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viernes, 30 de octubre de 2015

Por la Primera Comunión, Jesús nuestro mejor Amigo, entra en nuestros corazones por primera vez


(Homilía para la Santa Misa de Primeras Comuniones)

         La Primera Comunión es como cuando hacemos una fiesta e invitamos a nuestro mejor amigo a nuestra casa: preparamos nuestra casa y la limpiamos bien, para que cuando llegué esté todo impecable; antes de que llegue, estamos ansiosos, esperando que se haga la hora del encuentro; cuando llega, nos ponemos contentos porque ya llegó; le dedicamos toda nuestra atención; hablamos con él; le servimos cosas ricas; hablamos de las cosas que más queremos, y todo porque como es nuestro mejor amigo, hacemos de todo para que se sienta lo mejor posible.
Bueno, en la Primera Comunión, el que entra en nuestros corazones, que es nuestra casa, es Jesús, nuestro mejor Amigo. Antes de su llegada, estamos ansiosos, esperando el momento de comulgar; para que se sienta cómodo, preparamos previamente nuestros corazones por la gracia santificante, que llena el corazón de luz, de paz, de amor; además, puesto que la gracia nos da la santidad de Jesús, nuestro corazón está limpio, puro, brillante, perfumado “con el buen olor de Cristo”, y el buen olor de Cristo es como si fuera un campo infinito de flores de aroma exquisito; estamos alegres, porque nada menos que el Hijo de Dios, al que los ángeles adoran en el cielo, viene a nuestros corazones, para quedarse con nosotros; y cuando Jesús Eucaristía está dentro nuestro, hablamos con Él, le decimos cuánto lo queremos y que le agradecemos que nos haya venid a visitar por la Eucaristía y le pedimos también por nuestros papás, nuestros hermanos y nuestros seres queridos. Entonces, la Primera Comunión es como cuando viene nuestro mejor amigo a visitarnos, sólo que Jesús es el mejor amigo de todos nuestros mejores amigos.
         Y una vez que Jesús llega a nuestros corazones, ¿cuánto tiempo se queda con nosotros? Jesús se queda todo el tiempo que nosotros queramos, por eso tenemos que estar siempre pensando en Jesús y diciéndole cuánto lo amamos: “Jesús, te amo; Jesús, en Vos confío; Jesús, ven a mí” y tenemos que evitar todo tipo de cosas malas. Jesús sólo se va cuando dejamos de pensar en Él y sobre todo cuando hacemos algo malo, porque donde está Jesús, no puede estar el pecado, y donde está el pecado, no puede estar Jesús. Cuando cometemos un pecado, Jesús se va, con mucha tristeza, de nuestro corazón, porque Él no puede quedarse ahí. El pecado es algo malo, oscuro, y Jesús es bueno y es luz, por eso no puede estar en un corazón que desea cosas malas. Para que Jesús Eucaristía nunca se vaya de nuestros corazones, tenemos que pensar, hablar, querer y hacer cosas buenas, santas, y nunca nada malo, por pequeño que sea. Para que Jesús no se vaya de nuestros corazones, nunca debemos decir ninguna mentira, por pequeña que sea, ni tampoco debemos pelear, ni desobedecer, ni decir cosas malas, ni desear cosas malas. Tenemos que tratar a todos con amor, con cariño y respeto, como lo haría Jesús. Si hacemos así, entonces Jesús Eucaristía se va a sentir muy a gusto en nuestros corazones y no se va a ir nunca.

         Otra cosa que tenemos que tener en cuenta es que, por la Primera Comunión, Jesús viene por Primera Vez a nuestros corazones: entonces, hagámoslo sentir como en su casa, como si nuestro corazón fuera su casa y su habitación más querida; al comulgar, digámosle que lo amamos y que queremos que nunca se vaya de nuestros corazones, démosle todo nuestro amor y le prometamos también que vamos a recibirlo en la Comunión Eucarística todas las veces que sea posible, porque lo amamos mucho y queremos que esté con nosotros el mayor tiempo que sea posible. Si amamos a Jesús Eucaristía, la Primera Comunión va a ser la primera de muchas, porque si amamos a Jesús, vamos a querer comulgar todas las veces que sea posible, para que Jesús esté siempre en nuestros corazones. El que ama a Jesús, quiere venir a Misa para recibirlo no solo en la Primera Comunión, sino todas las veces que sea posible; el que no lo ama, en cambio, no le importa faltar a Misa, porque no le importa recibirlo en la Comunión. Le pidamos a la Virgen, Nuestra Señora de la Eucaristía, que desde la Primera Comunión, que ahora tomamos, que aumente cada vez más nuestro amor a su Hijo Jesús en la Eucaristía, y que haga que nuestros corazones sean como la casa de Jesús, para que Jesús nunca quiera irse y se quede para siempre con nosotros.
      Le pidamos a la Virgen que haga que amemos tanto, pero tanto, a Jesús Eucaristía, que deseemos comulgar -en gracia- todas las veces que sea posible.

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