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sábado, 8 de marzo de 2014

El Evangelio para Niños: La tentación de Jesús en el desierto


         (Domingo I – TC – Ciclo A – 2014)
         El Espíritu Santo lleva a Jesús al desierto para que el demonio lo tiente. Por supuesto que Jesús no podía caer en la tentación, porque era el Hombre-Dios, pero Jesús se deja tentar para enseñarnos cómo combatir la tentación: con ayuno, oración y la Palabra de Dios.
La primera tentación es con la Gula: el demonio le dice a Jesús que convierta las piedras en pan. El demonio quiere que nos olvidemos del alma, que todo sea para el cuerpo: piedras-pan-cuerpo. El demonio quiere que pensemos solo en la materia, y no en el espíritu, y que busquemos la satisfacción de las necesidades del cuerpo, y no las del alma, por eso quiere hacerle pensar a Jesús solo en el pan material: piedra-pan-cuerpo. Es como si le dijera a Jesús: “Aliméntate solo de pan y nada más”. Pero Jesús le responde al diablo que el hombre no solo se alimenta de pan, sino “de toda palabra que sale de la boca de Dios”. Jesús nos hace ver que no solo tenemos un cuerpo, sino también un alma, y que el alimento del alma es más importante que el del cuerpo, y que el alimento del alma es la Palabra de Dios. Pero hay algo más importante todavía, que nos dice la Iglesia: “No solo de pan vive el hombre, sino del Pan de Vida eterna, la Eucaristía, que sale de las entrañas de la Iglesia, el altar de Dios”. La Eucaristía es el Pan de Dios que alimenta el alma y es el alimento del espíritu, más importante que el alimento del cuerpo. Entonces, si el demonio nos dice: piedras-pan-cuerpo, la Iglesia nos dice: pan-Pan de Vida Eterna-Eucaristía.  
         La segunda tentación es con la Soberbia: el demonio le dice a Jesús que se tire del templo, porque si es Hijo de Dios, los ángeles lo van a salvar a último momento, evitando que se estrelle en el piso. Esto el pecado de presunción, y es el pecado de los cristianos que creen que Dios es pura misericordia y que por lo tanto, como es tan misericordioso, a ellos no los va a castigar. Entonces, ellos pueden cometer toda clase de pecados e incluso pueden morir en pecado; total, como Dios es tan misericordioso, Dios no los va castigar, porque Dios tiene la obligación de salvarlos; ellos usan el escapulario de la Virgen del Carmen e invocan a Dios, a Jesús, van a Misa y se confiesan, pero no se arrepienten de verdad, y viven y mueren en pecado, pero Dios lo mismo los va a salvar, porque es misericordioso. Para ellos, Dios es misericordioso, pero no es justo; es un Dios in-justo, un Dios que no aplica la Justicia Divina, entonces uno puede ser malo en esta vida, y lo mismo se puede salvar, y esto es ser presuntuoso y esto es tentar a Dios, y esto es lo que Jesús le responde, al demonio y a estos cristianos: “No tentarás a Dios”. No tenemos que tentar a Dios, pensando presuntuosamente que vamos a salvarnos sin una verdadera conversión, sin arrepentirnos, sin convertirnos, sin rezar, sin pedir perdón por nuestros pecados, sin detestar el mal y las obras malas.
         La última tentación, es la del Egoísmo, la del Poder y la de la Avaricia, que es la tentación de la Idolatría: el demonio le dice que se postre ante él, y él dará mucho dinero y hará que todos lo alaben y le digan muchas cosas lindas sobre él. Es una tentación que vemos todos los días: a muchos seres humanos, simples hombres, se les rinde un culto como si fueran dioses, aunque no nos demos cuenta: el día domingo, que es el día dedicado a Dios, todo el día debe girar en torno a la Misa, porque  Dios ha creado el Domingo para la Misa, para que el hombre vaya a Misa, porque la Misa es el Día del Sol, que es Jesucristo; el Domingo es el día de la semana que participa del Domingo de Resurrección y por eso está iluminado con una luz especial, que no es la luz del astro sol, sino que es la luz del Cordero, Jesús, que es la Lámpara de la Jerusalén celestial; el domingo está iluminado por la luz del Sol de justicia, Jesús resucitado, y por eso es el Día del Señor, y todo el Domingo está dedicado a la Santa Misa, y no es el día para el fútbol, ni para el paseo, ni para hacer compras, ni para descansar.
         A quienes usan el domingo, Día del Señor, para esas cosas, Jesús les dice: “Adorarás al Señor, tu Dios, y a Él solo rendirás culto”.

         Por último, el desierto es una figura de nuestra alma, y como el Espíritu Santo lleva a Jesús al alma, entonces también está en nuestra alma, que es como un desierto, cuando estamos en gracia. A Él le tenemos que pedir que nos ayude, con su gracia, a vencer la tentación, y Él nos ayuda y nos enseña a hacerlo, por medio de la oración y el ayuno cuaresmal. Al final del pasaje, el Evangelio dice que “el demonio se alejó” de Jesús, porque Jesús lo venció con el ayuno y la oración; entonces también se alejará de nosotros y nosotros lo venceremos con el ayuno, la oración y la Presencia de Jesús en nuestra alma por la gracia. Así como el Espíritu Santo llevó a Jesús al desierto, así la gracia lo trae a nuestra alma, para que se quede con nosotros en Cuaresma y para Pascua, en el tiempo y por toda la eternidad.

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