(Domingo XVIII – TO – Ciclo A – 2014)
La Biblia nos cuenta que una vez, Jesús estaba curando a
mucha gente y como había muchos enfermos, se pasó todo día curándolos, hasta
que se hizo de tarde. Entonces, todos empezaron a sentir hambre, porque no
habían comido nada en todo el día. Los amigos de Jesús se dieron cuenta que como
eran muy, pero muy muchos –unos dicen que eran casi como veinte mil, que quiere
decir que eran muchisisisisímos-, y no había casi nada para cocinar, todos se
tenían que ir a los pueblos que estaban cerca, para poder comprar algo de
comida. Pero Jesús les dijo: “Dénles ustedes de comer”. Y ahí los amigos de
Jesús no sabían qué hacer, porque ellos sólo tenían cinco panes y dos pescados;
creían que Jesús les decía que tenían que cocinar esos pescados y esos panes
para toda esa gente, y se decían unos a otros: “¡Cinco panes y dos pescados no
van a alcanzar para tanta gente!”. Pero Jesús, que es Dios, sabía lo que hacía.
Tomó los panes y los peces, los bendijo, y como Él era Dios, después de
bendecirlos, hizo un milagro: Jesús hizo aparecer un montón de pescados y
panes, y les dijo a sus amigos, que se los dieran a la gente, para que
comieran. Había tanta cantidad de pescados y panes, que todos comieron “hasta
saciarse”, dice el Evangelio, que quiere decir, hasta no querer comer más, y
encima sobraron “doce canastas”.
¿Y por qué Jesús hizo este milagro? ¿Sólo para darle de
comer a toda esa gente?
No. Jesús no hizo aparecer toda esa cantidad de panes y
peces solamente para darle de comer a toda esa cantidad de gente.
Jesús
hizo aparecer todo ese montón de pescados y de panes, para hacernos dar cuenta
de que Él es Dios, y de que Él tiene el poder de Dios, y por eso puede hacer
cosas que sólo Dios, con su poder, puede hacer, como por ejemplo, hacer
aparecer un montón de panes y pescados, para dar de comer a muchisisisíma gente.
Pero también Jesús nos quiere hacer saber que, como Él es
Dios, Él puede hacer algo que sólo Dios puede hacer: ¡Él puede convertir el pan
y el vino del altar en su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad!
¿Y
saben qué? Jesús les da de su poder a sus amigos, los sacerdotes, para que
ellos, en su Nombre, en la Misa, conviertan el pan y el vino, en su Cuerpo, su
Sangre, su Alma y su Divinidad. Y así, los sacerdotes, hacen un milagro más
grande que hacer aparecer panes yu pescados y dar de comer a mucha gente,
porque, con el poder que les da Jesús, ¡hacen aparecer a Jesús en la Hostia, y
alimentan a la gente en la Iglesia, con la Carne del Cordero de Dios y con el
Pan de Vida eterna!
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