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domingo, 31 de marzo de 2013

El Evangelio para Niños: Domingo de Resurrección



¿Cómo fue la resurrección de Jesús? Desde el Viernes Santo, cuando dejaron el Cuerpo en la tumba y cerraron la puerta con una piedra grande, el sepulcro había quedado muy oscuro, tan oscuro que casi no se veía nada. También estaba todo muy silencioso. Así pasó todo el Viernes y también todo el Sábado Santo, hasta que el Domingo a la mañana bien tempranito, antes de que cante el gallo y de que salga el sol, cuando se empezaba a ver en el cielo la estrella de la mañana –esa estrella grande que avisa que la noche está terminando y que ya llega el nuevo día porque está por salir el sol-, en el sepulcro pasaba lo siguiente: en el Cuerpo de Jesús, en su pecho, a la altura de su Corazón, comenzó a brillar una lucecita, muy pequeña, pero muy brillante.
Al principio era muy chiquita, pero después empezó a crecer cada vez más y a ponerse cada vez más brillante, y comenzó también a correr por todo el Cuerpo de Jesús, y a medida que iba alcanzando su Cuerpo, lo iba transformando de material en glorioso, llenándolo de luz, de vida y de gloria, y cuando llegó a su Cabeza, a sus manos y sus pies, es decir, cuando la luz que salía de su Corazón llenó todo el Cuerpo, Jesús abrió los ojos y, atravesando el sudario –que desde entonces se llama “Sábana Santa”-, se puso de pie, iluminando el sepulcro con una luz más brillante que miles de millones de soles juntos.
Otra cosa que pasó en el sepulcro el Domingo, el Día de la Resurrección fue que, hasta que la lucecita empezó a brillar en el Corazón de Jesús, hasta ese momento, estaba todo en un silencio tan grande que no se escuchaba nada. Pero cuando la lucecita empezó a brillar, y a medida que se iba haciendo cada vez más grande, se empezó a escuchar como si fuera un tambor, con un sonido muy dulce. Se escuchaba, cada vez con más fuerza, algo así como: “Tum-tuc; tum-tuc”. ¿Qué era ese ruido de tambor? ¡Era el Corazón de Jesús, que volvía a latir después de haber estado quieto, sin latir, desde el Viernes Santo! “¡Tum-tuc! ¡Tum-tuc! ¡Tum-tuc! ¡Tum-tuc!”. Los ángeles –ahí estaban todos, desde San Miguel Arcángel, que es el Jefe de la milicia celestial, hasta mi ángel guardián, y el de mi mamá, el de mi papá, los de mis hermanos, los de todo el mundo- se alegraron tanto cuando sintieron el latido del Corazón de Jesús, que comenzaron a cantar hermosísimas melodías en honor de Jesús, y el canto de los ángeles era tan armonios y fuerte, que hacía vibrar las paredes del sepulcro. También la Virgen, que no estaba en el sepulcro, sino en su casita, rezando, sintió el latido del Corazón de su Hijo, que volvía a la vida, y por eso se alegró muchísimo: “¡Jesús ha resucitado!”, decía con alegría la Virgen, y cantaba un canto más hermoso que el canto de los ángeles.
Después, Jesús, que ya estaba de pie en el sepulcro, salió atravesando las paredes, porque su Cuerpo estaba lleno de la gloria de Dios, y se fue a visitarla a su Mamá, la Primera que supo que Él había resucitado, y sólo después de darle estrecharla contra su Corazón, fue a avisarles a los demás que había resucitado, pero eso lo vamos a ver en otro momento, si Dios quiere.
¡Así fue la Resurrección de Jesús!

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