Páginas

sábado, 17 de septiembre de 2011

La Eucaristía es el sol divino alrededor del cual giran nuestras almas




¿Cómo es el sistema solar? Todos lo sabemos: el sol se encuentra en el centro, y los planetas giran alrededor, recibiendo de su calor, de su luz y de su vida. Los planetas que están más cerca –Mercurio, Venus, Tierra-, reciben más luz y calor, mientras que los planetas más lejanos –Neptuno, Plutón-, son cada vez más fríos, a medida que se van alejando, porque los rayos del sol no los alcanzan.
Para darnos una idea, en Neptuno, la temperatura es de ¡-218 °C! Pensemos que aquí, en Tucumán, acostumbrados al calor, nos morimos de frío cuando la temperatura es de 5 o 6 °C
En los planetas más cercanos, como Mercurio y Venus, la temperatura es de 400 °C promedio, y en Marte, es de 270 °C. ¿Se imaginan pasar un veranito en esos planetas? ¡No alcanzarían todos los helados ni las gaseosas más frescas del mundo para calmar el calor!
Con respecto a nuestro planeta, como Dios Creador hace todas las cosas bien, está ubicado a la distancia justa: ni hace tanto frío, como en Neptuno, ni hace tanto calor, como en Mercurio y Marte. Tiene la temperatura justa para que se desarrolle la vida humana, la vida animal, la vida vegetal, y aunque en algunos lugares hace mucho calor, como en Tucumán, que llega a los 40-45 °C, y en otros lugares hace mucho frío, como en la Antártida Argentina –llega a hacer -60 °C-, el sol da el calor justo para que pueda haber vida.
Por todo lo que aporta, el sol es muy necesario para la vida en la tierra, ya que por su luz, las plantas nos dan oxígeno, y todo se mantiene en equilibrio en la naturaleza. El sol, que está en el centro de nuestro sistema planetario, es muy importante para nuestra vida como seres humanos que vivimos en la tierra. Si no hubiera sol, la vida, no solo la humana, sino toda clase de vida, desaparecería en muy poco tiempo. Todo quedaría envuelto en las más negras tinieblas, y nadie podría escapar de una muerte segura.
Imaginemos, por un instante, que toda la tierra quedara cubierta con una nube negra y densa, que no dejara pasar ni un solo rayo de sol. ¿Qué pasaría? Bajaría muchísimo la temperatura, y todos los seres vivos comenzarían a morir; además, todo estaría muy oscuro, mucho más que si fuera de noche, porque tampoco la luna daría su luz. Frío, tinieblas, muerte, es lo que le sucede a la tierra sin el sol. Esto nos hace ver la importancia del sol para nuestra vida en la tierra.
Pero hay otro sol, mucho más importante, mucho más brillante, mucho más luminoso que el sol que vemos en el cielo. Ese otro sol, más brillante, más hermoso, más grande, es la Eucaristía. La Eucaristía es el Sol divino que alumbra nuestras almas y nuestras vidas; es el Sol de Dios alrededor del cual deben girar todos nuestros pensamientos, todos nuestros deseos, toda nuestra vida, así como los planetas de nuestro sistema solar giran alrededor del sol.
Pero muy bien podríamos preguntarnos: ¿cómo es posible que la Eucaristía sea como el sol, si no la veo brillar? ¿Cómo es posible que la Eucaristía sea como un sol, si no siento su calor?
La Eucaristía es un Sol, es el Sol divino, porque la Eucaristía es Jesucristo. Y Jesucristo es el Sol divino, el Hijo del Padre, que es luz como es luz Dios Padre. Y no sólo es luz, sino que es luz, con una luz más brillante y radiante que la luz del sol que conocemos. Porque en la Eucaristía está Jesús, brillante, resucitado, glorioso, y como Él es la luz de Dios que ilumina a los ángeles y a los santos en el cielo, así es también para nosotros la luz invisible que ilumina nuestras almas.
Jesús en la Eucaristía es la luz de Dios, es el Sol divino que alumbra nuestras almas. Jesús en la Eucaristía es ese Sol divino alrededor del cual debemos girar nosotros, así como los planetas giran alrededor del sol. Y así como los planetas reciben del sol la luz, la vida y el calor, así nosotros recibimos de Jesús Eucaristía, Sol divino, la luz, la vida y el calor del Amor de Dios, Jesucristo.
Y a nosotros nos pasa como a los planetas: cuando más nos acercamos a la Eucaristía, más sentimos el calor del amor de Jesús, y más luz recibimos, para la mente y el corazón; y también sucede al revés: cuando más nos alejamos de Jesús, más frío está nuestro corazón.
Acerquémonos cada vez más a ese Sol divino, que es Jesús Eucaristía, para adorarlo y amarlo, desde el tiempo, para la eternidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario