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viernes, 12 de abril de 2013

Hora Santa para Niños y Jóvenes



         Inicio: Venimos a adorar al Divino Niño, que está Presente pero oculto, invisible, en la Eucaristía. No lo vemos con los ojos del cuerpo, y por eso le pedimos a la Virgen, la Mamá del Niño Jesús, que nos dé sus ojos para verlo y su Corazón Inmaculado para amarlo. También les pedimos a nuestros ángeles custodios y a San Miguel Arcángel que nos ayuden para que la adoración sea del agrado del Niño Jesús. Venimos a pedirle por nosotros y por los niños y jóvenes del mundo entero. Hacemos silencio “por fuera”, y por eso no hablamos, y hacemos silencio también “por dentro”, pensando sólo en Jesús y en la Virgen y en nadie más.

         Canto de entrada: “Oh buen Jesús”.

Acto de fe
¡Oh, buen Jesús! Yo creo firmemente
que por mi bien estás en el altar,
que das tu cuerpo y sangre juntamente
al alma fiel en celestial manjar,
al alma fiel en celestial manjar.
Acto de humildad
Indigno soy, confieso avergonzado,
de recibir la santa Comunión;
Jesús que ves mi nada y mi pecado,
/prepara Tú mi pobre corazón./ (bis)
Acto de dolor
Pequé Señor, ingrato te he ofendido;
infiel te fui, confieso mi maldad;
me pesa ya; perdón, Señor, te pido,
/eres mi Dios, apelo a tu bondad./ (bis)
Acto de esperanza
Espero en Ti, piadoso Jesús mío;
oigo tu voz que dice “Ven a mí”,
porque eres fiel, por eso en Ti confío;
/todo Señor, lo espero yo de Ti./ (bis)
Acto de amor
¡Oh, buen pastor, amable y fino amante!
Mi corazón se abraza en santo ardor;
si te olvidé, hoy juro que constante
/he de vivir tan sólo de tu amor./ (bis)
Acto de deseo
Dulce maná y celestial comida,
gozo y salud de quien te come bien;
ven sin tardar, mi Dios, mi luz, mi vida,
/desciende a mí, hasta mi pecho ven./ (bis)

         Oración inicial: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo; te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         Meditación

         Jesús, Divino Niño, que siendo Dios omnipotente viniste a nosotros como un Niño en Belén, para que no tuviéramos miedo en acercarnos a Ti, enciende en nuestros corazones el amor hacia Ti.
Tú eres un Dios con corazón de niño, por eso te pedimos que siempre conservemos la inocencia que da la gracia.
Haz que recordemos siempre tu Nacimiento milagroso en Belén y que te conozcamos en el misterio de la Eucaristía.
Divino Niño, queremos adorarte en la Eucaristía así como te adoraron los pastores en Belén en la Noche de Navidad; queremos presentarte regalos, como los regalos que te hicieron los Reyes Magos, que te llevaron oro, incienso y mirra.
Con tu ayuda, nosotros queremos darte el oro de la adoración, el incienso de la oración y la mirra de la mortificación.

Silencio para meditar.

         Jesús, Divino Niño, que luego de nacer fuiste presentado en el templo llevado en los brazos de la Virgen María, haz que seamos siempre como niños pequeños, para que también seamos llevados en los brazos de María y por Ella seamos presentados ante Ti, Dios nuestro.
         Jesús, Divino Niño, que en tu divina infancia fuiste criado y educado por María y José, haz que también ellos nos críen y eduquen para que seamos niños y jóvenes santos, y no permitas que las vanas atracciones del mundo nos alejen de Ti. Hoy el mundo nos muestra muchas distracciones, la mayoría de ellas malas, como la música cumbia, el rock, las diversiones malas, los programas de televisión y de internet que ofenden a Dios.
         Si nos dejamos llevar por estas cosas malas, somos como un niño que se desprende de las manos de sus padres y corre hacia un precipicio muy hondo, en cuyo fondo habita el ángel de la oscuridad, el ángel caído, el demonio. Así como Tú, siendo Niño, ibas siempre de la mano de tus papás, no permitas que nunca nos soltemos de la mano de la Virgen y de San José.

Silencio para meditar.

         Jesús, Divino Niño, que a los doce años te quedaste en el templo en vez de volver con tus padres, porque “tenías que ocuparte de las cosas de tu Padre Dios”, por este misterio de tu Divina Infancia, haz que te encontremos siempre en el templo, en el sagrario, en la Eucaristía; haz que nunca nos separemos de la verdadera y única Iglesia, la Iglesia Católica; haz que nunca cometamos el pecado de apostasía, que es ir a otras iglesias, a otros cultos, a otras religiones; haz que nunca cometamos el pecado de idolatría, que es rezarle a ídolos como el Gauchito Gil, la Difunta Correa o San La Muerte; haz que nunca creamos en el horóscopo, en el Tarot, en el juego de la copa, en la magia o en la brujería, porque como dice el Papa Francisco, “no nos salva ni la brujería, ni el Tarot, ni nosotros mismos, sino Cristo Jesús”; haz que Te encontremos en el templo, en el sagrario, en donde nos esperas en el invento de tu Amor, la Eucaristía.

Silencio para meditar.

Jesús, Divino Niño, que “creciendo en gracia y sabiduría” te hiciste adolescente y luego joven, y permaneciste en tu adolescencia y juventud siempre en la obediencia amorosa a tus padres, María y José, haz que nosotros vivamos siempre con amor el Cuarto Mandamiento, “Honrarás padre y madre”, el mandamiento que manda amar a los padres, honrándolos con la obediencia, el respeto, el trato afectuoso, la compasión, la ayuda en sus dificultades. No permitas que nunca cometamos el gravísimo error de faltarles el respeto, de levantarles la voz, de desobedecerlos, de no auxiliarlos cuando necesiten de nuestra ayuda. Antes bien, ayúdanos a ser como Tú, Hijo ejemplar, amoroso y dedicado, y que nuestros padres puedan sentirse amados y respetados por nosotros.

Silencio para meditar.

         Jesús, Divino Niño, que siendo ya adulto no dejaste nunca de amar a tus padres terrenos, pero que luego de la muerte de San José te separaste de la tu Mamá, la Virgen, para cumplir la Voluntad de Dios Padre, que quería que murieras en la Cruz para salvar nuestras almas, haz que a ejemplo tuyo, sepamos separarnos de nuestros seres queridos si esa es tu Voluntad, para que vivamos la vocación a la cual Tú nos has llamado, ya sea el matrimonio o la vida consagrada.

Silencio para meditar.

         Peticiones:

         A cada intención respondemos: “Por los dolores de la Virgen María, escúchanos Señor”.

-Por el Santo Padre Francisco, por los obispos y sacerdotes de la Santa Iglesia Católica, para que guiados por Ti, Divino Niño, sepan dar testimonio de tu Amor. Oremos al Señor.

         -Por nuestras familias y las familias del mundo entero, para que el Divino Niño, Presente en la Eucaristía, sea su único tesoro. Oremos al Señor.

         -Por los niños y jóvenes de nuestra comunidad y de todo el mundo, para que Te conozcan a Ti, Divino Niño, Presente en la Eucaristía, para que sus vidas sean iluminadas con el resplandor de tu gloria. Oremos al Señor.

         -Por los niños que sufren, cualquiera sea su causa, para que encuentren en Ti, Divino Niño, su consuelo en esta vida y en la vida eterna. Oremos al Señor.

         Oración final: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo; te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).

         Meditación final: Divino Niño Jesús, debemos ya retirarnos. En esta Hora Santa, hemos recibido de Ti torrentes infinitos de Amor y de gracia, de luz, de vida, de amor y de alegría. Queremos dar a los demás todo lo que de tu Sagrado Corazón hemos recibido. Ayúdanos a olvidarnos de nosotros mismos y a acordarnos siempre de Ti, y para eso, le pedimos a tu Mamá, la Virgen, que imprima tu imagen en nuestros corazones; así, cada latido nuestro dirá: “Jesús, María, os amo”.

         Canto de salida: “El trece de mayo”.

A tres pastorcitos la Madre de Dios,
descubre el misterio de su corazón.
Ave, ave, ave María. Ave, ave, ave María.

Haced penitencia, haced oración,
por los pecadores implorad perdón.
Ave, ave, ave María. Ave, ave, ave María.

Las modas arrastran al fuego infernal,
vestid con decencia si os queréis salvar.
Ave, ave, ave María. Ave, ave, ave María.

El Santo Rosario constantes rezad,
y la paz del mundo el Señor os dará.
Ave, ave, ave María. Ave, ave, ave María.

¡Qué pura y qué bella se muestra María,
qué llena de gracia en Cova de Iria!
Ave, ave, ave Maria. Ave, ave, ave Maria.

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