total, el ángel se les apareció tres veces, y fueron así: en la primera vez, les dijo: “No teman. Soy el Ángel de la Paz. Recen conmigo”. Después se arrodilló en la tierra, se inclinó, tocó el suelo con la frente, y dijo: “Dios mío, Yo creo, espero, Te adoro y Te amo. Te pido perdón por los que no creen, no esperan, no Te adoran y no Te aman”. El Ángel repitió la oración tres veces, después se levantó y les dijo: “Recen de esta manera. Los corazones de Jesús y María están atentos a sus súplicas”. Y se fue.

En la segunda aparición, el Ángel les dijo: “Yo soy el Ángel de su guardia, el Ángel de Portugal. Sobre todo, acepten y soporten con sumisión el sufrimiento que el Señor les envíe”.

En la tercera aparición, el Ángel, que venía volando, traía esta vez un cáliz en una mano, y una hostia en la otra. Repitió tres veces esta oración: “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, yo os ofrezco el preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los sacrilegios, ultrajes e indiferencias con los cuales Él Mismo es ofendido. Por los méritos infinitos de su Sacratísimo Corazón y de los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”.

Después de decir esta oración, el Ángel le dio la Hostia a Lucía y les hizo beber del Cáliz a Jacinta y Francisco. Volvió a repetir la oración y se marchó.

Entonces, según cuentan los pastorcitos, el Ángel se les apareció, les enseñó unas oraciones antes de comulgar, y después les dió la comunión. Es decir, el Ángel Custodio les enseñó a comulgar, porque les dijo cómo tenían que preparar sus corazones para la comunión: el corazón, para comulgar, tiene que estar atento a Jesús, que viene en la Hostia, tiene que recibirlo con mucho amor, y tiene que pedir perdón por los que no lo quieren recibir.

Así tenemos que hacer nosotros, como los pastorcitos de Fátima, cada vez que vayamos a recibir la Comunión: primero, pedirle a nuestro Ángel custodio que nos acompañe a comulgar, y que prepare nuestro corazón para recibir a Jesús; después, rezar alguna de las oraciones que les enseñó el Ángel Custodio de Portugal a los niños, y por último, hacer un acto de adoración a la Santísima Trinidad, arrodillándonos, primero con el corazón y después con el cuerpo, delante de Jesús en la Eucaristía.

Cada vez que vayamos a comulgar, entonces, nos acordemos del Ángel Custodio de Portugal, y le pidamos a nuestro propio Ángel Custodio que nos enseñe a comulgar y a recibir con mucho amor a Jesús en la Hostia.

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