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miércoles, 15 de diciembre de 2010

¿Cómo es el Niño que nació en Belén?


Es Navidad, el Niño ya nació. ¿Cómo es ese Niño? Acerquémonos al Pesebre, para ver cómo es el Niño que nació en Belén.

Ese Niño, el Niño de Belén, recién nacido, es como todo recién nacido: pequeño, con la piel rosada y frágil, delgada como un papel. Pero ese Niño tan frágil, tan necesitado de todo, es a la vez el Dios Omnipotente, el Dios Todopoderoso, el Dios que va a venir al fin del mundo con poder y gloria para juzgar a los hombres.

Ese Niño llora, como todo recién nacido, porque tiene hambre y frío, pero ese Niño que tiene hambre, es el que después entregará su carne como comida para el hombre, porque su carne es la carne del Cordero de Dios, y la entregará en el Banquete del Reino, la Santa Misa, asada en el fuego del Espíritu Santo.

Ese Niño llora porque tiene frío, porque nació una noche en donde hacía mucho pero mucho frío, pero su Corazón es como un horno ardiente de Amor, porque es el Amor mismo de Dios.

Ese Niño llora, como todo recién nacido, pero llora también porque los hombres lo rechazan a Él, que es Dios, pero ese Niño es el que después, en el cielo, va a hacer desaparecer el llanto, porque en el cielo, a su lado, sólo hay alegría y canto.

Ese Niño está desprotegido y abre sus bracitos en el Pesebre, y los abre para que nosotros lo levantemos en brazos, y lo protejamos, así como se protege a un recién nacido, pero ese Niño es el que después, cuando sea grande, abrirá sus brazos en la cruz, para proteger a toda la humanidad del dragón del infierno, y para llevar a toda la humanidad al encuentro con Dios Padre.

Ese Niño nace en Belén, que en hebreo quiere decir “Casa de Pan”, y ése Niño es el que después, cuando sea grande, y antes de subir a la cruz para morir por nosotros, deje en su Iglesia la Eucaristía, que es el Pan de Vida eterna.

Ese Niño, el Niño de Belén, que nació en una cueva oscura y fría, donde dormían los animales, vino para llevarnos a las casas de luz que Dios Padre tiene preparadas para nosotros en el cielo, y en donde hay cantos, alegría, y fiesta para siempre, porque ahí en el cielo está Dios, que es Amor Puro.

Ese Niño, el Niño de Belén, ¿para qué vino a este mundo? Ese Niño, que tuvo que nacer en una cueva, porque no había lugar para Él en las casas, y porque no había amor en los corazones de los hombres, vino a darnos su Amor, que es el Amor de Dios.

Ese Niño, el Niño de Belén, que es Dios, se apareció a los pastores y a los Reyes Magos como un niño, y ahora, a nosotros, el Niño de Belén, que es Dios, se nos aparece como Eucaristía, como Hostia Santa, como Pan Vivo bajado del cielo.

jueves, 9 de diciembre de 2010

Le prometamos al Niño de Belén que vamos a tratar de ser cada vez más buenos


Antes de nacer en Belén, Jesús era Dios, porque Él es el Hijo de Dios, y Él, como Dios, vivía en el cielo, muy alegre y feliz, junto a su Padre y al Espíritu Santo. Él era dueño de todos los planetas, de todas las estrellas, de todos los soles, porque Él era el Creador de todo lo que existe, de todo lo visible y de lo invisible, y no tenía necesidad de nada, porque todo era de Él, y eran de Él también los ángeles, que estaban siempre al lado suyo, cantándole cantos muy hermosos.

Antes de nacer en Belén, Jesús vivía desde siempre junto a su Padre y al Espíritu, en los cielos, y no tenía necesidad de nada ni de nadie, porque era inmensamente feliz y alegre.

Pero cuando Él nació en Belén, desde que fue concebido por el Espíritu en el vientre de María, empezó a sufrir, porque como era Dios, sabía, desde que entró en la panza de la Virgen, que iba a morir en cruz. Pero sufrió también porque cuando nació, no vino a este mundo en un palacio de oro y de mármol, sino que vino a nacer en una cueva, oscura y fría, que servía de refugio a los animales cuando hacía frío.

Ya desde su Nacimiento, Jesús sufrió mucho, porque apenas nació, empezó a sentir hambre y frío, algo que Él nunca había sentido, porque Él era Dios, y con su Padre y su Espíritu, no tenía necesidad de nada.

Todo lo que sufrió Jesús, lo sufrió por nuestro amor, porque Él vino a este mundo para entregar su vida en la cruz por amor a nosotros, para que nosotros nos salváramos, y fuéramos al cielo.

Cuando veamos el Pesebre, nos acordemos todo lo que el Niño sufrió por nosotros, ya desde que nació, y nos acordemos que ese Niño, cuando creció y fue grande, subió a la cruz por nosotros, para entregarnos su Cuerpo y su Sangre, y con su Sangre su Alma, y con su Alma, su Amor de Hombre-Dios.

Cuando veamos el Pesebre, nos acordemos que ese Niño, que extiende sus bracitos en la cuna, cuando fue grande, extendió sus brazos en la cruz, para abrazarnos a todos con el abrazo de Dios, y así llevarnos al cielo.

Cuando veamos al Niño Dios en el Pesebre, nos acordemos que ese Niño, cuando fue grande, llevó una corona de espinas por amor a nosotros, y entonces, le prometamos que vamos a tratar de portarnos bien y de ser cada vez más buenos, porque de esa manera vamos a hacer como si le sacáramos una espina de la cabeza.

Le prometamos al Niño de Belén que vamos a ser como ese pajarito que, según la leyenda, quería sacar las espinas de la Sagrada Cabeza de Cristo: dice una leyenda que cuando Jesús estaba en la cruz, vino un pajarito y se posó sobre su Cabeza, llena de espinas, gruesas y duras, que le hacían salir mucha sangre de su Cabeza y que le hacían doler mucho. Al pajarito le dio tanta pena, que se puso a tratar de sacar las espinas de la Cabeza de Jesús, y cuanto más quería sacarlas, más su pecho se teñía de rojo con la Sangre de Jesús.

Cuando veamos al Niño de Belén, nos acordemos de cómo sufrió, desde que nació hasta que murió en cruz, para darnos su Amor, y nos acordemos de ese pajarito que quiso sacarle las espinas, para que no sufriera tanto, y le prometamos, al Niño de Belén, que vamos a tratar de ser cada día más buenos.

martes, 30 de noviembre de 2010

En Navidad, tratemos de ser santos y puros, como la Virgen


Ya se acerca la Navidad, y por eso nos preguntamos: ¿cómo podemos esperar la Navidad? Veamos a la Virgen, y así como es Ella, así tratemos de ser nosotros. La Virgen es nuestra Madre, y por eso, como hijos suyos, tenemos que parecernos a nuestra Madre.

¿Cómo era la Virgen cuando nació Jesús? La Virgen era “Inmaculada”, y esto quiere decir “sin mancha”. Es decir, la Virgen no tenía ninguna mancha en su alma, porque no tenía pecado, y como la Virgen no tenía ningún pecado, su alma no tenía ninguna mancha, y eso es lo que quiere decir "Inmaculada": sin mancha de pecado.

Pero también era la “Llena de gracia”, porque el Espíritu Santo, que es esa palomita blanca que aparece en la Biblia, vivía en su Corazón, y como el Espíritu Santo es el Amor y la santidad de Dios, la Virgen estaba Llena del Amor y de la santidad de Dios. Esto quiere decir que la Virgen nunca, pero nunca, pensó ni deseó nunca nada malo, ni siquiera la mentirita más pequeña. La Virgen nunca, pero nunca, ni pensó, ni deseó, ni hizo nada malo, por más pequeño que sea, porque no tenía pecado, y porque el Espíritu Santo vivía siempre en su Corazón, y nunca se fue de su Corazón, porque el Espíritu Santo se sentía muy a gusto ahí. ¿Vieron cuando las palomas hacen su nidito y se quedan ahí, porque están abrigaditas y contentas? Bueno, así era la Paloma del Espíritu Santo en el Corazón de la Virgen: como una palomita blanca, en su nidito, tranquila y feliz, y por eso nunca se iba del Corazón de la Virgen.

La Virgen entonces era “Inmaculada”, que quiere decir “sin mancha de pecado”, y era la “Llena de gracia”, porque el Espíritu Santo, la Palomita blanca del Amor de Dios, estaba siempre en su corazón. Y por estas dos cosas, nunca, pero nunca, ni pensó, ni quiso, ni hizo nada malo, y no sólo eso, sino que siempre pensó en Dios, amó a Dios, y todo lo que hizo, lo hizo por Dios.

Y porque la Virgen era así, tan hermosa, porque era tan pura y buena, Dios mismo se enamoró de la Virgen, y la eligió para que sea la Mamá de su Hijo, y le pidió a Dios Espíritu Santo que lo llevara a Jesús al vientre de María, para que naciera en Belén, la Noche de Navidad. Dios vio que la Virgen era tan hermosa, tan bonita, y se quedó tan contento con Ella, que quiso que su Hijo Dios, que es Jesús, fuera recibido por Ella cuando naciera en Belén.

Dios Hijo nació de la Virgen porque la Virgen era Pura y Santa, porque era la Llena de gracia, la Llena del Espíritu Santo.

Así, como era la Virgen cuando nació Jesús –y lo sigue siendo para siempre-, así tenemos que tratar de ser nosotros: puros de cuerpo y alma, y santos, con la gracia de Dios en el alma, para que también nazca en nosotros el Hijo de Dios, la Nochebuena.

jueves, 25 de noviembre de 2010

La Navidad no es esperar a Papá Noel; no es recibir regalos; no es comer cosas ricas


Hoy entramos en la Iglesia en una parte que se llama “Adviento”, una palabra rara que quiere decir que alguien “viene”. ¿Y quién viene, y adónde? El que viene, es Jesús, y viene a nacer en el altar, y en nuestro corazón. Por eso el “Adviento” es el tiempo en el que nos preparamos para festejar la Navidad, que es el Nacimiento del Hijo de Dios, Jesús.

En este tiempo, tenemos que empezar a pensar mucho, cada vez más, en el Niño Dios, que está por nacer: nos tenemos que preparar para la Navidad, para su Nacimiento.

Hace mucho, cuando Jesús iba a nacer en Belén, habían muchos judíos buenos que lo esperaban, porque habían leído las Escrituras, que decían que iba a nacer el Mesías. Y como ellos eran buenos y amaban a Dios y a sus prójimos, esperaban muy contentos que naciera el Niño Jesús.

Nosotros en Adviento tenemos que ser como esos judíos buenos: esperar la Navidad, que es el momento en el que va a nacer el Niño Dios, y para esperarlo, tenemos que prometerle a Jesús que vamos a tratar de ser cada día más buenos. Y no puede ser de otra manera, porque Jesús, que es muy bueno, que tiene un corazón puro y lleno de amor, no puede ser recibido por los que se portan mal. Entonces a todo este tiempo de Adviento, tenemos que vivirlo en la espera del Niño Dios, y para eso, preparamos nuestro corazón con obras buenas, con penitencia, y con mucha oración.

Cuando llegó el Niño Jesús, hace mucho tiempo, los pastores lo recibieron con alegría, y los Reyes Magos, le regalaron oro, incienso y mirra, que son perfumes muy ricos y muy caros. Nosotros también tenemos que hacer como los pastores: estar muy contentos y muy alegres, no por los regalos, sino porque el Niño Dios va a nacer, y tenemos que hacer como los Reyes Magos, y darles el oro de las buenas obras, el incienso de la oración, y la mirra de la pureza del cuerpo y del alma.

Pero también hay algo que tenemos que saber, porque puede ser que por la televisión y en la calle la gente nos diga que la Navidad no es esperar al Niño Dios, sino esperar a Papá Noel, y recibir regalos y comer cosas ricas.

Muchos nos quieren hacer creer que la Navidad es esperar que baje por la chimenea un señor vestido de rojo, que viene volando por los cielos, en un trineo tirado por renos, para que ese señor, al que le llaman “Papá Noel”, nos dé regalos de su bolsa; la Navidad es esperar al Niño Dios, que viene del cielo, y entra en este mundo a través de su Madre, la Virgen, para hacernos el regalo de su Amor de Dios; muchos quieren hacernos creer que la Navidad es recibir regalos, como juguetes, ropa, perfumes, o cosas lindas, pero la Navidad es recibir el regalo del Amor de Dios, que es invisible, y que llega al corazón; muchos nos quieren hacer creer que la Navidad es comer cosas ricas, como pavo asado o pollo al horno, seguido después de turrones, almendras, y muchas otras cosas ricas, pero nosotros sabemos que la comida más rica es la Eucaristía que se da en la Misa, porque ahí está la carne del Cordero de Dios, Jesús resucitado. Muchos quieren hacernos creer que la Navidad es salir a bailar, y a festejar, pero nosotros sabemos que la Fiesta principal y única, es la Santa Misa, en donde viene, invisible, el Niño Dios sobre el altar.

Si muchos quieren hacernos creer que la Navidad es esperar a Papá Noel, o comer cosas ricas, o recibir regalos y festejar mucho, nosotros tenemos que saber que eso no es la Navidad: la Navidad no es Papá Noel; la Navidad no es comer cosas ricas; la Navidad no es recibir regalos; la Navidad no es salir a festejar: la Navidad es esperar el Nacimiento del Niño Dios, en la Santa Misa, con un corazón puro, con obras de amor a los papás, a los hermanos y amigos, y con oración, todos los días.

De todos estos regalos que le podemos dar al Niño Dios, el más importante de todos, y el principal, es el amor de nuestro corazón: si falta el amor, nada de lo otro tiene valor. Y al revés, si hay amor, todo lo otro se agiganta, y todos nuestros regalitos que le hagamos al Niño Dios, si se los damos con amor, se vuelven más grandes.

Y como el amor a Dios se muestra en el amor a los papás, a los hermanos, a los amigos, y a todos, entonces tengo que demostrar ese amor con obras buenas, comenzando en la casa, y luego en la escuela, en el barrio, en cualquier lugar.

jueves, 18 de noviembre de 2010

Hora Santa para Niños y Jóvenes en Navidad


-Entramos silenciosamente en el Oratorio. Hacemos silencio hacia fuera, no hablamos con nadie, pero antes que nada, hacemos silencio hacia dentro, tratando de no pensar en otra cosa que no sea Jesús.
No vemos a Jesús, ni lo oímos, pero Él sí nos ve y nos oye: Él lee nuestros pensamientos, antes de que los pensemos, y lee los movimientos del corazón, antes de que el corazón se mueva. Con el pensamiento y con el corazón le decimos a Jesús Eucaristía, desde que entramos, que lo queremos mucho.

Nos arrodillamos, y nos persignamos: “Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos líbranos Señor Dios Nuestro, en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén”.

-Inicio: Canto de entrada: Cantemos al Amor de los amores.

-Oración de NACER: “Dios mío, Yo creo, espero, Te adoro y Te amo, Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni Te aman” (Tres veces).

-Oración para comenzar la adoración: Querido Jesús Eucaristía, cuando está cerca el día de la Navidad, venimos a visitarte a Tu Santuario, así como fueron a visitarte los pastorcitos y los Reyes Magos cuando Tú naciste de la Virgen en Belén. Te queremos pedir muchas cosas, pero lo primero que Te queremos pedir, es que envíes desde el cielo Tu Luz y Tu Amor para todos los hombres, para que todos Te conozcan y Te amen aquí en la tierra, y después para siempre, en la eternidad.

-Silencio de tres minutos: Ahora hacemos silencio, por fuera y por dentro, y aprovechamos para hablarle a Jesús con el corazón. Nos olvidemos de todo problema, porque estamos delante del Gran Rey y Dios Jesús Eucaristía. Aprovechemos para decirle todo lo que le queramos decir, pero sobre todo, le digamos que lo amamos mucho, con todo el corazón.

-Canto eucarístico: Alabado sea el Santísimo Sacramento del altar.

-Oración intermedia: Querido Jesús Eucaristía, Tú que en Belén bajaste desde el cielo, adonde estabas alegre junto al Padre y al Espíritu Santo, para venir aquí, a este mundo, Te pedimos que en esta Navidad bajes también al mundo, como hace dos mil años.
Tú bajaste de un lugar más alto que las estrellas, a una pobre cueva de Belén; nosotros Te ofrecemos, para que vengas a nacer, un lugar más pobre que la cueva de Belén, y ese lugar es nuestro corazón.

Ven, Jesús, Niño de Belén, a nacer a nuestro corazón; ven, querido Niño Dios, en la fría noche del mundo sin Dios, y nosotros Te prometemos que Te daremos calor con el amor del corazón.

Cuando naciste en Belén, era de noche y hacía frío, mucho frío, porque nadie Te quería recibir; hoy en el mundo también hay mucha oscuridad, y también hace mucho frío, porque los hombres tampoco Te quieren recibir. Ven, Niño Jesús, porque aunque haya muchos que no Te quieren, nosotros sí Te queremos, y por eso Te pedimos que elijas nuestros corazones para que vengas a nacer. Te alumbraremos con la lucecita de la fe, y Te daremos el calor del amor de nuestro pobre corazón.

-Silencio de tres minutos: ahora rezamos en silencio, sin palabras, porque sabemos que Jesús Eucaristía nos escucha en el silencio. Le pedimos a Jesús Eucaristía por nuestros papás, por nuestros hermanos, por nuestros tíos, abuelos, y amigos, y también por todos aquellos que no Lo conocen y no Lo aman, para que se conviertan y quieran ellos también recibirlo en la Navidad.

-Oración de petición para Navidad: Ahora Jesús Eucaristía, queremos pedirTe por los niños de todo el mundo:

-A cada intención respondemos: “Jesús, Niño de Belén, escúchanos”.

-Por los niños que sufren violencia
-Por los niños que tienen hambre
-Por los niños que están enfermos
-Por los niños que están solos
-Por los niños que están en peligro de ser abortados
-Por nuestros hermanos y amigos
-Jesús, te pedimos por los niños más pobres de todos, aquellos que no te conocen.

-Oración de despedida: Querido Jesús Eucaristía, cuando Tú viniste a este mundo, fueron a visitarTe y a adorarTe los pastores y los Reyes Magos. A los pastores, fueron los ángeles los que les dijeron que Vos habías nacido, y a los Reyes Magos, fue una Estrella en el cielo la que les mostró el camino hasta la gruta de Belén.
  A nosotros nos trae ante Tu Presencia Eucarística, más que los ángeles, y más que una estrella, la Estrella más brillante y más hermosa de todas las estrellas del cielo, la Virgen María, que es Tu Madre, y también es Madre nuestra, y así como los pastores Te cantaron Tu gloria, y los Reyes Magos Te llevaron oro, incienso y mirra, nosotros también Te cantamos, Jesús Eucaristía, Niño de Belén, y también Te traemos oro, incienso y mirra: oro, las obras buenas hechas por Ti; incienso, nuestra oración y nuestra adoración eucarística; y mirra, la pureza del cuerpo, del alma y del corazón.

  Jesús Eucaristía, Niño Dios, Dios que naciste como Niño en Belén, ven a nacer en nuestros corazones, para que los ángeles Te cante y yo también.

-Oración de NACER: “Dios mío, yo creo, espero, Te adoro y Te amo, Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni Te adoran, ni Te aman” (tres veces).

-Oración final: Ya nos vamos, querido Jesús Eucaristía, pero antes de salir, dejamos a Tus pies nuestros corazones, porque Tú dijiste que donde estuviera nuestro tesoro, ahí estuviera nuestro corazón, y como Tú eres nuestro único tesoro, y nuestro tesoro más grande, dejamos nuestro corazón a los pies de Tu altar.
Te pedimos nuevamente, antes de retirarnos, que en esta Navidad nazcas en las almas de todos los hombres de todo el mundo, y que a todos ilumines con Tu luz y con Tu Amor. Jesús Eucaristía, Niño de Belén, haz que nos alegremos con Tu Presencia y con Tu compañía.
Jesús, Dios mío, yo creo, espero, Te adoro y Te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni Te adoran, ni Te aman (tres veces).

-Canto de despedida. Villancico navideño.

La Confirmación y el Espíritu Santo


Cuando recibimos el sacramento de la confirmación, se produce en nuestro interior algo muy hermoso, aunque no nos demos cuenta: recibimos los dones y los frutos del Espíritu Santo, pero lo más importante de todo, no son los dones ni los frutos, sino que, mucho más que los done y los frutos, en la Confirmación recibimos al Amor de Dios, a la Tercera Persona de la Trinidad, el Espíritu Santo en Persona.

En la Confirmación, es el Espíritu Santo, el Amor de Dios, el Amor del Padre y del Hijo, el que viene a nuestro corazón.

¿Cómo podemos darnos una idea de lo que pasa en la Confirmación, de la llegada del Espíritu Santo a nuestras almas?

Recordemos que una de las formas en las que se aparece el Espíritu Santo en la Biblia, es la de una paloma –por ejemplo, en el Bautismo de Jesús en el río Jordán-, entonces, quiere decir que esa dulce paloma, que es el Espíritu Santo, viene a nosotros en la Confirmación. Pero sucede también que ya hemos recibido ese mismo Espíritu, en el Bautismo, entonces, es como si en el Bautismo, vemos a esa paloma dentro nuestro, muy pero muy pequeñita, y como muy lejos, dentro nuestro, mientras que, en la Confirmación, esa paloma viene volando, y se acerca cada vez más, hasta posarse en nuestro corazón, para hacer de nuestro corazón su nido. Y si esa dulce paloma está en nuestro corazón, entonces tenemos que tratar de ser lo más buenos posibles, para que no se vaya, porque con la paloma del Espíritu Santo, pasa algo parecido a lo que pasa con las palomas de la tierra: ellas se acercan a nosotros, porque son muy mansas, si les damos maíz, y comen tranquilas a nuestro lado, pero si nosotros gritamos, o si corremos, o si hacemos algo brusco, esa palomita blanca, mansa, humilde y amorosa, que es el Espíritu Santo, sale volando.

El Espíritu Santo aparece en forma de paloma para hacernos ver que Dios es manso y pacífico, como mansos y pacíficos son estos animalitos de los cuales Él toma su representación. Si nos preguntaran a nosotros qué clase de animales queremos ser, con seguridad, elegiríamos animales fuertes y poderosos: un tigre, un león, una pantera, un guepardo, o tal vez un elefante, o un gorila, o un caballo de raza. A muy pocos se les ocurriría pedir ser una paloma. Dios quiso ser representado por este animalito, la paloma, para decirnos que no tenemos que tener miedo en acercarnos a Él, y también para decirnos que tenemos que ser buenos y mansos como una paloma, o más bien, como Él es, bueno, manso, humilde. Sólo en un corazón manso y humilde, sereno, pacífico, puede el Espíritu Santo reposar, así como una paloma reposa en su nido construido en lo alto de los árboles o de los edificios.

En cambio, si nosotros nos comportamos mal, si nosotros reaccionamos con ira, con enojo, con impaciencia, entonces pasa con esa paloma que es el Espíritu Santo, lo que pasa con las palomas de la plaza cuando nosotros, en vez de darles de comer, atrayéndolas a nuestro lado, nos ponemos a correr, o hacemos algún movimiento brusco: las palomas de la plaza, cuando hacemos eso, salen volando, y así sucede con el Espíritu Santo: cuando obramos el mal, cualquier género de mal, mentira, engaño, violencia, enojo, robo; es decir, cuando cometemos un pecado, esa dulce palomita blanca, que es el Espíritu Santo, sale volando de nuestro corazón, y nuestro corazón se queda como un nido vacío.

¿Y qué hace el Espíritu Santo cuando viene a nuestro corazón? Si nosotros somos mansos, humildes y dóciles, el Espíritu Santo nos da sus dones y sus frutos, por ejemplo, la bondad y la benignidad. Se puede saber, por fuera, si alguien tiene el Espíritu Santo por dentro: si esa persona es pacífica, serena, humilde y buena; si se preocupa por ayudar a los demás, si no es egoísta, ni pendenciera, ni mala, ni atrevida; si ama a todos, a buenos y malos, si lo soporta todo con paciencia, si siempre piensa bien de los demás, si es bueno con todos, eso es señal de que la paloma del Espíritu Santo está dentro de esa persona.

Pero el Espíritu Santo nos da, ante todo, algo mucho más grande que los dones y los frutos, y es la alegría y el regocijo de tenerlo a Él, que es el Amor de Dios; cuando el Espíritu de Dios viene a nuestro corazón, lo inunda con su Presencia y con su Ser, que es Amor puro y celestial.

Entonces, en acción de gracias por el don del Espíritu, tenemos que comunicar, a todos los que nos rodean, ese Amor que recibimos, amando a todos, y amando a Dios como a uno mismo.

viernes, 12 de noviembre de 2010

La Primera Comunión


Hoy hacemos la “Primera Comunión”, y es para esto para lo que nos hemos estado preparando por mucho tiempo, estudiando en la catequesis, sábado a sábado, durante dos años.

El día de la Primera Comunión es muy importante, y por eso es que asistimos todos a una misa tan especial como esta. Lo que vamos a hacer ahora es a “tomar la Comunión” por primera vez. Pero, ¿qué quiere decir “tomar la comunión”? ¿Qué es lo que pasa en la Primera Comunión? Es como cuando alguien invita a un amigo a su casa: cuando un amigo entra en una casa, hay que atenderlo, no se puede recibir al amigo y dejarlo sentado, esperando, mientras uno se pone a jugar, o a hacer cualquier otra cosa.

Así tenemos que hacer nosotros con Jesús Eucaristía, cuando venga a nuestro corazón: no podemos comulgar y empezar a pensar en otra cosa que no sea en Jesús Eucaristía, porque si Él es nuestro Dios y nuestro Amigo, que viene a visitarnos en esa casa que es nuestro corazón, no podemos dejarlo ahí esperando, mientras nosotros empezamos a pensar en cualquier cosa. Cuando recibamos a Jesús Eucaristía, entonces, no nos distraigamos pensando en ninguna otra cosa que no sea en Jesús: cerremos los ojos, hagamos silencio, sobre todo interior, y le digamos a Jesús que lo queremos mucho, y que queremos que nunca se vaya de nuestro corazón. Cuando Jesús Eucaristía esté en nuestro corazón, aprovechemos para pedirle por nuestros seres queridos, nuestros papás, nuestros hermanos, nuestros amigos, porque como Él es Dios, puede dar a todos su luz y su amor. Pero sobre todo le prometamos que la Primera Comunión va a ser la primera de muchas que vamos a recibir, hasta que Él nos reciba en los cielos en la otra vida, en la vida eterna.

La Primera Comunión es la Primera Vez que Jesús entra en mi casa, que es mi corazón, y no tiene nunca que ser la última, sino la primera de muchas, hasta que lleguemos algún día al cielo, cuando lo vamos a ver cara a cara.

La Primera Comunión es también como cuando alguien entra en un templo: no es lo mismo entrar en un templo todo limpio, perfumado, cuidado, lleno de flores, a entrar en un templo lleno de animales, porque los animales ensucian todo. Bueno, el templo, somos nosotros, con nuestro cuerpo, nuestra alma y nuestro corazón. Por la comunión, Jesús Eucaristía entra en ese templo que es el alma.

¿Cómo encuentra Jesús mi corazón? Lo debe encontrar limpio, sin mancha de pecado, y con un gran deseo de recibirlo.

Y si Jesús entra en el templo que es mi cuerpo y mi alma, entonces, como en el templo hay un altar y un sagrario, mi corazón tiene que ser como ese altar y como ese sagrario. ¿Vieron cómo es un Sagrario, que tiene flores perfumadas y una lucecita? Bueno, así tiene que ser mi corazón, como el Sagrario: las flores y los perfumes, tienen que ser las obras buenas y la oración, y la lucecita tiene que ser la fe en Jesús.

Si yo tengo fe en Jesús Eucaristía, voy a tratar de ser cada vez más bueno con todos, empezando por los papás y por los hermanos, y después con los amigos del barrio y los compañeros de la escuela, y después con todos, y también voy a rezar mucho, porque rezar es como hablar con Jesús, y uno habla mucho con quien quiere mucho. Si yo quiero mucho a Jesús, entonces voy a rezar mucho, es decir, voy a hablar mucho con Jesús.

Si Jesús Eucaristía está en mi corazón, entonces, tengo que ser bueno con todos, porque así voy a demostrar que Jesús está conmigo.

Jesús entra en el templo que es mi cuerpo, para darme su Corazón. A cambio, yo le tengo que dar el mío; cada vez que comulgo, Jesús Eucaristía me da su Sagrado Corazón, que está ahí, en la Eucaristía, latiendo con los latidos del Amor de Dios.

La Primera Comunión es también como una escalera que nos lleva al cielo: cada comunión, en la Misa de Domingo, es como un escaloncito que nos acerca más a Jesús en la eternidad, por eso tengo que venir todos los Domingos a Misa, para subir un escaloncito más, para estar cada vez más cerca de Jesús. Si venimos todos los Domingos a Misa, y comulgamos con un corazón limpio, nos vamos a ir acercando cada vez más a Jesús, hasta que estemos tan cerca de Él, que podamos darle un abrazo y entrar en el cielo, para estar para siempre con Jesús, con la Virgen, con los ángeles y con los santos.

Como todo esto es la Primera Comunión.

jueves, 4 de noviembre de 2010

San Tarcisio dio su vida por Jesús Eucaristía


¿Puede un niño de once años dar la vida por Jesús Eucaristía? Sí, si puede, y un niño que dio la vida por Jesús Eucaristía fue San Tarcisio.

Su historia es la siguiente: San Tarcisio vivió en la época de los romanos –como los que salen en las películas, esos que tienen cascos, espadas, lanzas, y escudos-, y era ayudante o monaguillo en la Misa.

En esa época, el emperador romano, que se llamaba Valeriano, y sus soldados, perseguían a los que creían en Jesús, y por eso los cristianos tenían que reunirse en cuevas bajo tierra, que se llaman “catacumbas”, para celebrar la Misa y para rezar, porque si los veían rezando afuera, los metían en la cárcel, y después los llevaban al Circo de Roma, para que los comiesen los tigres y los leones.

Sucedió que un día, después de participar de la Misa en una catacumba que se llamaba “San Calixto”, el Papa de ese entonces –no había “Papamóvil” en esa época- preguntó si alguno podía llevar la comunión a los cristianos que estaban presos –habían muchos cristianos presos, pero estaban presos no porque hubieran hecho cosas malas, sino porque creían en Jesús-.

San Tarcisio le dijo al Papa Sixto que él podía llevar la comunión, porque como era muy joven, nadie iba a sospechar de él. El Papa Sixto le dijo que bueno, que entonces llevara él la comunión, y así lo hizo San Tarcisio, y para eso, el Papa puso la Hostia consagrada, es decir, a Jesús Eucaristía, en un recipiente metálico que se llama “teca”. San Tarcisio tomó la teca entre sus manos, la cubrió con un paño, y salió de la catacumba, en dirección a la cárcel.

Cuando iba caminando, desde la catacumba hacia la cárcel, se encontró con un grupo de jóvenes que no creían en Jesucristo, y que por eso se llamaban “paganos” (los paganos son los que creen en supersticiones, como el Gauchito Gil, la Difunta Correa, o en el horóscopo, o en las cartas, o en cosas por el estilo).

Primero, los jóvenes invitaron a San Tarcisio a jugar, pero él les dijo que estaba ocupado, y siguió caminando. Pero los jóvenes lo siguieron, y le dijeron que les mostrara qué era lo que llevaba en su mano. Uno de ellos dijo: “Ah, debe ser eso que los cristianos llaman “los misterios””. Pero San Tarcisio sabía que si él les daba la H ostia, los jóvenes paganos, como no creían en Jesús, y como no habían hecho la comunión y no sabían que ahí estaba Jesús, iban a agarrar la Hostia y la iban a pisotear, y pisotear la Hostia es pisotear a Jesús, y por eso San Tarcisio les dijo que no les iba a dar la Eucaristía.

Entonces los jóvenes se enojaron mucho, y le comenzaron a empujar y a pegar, primero cachetazos, y después trompadas y patadas, y como le pegaban tanto, lo hicieron caer. Cuando San Tarcisio estaba en el suelo, en vez de ayudarlo a levantarse y dejarle de pegar, le empezaron a tirar piedras, y le tiraron tantas piedras, que San Tarcisio empezó a sangrar, hasta que perdió el conocimiento. Entonces los jóvenes paganos trataron de abrirle las manos, para sacarle la teca y pisar a Jesús Eucaristía, pero ahí Dios hizo un milagro: le dio tanta fuerza a San Tarcisio, que ni siquiera entre todos los jóvenes juntos pudieron abrirle las manos, y tan fuerte estaban cerradas, que tampoco después de muerto pudieron abrirlas.

San Tarcisio estaba tirado en el suelo, con los jóvenes encima, tratando de abrir sus manos, y fue ahí que pasó un soldado cristiano, que se llamaba Cuadrado. Éste levantó a San Tarcisio, y lo llevó a una catacumba, en donde el niño murió.

De esa manera, San Tarcisio impidió que pisotearan a Jesús Eucaristía. San Tarcisio, de sólo once años, dio la vida por Jesús Eucaristía, y Jesús Eucaristía lo recompensó con el cielo, porque ahora San Tarcisio está en el cielo para siempre, junto a Jesús, a la Virgen, a los santos y a los ángeles.

Sobre su tumba escribió el Papa San Dámaso este hermoso epitafio: “Lector que lees estas líneas: te conviene recordar que el mérito de Tarcisio es muy parecido al del diácono San Esteban, a ellos los dos quiere honrar este epitafio. San Esteban fue muerto bajo una tempestad de pedradas por los enemigos de Cristo, a los cuales exhortaba a volverse mejores. Tarcisio, mientras lleva el sacramento de Cristo fue sorprendido por unos impíos que trataron de arrebatarle su tesoro para profanarlo. Prefirió morir y ser martirizado, antes que entregar a los perros rabiosos la Eucaristía que contiene la Carne Divina de Cristo”.

San Tarcisio murió con la Eucaristía en la mano, por impedir que la Eucaristía fuera profanada; dio la vida para que la Eucaristía no fuera despreciada por quienes no la sabían apreciar.

San Tarcisio sabía que si él entregaba la Hostia a quien no la podía valorar, la Hostia iba a ser horriblemente ultrajada, y por eso prefirió dejar que le quitaran la vida antes que entregar la Eucaristía a los paganos.

Nosotros no llevamos la Eucaristía en la mano, como San Tarcisio, sino que la llevamos en el corazón, porque después de comulgar, Jesús Eucaristía se queda en nuestro corazón.

Al igual que San Tarcisio, debemos apreciar y valorar a la Santa Eucaristía, y dar la vida antes que ofender a Jesús Sacramentado.

jueves, 28 de octubre de 2010

Que el Corazón Inmaculado de la Virgen sea nuestro refugio


Imaginemos que nos encontramos en un bosque, solos, y que de repente, se hace la noche y comienza una tormenta, con rayos, truenos, lluvia, viento, y se pone todo oscuro, porque las nubes del cielo tapan la luz de la luna.

Como estamos en medio del bosque, fuera de nuestra casa, la lluvia nos moja y nos empapa, y el viento, cuando sopla, hace que tengamos mucho frío, porque la temperatura baja mucho cuando la ropa está mojada y además hay viento. Además, como es de noche y está todo oscuro, porque no hay ni siquiera luz de luna, y no tenemos ni una linterna, no vemos el camino para volver a casa, y nos confundimos con las sombras, pensando que las sombras que vemos son en realidad animales salvajes del bosque. Cuando no hay luz, la imaginación nos hace ver las cosas de modo equivocado, pero además, es verdad que hay animales salvajes sueltos, que pueden atacarnos y hacernos mucho daño.

Imaginemos que estamos en el bosque, y que queremos buscar un refugio, una cabaña de madera, como esas que aparecen en los cuentos, para dejar de mojarnos, para calentarnos al lado de un fuego, y para estar seguro de los animales del bosque.

Imaginemos ahora cuando era el diluvio, el que cuenta la Biblia (cfr. Gn 6.7.8): la Biblia dice que hace mucho, pero mucho tiempo, cuando no había nada de lo que hay ahora, ni edificios, ni autos, ni aviones, ni computadoras, ni teléfono, ni play station, ni nada, los hombres se portaban muy mal, y entonces, como castigo, Dios mandó una lluvia muy pero fuerte, que duró muchos días, y terminó inundando todo el mundo. Los únicos que se salvaron, fueron Noé y su familia, porque construyeron un arca, que es un barco de madera muy pero muy grande. El Arca de Noé fue el refugio que salvó a Noé y a su familia del diluvio, y también a los animales que Noé hizo subir por orden de Dios.

Nosotros también tenemos un refugio, que es más fuerte que una cabaña en el bosque, y es más seguro que el Arca de Noé: nuestro refugio es el Corazón Inmaculado de María, Madre de Dios y Madre nuestra.

El Corazón de la Virgen es el refugio más seguro que podamos encontrar, porque si nosotros entramos dentro del corazón de la Virgen, Dios nunca pero nunca se va a enojar con nosotros, y siempre va a estar contento con nosotros.

Nos imaginemos ahora algo que cuenta la Biblia: en la Biblia, en un libro que se llama “Apocalipsis”, se cuenta que hay dos animales muy malos: el dragón rojo (cfr. Ap 12, 7-9), que es el demonio, y la bestia negra, una pantera negra muy mala, que es también otro demonio muy pero muy malo.

En la Biblia, se cuenta que el diablo se cayó del cielo a la tierra -porque San Miguel Arcángel le ganó la pelea en el cielo y lo echó del cielo (cfr. Ap 12, 7), y lo empujó y lo hizo caer del cielo a la tierra-, y se cuenta también que junto con el diablo hay una bestia negra, y entre los dos, buscan a los hombres para atraparlos y llevarlos al infierno.

Pero en la Biblia también se cuenta que la Virgen lucha contra el dragón que cayó del cielo (cfr. Ap 12, 1) y contra la bestia negra, que es como una pantera, y les gana a los dos, con el poder de Jesús. La Virgen es mucho más fuerte que el dragón y que la bestia juntos, y es mucho más fuerte que todo el infierno junto, que está lleno de diablos, porque la Virgen tiene el poder de su Hijo Jesús, que es Dios. Nadie le gana a la Virgen, y cuando Ella aparece, el dragón, la pantera negra, y todos los demás diablos del infierno, se mueren de miedo, y salen corriendo.

Si nosotros vivimos con el espíritu dentro del Corazón de la Virgen, vamos a estar seguros, porque nadie nos va a poder hacer nada malo, porque Ella nos protege de los ángeles caídos y de los hombres malos, del dragón rojo y de la pantera negra.

Si nosotros nos refugiamos en el Corazón de la Virgen, nadie, ni el dragón rojo, ni la pantera negra, ni ningún hombre malo, ni ningún ángel caído, nos van a hacer daño.

Pero además, si estamos dentro del Corazón de la Virgen, Ella nos va a llevar, desde su Corazón, al Corazón de su Hijo, y así vamos a estar con Jesús para siempre.

Le recemos siempre a la Virgen, y le pidamos que nos lleve en su Corazón Inmaculado, el Refugio más seguro para nosotros, y le pidamos que nunca nos deje salir de su Corazón.

martes, 26 de octubre de 2010

El Ave María para niños


"Dios te salve, María"

El Ángel Gabriel viene del cielo, saluda a la Virgen de parte de Dios, y le dice: “¡Alégrate, Virgen María, porque Dios te ha elegido para que seas la Madre de Dios Hijo! ¡Llénate de gozo, Doncella Inmaculada, porque Dios te ha encontrado tan hermosa, que te ha elegido para que seas la Madre de Jesús!” Junto con el ángel, también nosotros te saludamos y nos alegramos contigo, Dulce Virgen María.

"Llena eres de gracia"

La gracia es como una luz que Dios da al alma, y que nos hace ser buenos como Dios. La Virgen, desde que nació, no solo no tuvo nunca ninguna mancha en su espíritu, porque no tenía pecado original, sino que tuvo siempre su alma toda llena de la luz y del amor de Dios. ¡Porque eres la Llena de gracia, la Llena de la Vida y del Amor de Dios, sólo Tú podías ser, oh María, la Madre de Dios!

"El Señor es contigo"

Desde que naciste, Dios estuvo siempre contigo, porque vio que eras tan linda y amorosa, que nunca quiso dejarte. Cuando vivías en la tierra, Dios estaba dentro de ti y tú estabas en Dios, y ahora, que estás en los cielos, también Dios sigue contigo, porque eres amable y encantadora. ¡Dios está contigo, y nosotros también queremos estar contigo! ¡Ayúdanos, Madre de Dios, a ser buenos, para que podamos algún estar contigo en el cielo!

"Bendita tú eres entre todas las mujeres"

Eres bendita entre todas las mujeres, porque eres Hija de Dios Padre, Madre de Dios Hijo, y Esposa de Dios Espíritu Santo, y por eso nosotros te saludamos y te cantamos en tu honor. Nadie, ni el cielo ni en la tierra, se compara a ti, porque eres más hermosa y más pura y más santa que todos los ángeles y santos juntos.

"Y Bendito es el fruto de tu vientre, Jesús"

Tú eres la Estrella más brillante y hermosa de los cielos, Virgen María, y de tu vientre santo, lleno de la luz y del amor de Dios, nació el bendito Niño de Belén, Jesús, como un sol que atraviesa un cristal. Él es el Sol que nació de ti, oh Virgen María, y es el que alumbra nuestros corazones con la luz de su amor. ¡Bendito sea, ahora y para siempre, el fruto de tu vientre, Jesús!

"Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores"

Madre del cielo, muchas veces nos portamos mal, y por eso te pedimos a ti, que estás cerca de tu Hijo Jesús, que ruegues por nosotros, para que cada día que pasa aprendamos a evitar el mal y obrar cada vez más el bien. ¡Ruega por nosotros, Madre de Dios y Madre nuestra, para que alejándonos del pecado y de las obras malas, vivamos siempre contigo, refugiados en Tu Corazón Inmaculado!

"Ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén."

Te pedimos que reces por nosotros, Madre de Dios, Virgen María, ahora, en este momento, para que nuestros corazones se mantengan siempre dentro de tu Corazón Inmaculado, y para que nunca se aparten de él, pero ruega también por nosotros el día de nuestra muerte, para que así, dentro de tu Corazón, pasemos de esta vida a la otra vida, en el cielo, junto a ti y a Jesús, ¡para siempre!

domingo, 24 de octubre de 2010

DON BOSCO Y EL SUEÑO DE LA IGLESIA, EL PAPA, LA VIRGEN Y LA EUCARISTÍA


¿Alguien vio alguna vez una película de esas donde hay de esos barcos grandes, con velas altas y cuadradas, que se tiran cañonazos para tratar de hundirse? Bueno, una vez, un santo que se llamaba Don Bosco, tuvo un sueño en donde aparecían barcos que peleaban en el mar. En ese sueño, él veía un barco grande, gigante, que estaba en el mar, y el capitán de ese barco era el Papa. También veía que había muchos barcos chiquitos, que iban por el mar al lado del barco grande, y otros barcos, chicos y grandes, que se preparaban para atacar al barco donde iba el Papa, y para eso preparaban los cañones, los rifles, las flechas con fuego, y las espadas y los cuchillos, porque querían acercarse a la nave grande, saltar dentro de ella, y prenderle fuego y hundirla.

En el sueño, Don Bosco veía cómo esas naves malas se acercaban cada vez más a la nave grande, y le empezaban a disparar con los caños, con los rifles, y con todo lo tenían; además, comenzó a haber una gran tormenta: las nubes se pusieron todas negras, muy negras, y se veían los rayos y se escuchaban los truenos, y como comenzó a correr un viento muy fuerte, las olas del mar se hacían cada vez más grandes, y amenazaban con hundir a la barca donde iba el Papa. El Papa iba al frente de la nave, y manejaba el timón para llevar al barco a un lugar en medio del mar, donde habían dos columnas grandes, enormes: una tenía una imagen de la Virgen Inmaculada, y otra tenía una Hostia consagrada, muy grande, que se veía desde lejos.

La tormenta se hacía más y más grande, el viento soplaba cada vez más y más fuerte, y las olas se hacían cada vez más y más grandes. Además, los barcos medianos y chicos, se habían acercado mucho; tanto, que los disparos de los cañones, de las flechas de fuego, y de los rifles, hacían que la madera de la barca del Papa se agujereara, y así empezaba a entrar agua, pero cuando esto pasaba, soplaba un viento suave que salía de las columnas de la Virgen y de la Eucaristía, y los agujeros de la barca se cerraban.

Pero como los barcos malos estaban muy cerca, y disparaban con todo lo que tenían, uno de los disparos le dio al Papa, y el Papa cayó herido; se levantó, pero de nuevo lo alcanzó un disparo, y el Papa murió. Cuando los barcos malos se dieron cuenta que el Papa había muerto, se pusieron todos contentos, y comenzaron a disparar más fuerte y más rápido todavía, pero ahí nomás los que iban en el barco del Papa eligieron a otro Papa, y entonces los barcos malos comenzaron a tener miedo y a perder el ánimo, y también se comenzaron a pelear entre ellos, tan fuerte, que se hundían unos a otros.

El nuevo Papa tomó el timón, y en medio de la tormenta, siguió conduciendo la barca, hasta que la barca llegó a las columnas de la Virgen y de la Eucaristía, y ahí los marineros la ataron a la nave a las columnas, con una cadena para cada columna.

Cuando pasó esto, el mar se calmó, la tormenta se terminó, las nubes negras se fueron, dejaron de caer los rayos, y además, los barcos malos empezaron todos a pelearse y a hundirse, y los que quedaban salieron remando a toda velocidad, mientras se seguían peleando entre ellos.

Los barcos chiquitos, que se habían quedado lejos, viendo la pelea, se acercaron a la barca y a las columnas, y se subieron todos a la barca grande, donde estaba el Papa.

La barca donde va el Papa, es la Iglesia, y ahí estamos nosotros; la tormenta, con los rayos y el viento y las olas altas, y las naves malas que tratan de hundir a la nave del Papa, son el demonio y los hombres malos, y todas las cosas malas que hay en el mundo.

Las columnas, con la imagen de la Virgen Inmaculada, y con la Hostia, quieren decir que lo que nos salva de todo mal, y lo que nos lleva al cielo, es el amor a la Virgen y el amor a Jesús Eucaristía.

Si nosotros amamos mucho a la Virgen, si le rezamos el Rosario, que es la oración que a Ella más le gusta, y si venimos todos los domingos a Misa, para recibir a Jesús Eucaristía en el corazón, no tenemos que tener ningún miedo de nada, y vamos a estar seguros de que nos vamos a salvar.

viernes, 22 de octubre de 2010

Hora Santa para NACER 2


-Entramos respetuosamente en el Oratorio. Hacemos silencio con los labios, porque Jesús está en la Hostia consagrada, pero al mismo tiempo, desde que entramos, comenzamos a hablarle a Jesús Eucaristía con el corazón. Jesús está Presente y vivo en la Eucaristía, y aunque nosotros no lo vemos, Él sí nos ve y nos oye, y lee nuestros pensamientos, y sabe cómo es nuestro corazón.

Nos arrodillamos, y nos persignamos: “Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos líbranos Señor Dios Nuestro, en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén”.

-Inicio: Canto de entrada: Cantemos al Amor de los amores.

-Oración de NACER: “Dios mío, Yo creo, espero, Te adoro y Te amo, Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni Te aman” (Tres veces).

-Oración para comenzar la adoración: Querido Jesús Eucaristía, venimos a visitarte y a pedirte muchas cosas, porque Tú eres Dios Que Todo Lo Puede, pero primero queremos pedirte algo muy importante: que nos des Tu Amor, para que podamos amarte, y así Te amaremos por ser Quien eres, y no por lo que das.

-Silencio de tres minutos: En este momento de oración en silencio, aprovechamos para hablarle a Jesús no con los labios, sino con el corazón. Le podemos decir que lo queremos mucho, y que queremos estar en el cielo con Él para siempre.

-Canto eucarístico: Alabado sea el Santísimo Sacramento del altar.

-Oración intermedia: Querido Jesús Eucaristía: Tú en la Eucaristía eres como un Sol gigante de amor. Danos un rayo de Tu Amor, para que ilumine nuestro corazón. Danos un rayo de Tu Amor, para que encienda nuestro corazón en la Llama de Tu Amor.

Jesús, Tú en la Eucaristía eres el Dios Amor. Tu Corazón es como un horno ardiente de Amor. Te pedimos que nos des aunque sea una llamita de ese Amor, para que podamos amarte con todo el corazón.

Venimos como mendigos, a golpear a la Puerta de Tu Corazón, para que nos des el alimento de Tu Amor. Tenemos hambre del Amor de Dios, y sólo Tú puedes saciarnos. Jesús, abre de par en par las puertas de Tu Sagrado Corazón Eucarístico, y llena nuestras almas con Tu Luz, Tu Paz, Tu Alegría y Tu Amor.

Ven a nuestros corazones, Jesús Eucaristía. Ven, Te lo pedimos por Tu Santa Madre; Ven y no tardes más.

-Silencio de tres minutos: Rezamos con el corazón, en silencio. Le pedimos por nuestros seres queridos, y también por aquellos a los que no queremos tanto. Que todos conozcan y amen a Jesús Eucaristía.

-Oración de petición por los niños: Ahora Jesús, queremos pedirTe por los niños de todo el mundo:

-A cada intención respondemos: “Jesús Eucaristía, escúchanos”.

-Por los niños que sufren violencia

-Por los niños que tienen hambre

-Por los niños que están enfermos

-Por los niños que están solos

-Por los niños que están en peligro de ser abortados

-Por nuestros hermanos y amigos

-Jesús, te pedimos por los niños más pobres de todos, aquellos que no te conocen

-Oración de despedida: Después de estar en Tu Presencia, tenemos ganas de ser más buenos, y de decirles a todos que Te vengan a visitar. Después de estar delante de ti, tenemos ganas de ser como Vos. Te prometemos, querido Jesús, que vamos a tratar de ser más buenos, para que todos Te conozcan y Te amen.

-Oración de NACER: “Dios mío, yo creo, espero, Te adoro y Te amo, Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni Te adoran, ni Te aman” (tres veces).

-Oración final: “Querido Jesús Eucaristía, nos vamos pero, como siempre, nos vamos sólo con el cuerpo, porque nos quedamos aquí, junto a Ti, con el corazón, para que Tú estés siempre con nosotros. Tú eres el Único y el más grande tesoro que tenemos en la vida, y por eso dejamos nuestro corazón a los pies de Tu Altar Eucarístico. Jesús Eucaristía, alegra nuestra vida con Tu Presencia. Jesús, Dios mío, yo creo, espero, Te adoro y Te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni Te adoran, ni Te aman” (tres veces).

-Canto de despedida. Canción de los pastorcitos de Fátima.