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martes, 5 de abril de 2016

Catecismo para Niños de Primera Comunión - Lección 21 – El Espíritu Santo - Parte 1

 Catecismo para Niños de Primera Comunión - Lección 21El Espíritu Santo1 - Parte

Doctrina

       ¿Qué prometió Jesucristo al subir a los cielos? Jesucristo, al subir a los cielos, prometió que nos enviaría el Espíritu Santo.

     ¿Quién es el Espíritu Santo? El Espíritu Santo es la tercera Persona de la Santísima Trinidad, que procede del Padre y del Hijo.
         La Escritura dice que el Espíritu Santo es “el Espíritu del Padre” (Mt 10, 20) y es también el “Espíritu del Hijo” (Gál 4, 6). La Iglesia nos enseña en el Credo: “Que procede del Padre y del Hijo, y que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria”. El Espíritu Santo recibe “la misma adoración y gloria” que el Padre y el Hijo, por ser Dios como ellos.
         El Espíritu Santo es Dios verdadero, como el Padre y el Hijo. Leer Hech 5, 3-5, donde se dice que “mentir al Espíritu Santo es mentir a Dios”.

         ¿Cuándo envió Jesucristo el Espíritu Santo? Jesucristo envió el Espíritu Santo a su Iglesia el día de Pentecostés, diez días después de su Ascensión al cielo.

        ¿Para qué envió Jesucristo el Espíritu Santo? Jesucristo envió el Espíritu Santo para santificar nuestras almas y asistir a su santa Iglesia.

Explicación





En esta imagen se representa la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles, reunidosen oración con María Santísima, en el Cenáculo de Jerusalén.
A los diez días de la Ascensión del Señor, estando los apóstoles con la Virgen María reunidos en oración, se produjo un gran ruido y bajó sobre ellos el Espíritu Santo en forma de lenguas de fuego, posándose sobre su cabeza y llenándoles de sabiduría, don de lenguas y concediéndoles gran valor para la predicación del Evangelio.
En la parte superior se ve al Espíritu Santo en forma de paloma (recordemos que se apareció como paloma en el bautismo de Jesús en el Jordán); de Él salen rayos (son sus siete dones) de luz en todas direcciones. Esto sucedió el día de Pentecostés, cincuenta días después de Pascuas de Resurrección.
En medio de la imagen está la Virgen, y a su alrededor los apóstoles, sobre cada uno de los cuales desciende una lengua de fuego, proveniente del Espíritu Santo. El Espíritu Santo se representa, además de como paloma, como fuego, porque es Fuego de Amor divino; es un fuego que, a diferencia del fuego que conocemos, no produce dolor, sino gozo, alegría, paz, amor. En una de las apariciones de la Virgen en Fátima, los tres pastorcitos fueron envueltos en la luz de Dios, y ellos declararon que “sentían una gran paz y mucha alegría”.

Práctica: Rezaré con frecuencia: “Ven, oh Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor”.

Palabra de Dios: “Recibiréis el poder del Espíritu Santo y seréis mis testigos en Jerusalén… y hasta los confines de la tierra” (Hech 1, 8). “Al cumplirse el día de Pentecostés, estando todos (los apóstoles) en un lugar, se produjo de repente un ruido proveniente del cielo como el de un viento que sopla impetuosamente, que invadió toda la casa en que residían. Aparecieron, como divididas, lenguas de fuego, que se posaron sobre cada uno de ellos, quedando todos llenos del Espíritu Santo; y comenzaron a hablar en lenguas extrañas...” (Hech 2, 1-4).

Ejercicios bíblicos: Mt 28, 18-19; Gál 5, 22; 1 Cor 6, 9; Jn 15, 26.

Oración al Espíritu Santo
(de la Sierva de Dios Francisca Javiera del Valle)

¡Ven, Santo y Divino Espíritu! ¡Ven como Luz, e ilumínanos a todos! ¡Ven como fuego y abrasa los corazones, para que todos ardan en amor divino! Ven, date a conocer a todos, para que todos conozcan al Dios único verdadero y le amen, pues es la única cosa que existe digna de ser amada. Ven, Santo y Divino Espíritu, ven como Lengua y enséñanos a alabar a Dios incesantemente, ven como Nube y cúbrenos a todos con tu protección y amparo, ven como lluvia copiosa y apaga en todos el incendio de las pasiones, ven como suave rayo y como sol que nos caliente, para que se abran en nosotros aquellas virtudes que Tú mismo plantaste en el día en que fuimos regenerados en las aguas del bautismo.
Ven como agua vivificadora y apaga con ella la sed de placeres que tienen todos los corazones; ven como Maestro y enseña a todos tus enseñanzas divinas y no nos dejes hasta no haber salido de nuestra ignorancia y rudeza.
Ven y no nos dejes hasta tener en posesión lo que quería darnos tu infinita bondad cuando tanto anhelaba por nuestra existencia.
Condúcenos a la posesión de Dios por amor en esta vida y a la que ha de durar por los siglos sin fin. Amén.
Divina esencia: recibe este DECENARIO que os dedico y que todo sea para provecho de las almas, fin glorioso; pues en ello tenéis Vos vuestra mayor honra y gloria, y porque sois Dios infinito en bondades, os pido, Señor, me deis el consuelo de verte amado de mí y de todas las criaturas, en el tiempo y en la eternidad, y que sea de todos conocido tu Santo y Divino Espíritu.

1 Adaptado de El Catecismo ilustrado, de P. BENJAMÍN SÁNCHEZ, Apostolado Mariano, Sevilla3 1997.

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