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viernes, 10 de mayo de 2013

El Evangelio para Niños: Jesús sube al cielo





         En este domingo festejamos el día que Jesús subió a la Casa de su Papá. Jesús había prometido a sus amigos que después de morir en la Cruz, iba a resucitar al tercer día, y que luego iba a subir al cielo, a la Casa de su Papá, para prepararles habitaciones para ellos, para que ellos estuvieran ahí donde iba a estar Él.
         La Casa de su Papá es el cielo, y tiene muchísimas habitaciones porque es muy pero muy grande; es mucho más grande que una casa gigante, porque es el mismo cielo. Ahí, en el cielo, Dios Padre tiene lugar para todos nosotros y nos está esperando para que después de esta vida, vayamos a vivir ahí con Él, con Jesús, y con Dios Espíritu Santo.
         Como Dios Padre quiere que todos vivamos en su casa, mandó a su Hijo Jesús a la tierra, con un encargo para hacer: Él tenía que morir en Cruz, para que se pudieran abrir las puertas de la Casa de Dios Padre, y eso fue lo que hizo Jesús: bajó del cielo para llevarnos a todos junto a su Papá. Primero subió Él con su propio poder, porque Él es Dios; después Él la fue a buscar a su Mamá, la Virgen, y la llevó en cuerpo y alma, y ahora que Él está en el cielo junto a su Mamá, nos está esperando a todos allá arriba.
¿Qué  tenemos que hacer para subir al cielo para estar con Jesús y la Virgen en la Casa de Dios Padre para siempre? Lo que tenemos que hacer es hacer lo mismo que hizo Jesús: Él nació de la Virgen, milagrosamente, y por eso se llama “Hijo de María Virgen”; después fue creciendo “en gracia y en estatura”, como dice el Evangelio, y cuando fue grande, cargó la Cruz sobre sus hombros y caminó por el Camino Real de la Cruz, hasta llegar al Monte Calvario. Ahí, murió crucificado, ofreciéndose en sacrificio para la salvación de todos los hombres, y después resucitó y subió al cielo con su propio poder de Dios. Este camino que hizo Jesús se llama “misterio pascual” y Él quiere que todos nosotros sigamos el mismo camino: nacer por la gracia, como hijos de la Virgen; crecer en sabiduría y gracia todos los días –los que son grandes ya no crecen más en estatura-; cargar la Cruz todos los días, seguir a Jesús por el Camino del Calvario, subir a la Cruz y morir junto con Él, crucificados. Si hacemos así, resucitaremos con Jesús y llegaremos al cielo, a la Casa de Dios Padre, para estar para siempre junto a Jesús y la Virgen.  
¿De dónde vamos a sacar fuerzas para recorrer este camino? ¿De dónde vamos a sacar fuerzas para cargar la Cruz todos los días? Porque el camino de la Cruz es difícil porque es angosto y en subida, y hay que tener mucha fuerza para poder llevar la Cruz. Las fuerzas las sacamos de un alimento muy especial, un pan que da una energía especial: la Eucaristía, que es el mismo Jesús en Persona, el mismo que subió al cielo, porque Jesús subió al cielo, para ir con su Papá, pero al mismo tiempo, como Él es Dios, inventó una manera de quedarse con nosotros, y ese invento es la Eucaristía. Jesús subió al cielo, pero se quedó en la Eucaristía, para darnos fuerzas para que podamos recorrer junto con Él el camino de la Cruz, el único camino que lleva al cielo.
Pero hay algo más: Jesús fue a prepararnos una habitación en la Casa de su Papá, pero hasta que lleguemos ahí, Jesús quiere que nuestro corazón sea como una habitación llena de luz y de amor, en donde se quede Él a vivir, y el corazón se convierte en casa de luz y amor cuando está en gracia de Dios y refleja a todos la paz y la alegría de Jesús. De lo contrario, el corazón está a oscuras, y la cara es una cara de "pepinos en vinagre", como dice el Papa Francisco. 
Entonces, a vivir en gracia y alegres, llevando la Cruz de todos los días.
Hasta que subamos al cielo para ir a vivir en la habitación de la Casa que Dios Padre tiene preparada para nosotros, Jesús quiere venir a vivir en una habitación muy especial, nuestro corazón, y para que Él pueda vivir ahí, tenemos que vivir en gracia de Dios y alejar todo tipo de pensamientos, sentimientos y obras que no le agraden. Así Jesús vivirá con nosotros todos los días de la vida, hasta el día en que subamos para ir a la Casa del Padre, a la habitación que nos preparó Jesús para cada uno de nosotros.

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