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viernes, 30 de agosto de 2013

El Evangelio para Niños: "El que se humilla será ensalzado y el que se ensalza será humillado"


(Domingo XXII - TO - C - 2013)
          En este Evangelio Jesús nos cuenta la siguiente parábola (las parábolas son hermosas narraciones que dejan muchas enseñanzas, como cuando un padre cuenta un maravilloso cuento a su hijo, para enseñarle muchas cosas): nos cuenta de alguien que va a una fiesta donde sirven muchas cosas ricas para comer y qué es lo que le puede pasar si se sienta en un lugar que es el del dueño de casa: si el dueño de casa llega y lo encuentra en su lugar, le va a decir que se levante y vaya a otro lugar de la mesa, más alejado; pero si se sienta en un lugar alejado, el dueño de casa, cuando llegue, le va a decir que se acerque y le dirá que se siente cerca de él. Con esta parábola, Jesús nos quiere decir que el que es soberbio, al final se queda sin nada, pero el que es humilde, es agradable a los ojos de Dios.
          Jesús nos enseña a no ser soberbios, porque la soberbia es el pecado capital del demonio, el pecado que le hizo perder el cielo para siempre. En el cielo, el demonio se comportó como si fuera el dueño del cielo, y tuvo el atrevimiento de querer sentarse en el trono de Dios. Por supuesto que nunca jamás lo iba a lograr, porque comparado con Dios y su fuerza, el Demonio es menos que un gusano comparado con un oso. Por ser soberbio, el Diablo perdió para siempre la amistad de Dios y como ya no era amigo de Dios, el jefe de la milicia celestial, San Miguel Arcángel, lo echó del cielo, cayendo "como un rayo" a la tierra, en donde anda suelto y desencadenado, "como león rugiente buscando a quien devorar", es decir, buscando a quien contagiar con su veneno más mortal, la soberbia. La soberbia es como un virus que nace del corazón del ángel caído, y que se contagia al corazón del hombre cuando el hombre se acerca al demonio, así como cuando alguien tiene gripe y contagia al que está cerca. A los que son soberbios, a los que les gusta que siempre los alaben, a los que les gusta ocupar siempre los primeros lugares, a los que les gusta que todos hablen de ellos, a los que les gusta sentirse mejores que los demás y desprecian a sus hermanos, a los que no perdonan, cuando alguien les hace un daño, ni tampoco piden perdón, cuando ellos hacen un daño a otro, a esos les pasa lo que le pasó al demonio: dejan de  ser amigos de Dios, porque Dios quiere amigos que sean como su Hijo Jesús, que no era soberbio sino humilde.
           A Dios le gusta que sus amigos se parezcan en todo a Jesús, que siendo Dios Hijo, y por lo tanto el Dueño y Creador del universo, vino a esta mundo humildemente, naciendo como un Niño de María Virgen; siendo Dios Todopoderoso, dejó que lo golpearan, lo flagelaran, lo coronaran de espinas y lo crucificaran, para que nos salvemos; siendo Dios Todopoderoso, viene a nosotros en la humildad de algo que parece ser pan, pero ya no es más pan, la Eucaristía, que es su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad. Siendo Dios Todopoderoso, fue Niño y Adolescente, y como Niño y Adolescente, obedecía con amor a sus padres y los amaba muchísimo y demostraba ese amor haciéndoles siempre caso y ayudándolos en todo lo que podía. A los que son como su Hijo Jesús, Dios Padre los ama en esta tierra y, cuando llegan al Cielo, les da un lugar en el banquete del Cielo, muy cerquita de Jesús.

          Esto es entonces lo que Jesús nos enseña con el esta parábola: que no seamos soberbios, como el Diablo, y que seamos humildes, como Jesús. Y también como la Virgen, que siendo la Mamá de Dios, se llamó a sí misma "Esclava del Señor".

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