(Domingo
V – TC – Ciclo B – 2015)
Jesús habla de un grano de trigo, que tiene que caer en la
tierra, hundirse, desaparecer y así morir, como grano, para dar lugar al fruto,
que es la espiga, cargada de trigo, con el cual se hace el pan. Si el grano de
trigo no cae y muere, no puede dar fruto.
¿Quién es ese grano de trigo que cae en tierra y muere para
dar fruto?
Es Él en la cruz: Él, en la cruz, es el grano de trigo que
muere el Viernes Santo, es sepultado en el sepulcro, permaneciendo allí tres
días, hasta el Domingo de Resurrección, y el Domingo, da el fruto de la
Resurrección. Él es el grano de trigo que muere y germina, dando el fruto de la
Resurrección, que es el Pan de Vida eterna, su Cuerpo resucitado.
Así como el grano de trigo muere, es enterrado, germina, da
el fruto de la espiga de trigo y al trigo se lo cuece con el fuego, para hacer
el pan que nos alimenta y nos da vida, así Jesús en la cruz, es el grano de
trigo que muere en la cruz, es sepultado en el sepulcro, y germina, es decir,
da el fruto de la resurrección, porque su Cuerpo, que es como la espiga de
trigo, recibe, en el sepulcro, de Él mismo y del Padre, el soplo del Espíritu
Santo, que es Fuego de Amor Divino, y ese Fuego que es el Espíritu Santo, es el Fuego que cuece, que cocina el trigo, y convierte el trigo, que es el Cuerpo de Jesús, en Pan Vivo bajado del cielo,
que cuando lo consumimos en la Comunión, nos da la vida eterna.
Si Jesús es el grano de trigo que cae en tierra y muere para
dar fruto, nosotros también somos el grano de trigo que tiene caer en tierra y
morir para dar fruto: morir al hombre viejo, el hombre dominado por el enojo,
el egoísmo, la pereza, la envidia, los deseos malos, para así dar fruto, que es
vivir la vida de la gracia, la vida de la pureza, de la castidad, del Amor de
Dios a los papás, a los hermanos y a todo el mundo.
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