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jueves, 3 de noviembre de 2011

Hora Santa para NACER



Escuchemos a Jesús que nos habla:

Los espero en la Eucaristía para darles mi Amor, Amor que es medicina para vuestros males y alivio para vuestro dolor.

Vengan a Mí, porque quiero vestirlos de gala, adornándolos con mis joyas preciosas, vistiéndolos con sayal porque sois mis Hijos amados, hijos que sí me saben descubrir en la Sagrada Hostia.

Desde la Eucaristía alzo mi Voz, Voz que ha de retumbar en los corazones humildes, Voz que ha de doblegar a las almas eucarísticas para que sean lámparas de Amor Divino, oficio de Ángeles que delego a criaturas con corazón noble y benévolo, criaturas deseosas de permanecer en mi mansión de Amor, adorándome en el silencio, convirtiéndose en lámparas encendidas en medio de las tinieblas densas de un mundo sin Dios.

Supliquen a mi Madre para que encienda en sus corazones su Llama de Amor vivo, y déjenla arder para que se consuman como cirios prendidos en el Sagrario, cirios que se transformarán en lámparas del Amor divino, lámparas que no cesarán jamás de alumbrar en toda la Tierra porque son tan fuertes los reflejos de vuestra luz que iluminarán las conciencias de los hombres para que vuelvan a Mí.

Querido Jesús Eucaristía:

Nos postramos ante tu humilde Presencia en la Sagrada Hostia, para unirnos a la alabanza y adoración que te brindan los ángeles y los santos en el cielo.

Estamos aquí, querido y amado Jesús, con los ojos del alma bien abiertos, para verte, con la luz de la fe, Presente en la Eucaristía, bajo el Velo Sacramental.

Háblanos al corazón, muéstranos los inmensos tesoros de tu Amor, danos la sublime Sabiduría que no se encuentra en los libros de la tierra, porque viene del cielo, viene de Ti.

Tú serenas nuestro espíritu, porque eres el Hijo de Dios, que calmó la tempestad, mientras los discípulos estaban inquietos en altamar.

Tú nos haces gustar un pedacito de Cielo, Cielo en el cual nos gozamos, nos alegramos, nos deleitamos.

Venimos ante Ti, para orar y reparar, para así mitigar un poco las ofensas, los agravios, las indiferencias y los ultrajes que sufre tu Sagrado Corazón Eucarístico y el Inmaculado Corazón de María.

Venimos a orar y reparar, para que cese el pecado en el mundo, para que todos los hombres vuelvan a Dios.

Oramos y reparamos para que todas las fuerzas del mal, que se manifiestan por la televisión, Internet, la música, el cine, y los espectáculos indecentes, sean aniquiladas, para que todas las criaturas cierren las puertas de sus corazones a las seducciones del demonio.

Oramos y reparamos porque muchas almas mueren en pecado mortal, recibiendo de esa manera el justo pago por sus malas acciones, y pedimos que ninguno más muera en pecado mortal, por los méritos de tu Pasión, y por los dolores de tu Madre, María Santísima.

Oramos y reparamos porque Tú eres nuestro Dios, un Dios de amor infinito, como un océano sin playas, y eterno, que sobrepasa todo tiempo y continúa por los siglos sin fin, y a pesar de que Tú eres el Amor de los amores, pocos, muy pocos, son los que te aman “en espíritu y en verdad”.

Oramos y reparamos porque muchos profanan tu Presencia Eucarística con irreverencias, y no escuchan tu dulce Voz, porque se entretienen con conversaciones inútiles y superficiales, cuando no directamente malas y pecaminosas.

Oramos y reparamos, porque hoy muchos niños y jóvenes, en vez de venir a adorarte, a bendecirte, a alabarte en la Eucaristía, te dejan solo en el Sagrario, y corren detrás de los ídolos del mundo, el deporte, la música, la televisión, Internet, la música indecente y perversa, y así se alejan cada vez más de Ti, y se acercan al abismo eterno.

Oramos y reparamos porque muchos niños y jóvenes, en vez de venir el Domingo a recibirte en la Comunión, prefieren jugar al fútbol, salir de paseo, divertirse con sus amigos, y así se internan en unas tinieblas cada vez más densas.

Jesús, Dios del Amor, Dios del Sagrario, Dios de la Eucaristía, Dios del Tabernáculo, Dios de la Paz, os adoramos y os amamos con todas las almas que, en esta hora, os están amando en el cielo y en la tierra. Amén.

Virgen Santísima, tú que fuiste el Primer Sagrario y Sagrario viviente, que albergó en su seno purísimo a Jesús, Pan de Vida eterna, enciende en nuestros corazones y en los de nuestros seres queridos, tu Llama de Amor Vivo, para que se conviertan también en otros tantos sagrarios que custodien, con amor y adoración, a Jesús Eucaristía.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.

Sea por siempre bendito y alabado el Santísimo Sacramento del altar.

(Adaptado del libro: “Apostolado de Reparación”, de Agustín del Divino Corazón)


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