Doctrina
¿Quién es la Virgen
María? La Virgen María es la Madre de Dios, y también es nuestra Madre
espiritual, porque Jesús nos la dio como Madre antes de morir en la cruz, al
decirle a Juan: “He ahí a tu Madre” (…), porque en Juan estábamos representados
todos los hombres.
Por ser “Madre de Dios”, la Virgen fue distinguida con el
privilegio de ser “INMACULADA CONCEPCIÓN”, que quiere decir que fue concebida
sin pecado original; también es la “LLENA DE GRACIA”, porque desde su
concepción, estuvo inhabitada por el Espíritu Santo, es decir, el Espíritu
Santo vivía en Ella. Por estos motivos, es la “más bendita y alabada entre las
mujeres” (Lc 1, 28-42), que está en
el cielo en cuerpo y alma (Lumen Gentium
59).
En el Evangelio leemos: “María, de la cual nació Jesús” (Mt 1, 16). María es Madre de Jesús, y
como Jesús es Dios, bien podemos decir que la Virgen es “Madre de Dios”. María
tiene este doble privilegio: ser Virgen y ser la Madre de Dios al mismo tiempo:
es Virgen y Madre de Dios.
¿Cómo nació
Jesucristo? Los Padres de la Iglesia dicen que Jesús nació milagrosamente,
saliendo de la Virgen, a la manera que el rayo de sol pasa por un cristal sin
romperlo ni mancharlo: así como el cristal permanece intacto antes, durante y
después del paso del rayo del sol, así la Virgen permaneció intacta en su
virginidad antes, durante y después del parto, y permaneció y permanece Virgen
por toda la eternidad.
Explicación
En esta lámina se representa el nacimiento de Nuestro Señor
Jesucristo. Ocho siglos antes el profeta Isaías (7, 14) anunció que nacería de
una Virgen, y el profeta Miqueas también siete siglos antes dijo que nacería en
Belén de Judá (5, 1-2) y así sucedió (Mt
2, 1-6) y nació en un establo o cueva, porque cuando fueron sus padres a
empadronarse no hallaron otro lugar donde cobijarse (Lc 2, 1-7). Jesús nació pobre, vivió pobre y murió pobre para
enseñarnos a amar la virtud de la pobreza.
Cuando nació Jesús, los ángeles del cielo se alegraron y
cantaron el Gloria: “Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los
hombres…” (Lc 2, 14). San José y la
Virgen, y luego los pastores y los Reyes Magos, todos, adoraron al Niño Dios (Mt 2), a Dios, que nacía en Belén –que significa
“Casa de Pan”- como un Niño, para luego donarse en la cruz y entregar su Cuerpo
y su Sangre como Pan de Vida Eterna en la Santa Misa.
Quien no adoró a Dios ni se alegró por su nacimiento, pues
sabía que le arrebataría a las almas de los hombres que estaban en su poder,
era el demonio, puesto que Jesús, como dice la Escritura, vino para “destruir
las obras del demonio” (1 Jn 3, 8).
La Virgen concibió sobrenaturalmente, o sea, no por obra de
varón –el matrimonio con San José era meramente legal y el trato entre ellos
fue siempre como hermanos-, sino por obra del Espíritu Santo –fue el Espíritu
Santo el que creó, de la nada, al alma y al cuerpo humanos de Jesús de Nazareth
y los unió inmediatamente a la Persona del Verbo de Dios, en el instante mismo
de la Encarnación-, y también sobrenaturalmente dio a luz –como un rayo de sol
atraviesa un cristal o un diamante-, y permaneció y permanece virgen por toda
la eternidad.
San José, por lo tanto, no era el padre natural, sino el
padre nutricio o adoptivo de Jesús. En sueños, un ángel le hizo saber que María
era la Madre del Redentor por obra del Espíritu Santo (Mt 1, 18-25). San José fue el guardián y protector de Jesús y el
custodio de la virginidad de María.
Los dos nacimientos de Jesucristo
En Jesús hubo dos nacimientos: uno eterno, en el seno del
Padre, y es lo que afirmamos cuando en el Credo decimos: “nacido del Padre
antes de todos los siglos”, y nace del Padre a la manera que el pensamiento y
la palabra nacen del espíritu del hombre, y otro temporal, porque nace en el
tiempo, en la historia humana, en la tierra, de la Virgen María y en Belén de
Judá. Es por este motivo que Jesús es Dios y hombre a la vez: es Dios, porque
es Dios Hijo, nacido del Padre “antes de todos los siglos”; es Hombre, porque
es Hijo de María Virgen, nacido milagrosamente en un Portal de Belén. Es Dios
desde la eternidad y se hizo hombre en el tiempo para que nosotros, para
salvarnos a nosotros, hombres nacidos en el tiempo, para que viviéramos con Él
en la eternidad.
Práctica: no
dejar pasar ningún día sin rezar el “Ave María”, porque con esta oración,
además de honrar a la Virgen, recuerdo la Encarnación del Verbo de Dios, que se
hizo hombre para mi salvación.
Palabra de Dios: “Cumplido
que fue el tiempo (anunciado por los profetas) envió Dios a su Hijo nacido de
una mujer” (Gál 4, 4). Toda hermosa
eres María y no hay en ti mancha original.
Ejercicios bíblicos:
Mt 1, 16; 1, 18; Lc 1, 28; 1, 42.
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