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viernes, 13 de abril de 2012

Domingo de la Divina Misericordia para Niños y Adolescentes



Una vez, hace mucho tiempo, Jesús se le apareció a una monjita, que ahora está en el cielo y que se llama Sor Faustina Kowalska, y le dijo lo siguiente: “Hija Mía, habla al mundo entero de Mi insondable Misericordia, para que toda la humanidad conozca la infinita Misericordia mía. Es la señal de los últimos tiempos. Después de ella vendrá el día de la justicia. Todavía queda tiempo, que recurran pues, a la Fuente de Mi Misericordia, se beneficien de la Sangre y del Agua que brotó para ellos. Antes de venir como Juez justo, abro de par en par las puertas de mi Misericordia. Quien no quiera pasar por la puerta de mi Misericordia, deberá pasar por la puerta de mi Justicia”.

Jesús le dice a Sor Faustina que hable al mundo entero de su “misericordia”, pero, ¿qué quiere decir "misericordia”? Quiere decir un amor especial, infinito, de Dios, para el hombre lleno de miseria, es decir, de pecado. La “misericordia” es entonces el amor que Dios tiene al hombre pecador.

¿Cómo es este amor misericordioso de Dios? Para darnos cuenta de cómo es este amor de Dios, tenemos que leer la Biblia, en el libro del Profeta Isaías, en donde Dios nos dice cómo es su amor: como el amor que nace del corazón de la madre o del corazón de un padre: “¿Puede una mujer olvidarse del niño que cría, o dejar de querer al hijo de sus entrañas? Pues bien, aunque alguna lo olvidase, yo nunca me olvidaría de ti” (Is 49, 15). El amor de Dios es más fuerte que el amor de una madre, que puede tal vez querer muy oco a su hijo, pero jamás se puede olvidar de él, y si una madre de la tierra no se olvida de su hijo, porque lo ama, mucho, muchísimo más, es el amor de una madre. En los Salmos se dice así del amor de Dios: “Como un padre siente ternura por sus hijos, siente el Señor ternura por sus fieles” (Sal 102, 8-13).

“Divina Misericordia”, entonces, quiere decir el amor especial que Dios tiene para el hombre pecador, un amor que es como si fuera el amor de madre o de padre, pero multiplicado al infinito y por toda la eternidad, porque es un amor que nace de Dios, que es infinito y eterno.

¿Dónde encontramos este amor misericordioso de Dios? En el Sagrado Corazón de Jesús. La fuente de la Divina Misericordia es el Corazón de Jesús, de donde salen Sangre y Agua al ser traspasado, como lo dice el mismo Jesús: “De todas Mis llagas, como de arroyos, fluye la misericordia para las almas, pero la herida de Mi Corazón es la fuente de la Misericordia sin límites, de esta fuente brotan todas las gracias para las almas. Me queman las llamas de compasión, deseo derramarlas sobre las almas de los hombres” . De ese corazón Santa Faustina, vio salir dos rayos de luz que iluminan el mundo: Estos dos rayos, le explicó Jesús, representan la sangre y el agua que brotaron de su Corazón traspasado.

Entonces, es del Sagrado Corazón de Jesús de donde brota la misericordia de Dios, como de una fuente, en forma de rayos, uno blanco y otro rojo. Así cuenta Sor Faustina la aparición de Jesús: “En la noche cuando estaba en mi celda, vi al Señor Jesús vestido de blanco. Una mano estaba levantada en ademán de bendecir y, con la otra mano, se tocaba el vestido, que aparecía un poco abierto en el pecho, brillaban dos rayos largos: uno era rojo y, el otro blanco. Yo me quedé en silencio contemplando al Señor. Mi alma estaba llena de miedo pero también rebosante de felicidad. Después de un rato, Jesús me dijo: Pinta una imagen Mía, según la visión que ves, con la inscripción : “¡Jesús, yo confío en Ti!”. Yo deseo que esta Imagen sea venerada, primero en tu capilla y después en el mundo entero. Yo prometo que el alma que honrare esta imagen, no perecerá. También le prometo victoria sobre sus enemigos aquí en la tierra, pero especialmente a la hora de su muerte. Yo el Señor la defenderé como a Mi propia Gloria. Por orden de su confesor Santa Faustina le preguntó al Señor el significado de los rayos que aparecen en la imagen emanando del corazón y el Señor le respondió: “Los dos rayos significan Sangre y Agua- el rayo pálido representa el Agua que justifica a las almas; el rayo rojo simboliza la Sangre, que es la vida de las almas-. Ambos rayos brotaron de las entrañas más profundas de Mi misericordia cuando mi corazón agonizado fue abierto por una lanza en la Cruz... Bienaventurado aquel que se refugie en ellos, porque la justa mano de Dios no le seguirá hasta allí”. Yo le ofrezco a todos un instrumento por el cual podrán recibir gracias de la fuente de misericordia. Este instrumento es la imagen con la inscripción; “Jesús, en ti confío.”

¿Quiere decir entonces, que si Dios es misericordioso, cada uno puede hacer lo que quiera, portarse mal, porque al final Dios lo va a perdonar? No es así.

Jesús nos ofrece a todos su misericordia, pero también nos dice: “Antes de venir como Juez justo, abro de par en par las puertas de mi Misericordia. Quien no quiera pasar por la puerta de mi Misericordia, deberá pasar por la puerta de mi Justicia”. Esto es así porque nos enseña el Catecismo de la Iglesia Católica y también la Biblia, que Dios es Amor infinito, pero también es Justicia infinita, porque si no, no sería Dios.

Porque Dios es infinitamente misericordioso e infinitamente justo, es que premia a los buenos y castiga a los malos: para los buenos, el cielo; para los malos, para los que no quisieron aprovechar su misericordia, el infierno.

En realidad, más que castigar, lo que hace Dios se dar a cada uno lo que cada uno quiere: el cielo, para los buenos -los pecadores que, reconociendo que eran malos, se arrepintieron, se confesaron y obraron el bien- que aprovecharon la Misericordia; para los malos -es decir, para los pecadores que no reconocieron su pecado, no se arrepintieron de obrar el mal y siguieron siendo malos hasta el último segundo de su vida, sin pedir perdón a Dios-, el infierno.

Entonces, que Dios sea infinitamente misericordioso, no quiere decir que cada uno va a hacer lo que quiera, total Dios va a perdonar a todos.

Dios sí va a perdonar a todos, pero a todos aquellos que se arrepientan de sus pecados y de sus malas obras, y acudan al Río de gracias que es la confesión sacramental, reciban en sus corazones ese Océano sin fondo y sin playas que es el Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, y den el amor recibido a sus prójimos, con obras de misericordia, las catorce obras que enseña el Catecismo de la Iglesia Católica, dentro de las cuales, una de las más grandes, es orar y hacer sacrificios por los pecadores, como lo pide también la Virgen en Fátima.

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