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sábado, 11 de junio de 2016

El Evangelio para Niños: Jesús perdona a la mujer arrepentida y nos perdona a nosotros en la Confesión



(Domingo XI – TO – Ciclo C – 2016)

         En el Evangelio de hoy, una mujer se acerca a Jesús con un frasco de perfume, rompe el frasco y derrama el perfume sobre los pies de Jesús; mientras hace esto, llora y con sus lágrimas moja los pies de Jesús; luego los seca con sus cabellos y los besa. Con esta acción, la mujer demuestra mucho amor a Jesús y Jesús le perdona todos sus pecados, que eran muchos, y dice por qué le perdona todos sus pecados: porque la mujer “tiene mucho amor” en su corazón hacia Jesús. Aunque es muy pecadora, la mujer se da cuenta que sus pecados ofenden al Corazón de Jesús y lo lastiman; se arrepiente de sus pecados y llora de pena por haber ofendido a Jesús. Siente que su corazón es como una piedra que ha sido triturada, y lo que ha triturado su corazón de piedra es el Amor de Jesús, y eso se llama “contrición” o dolor perfecto del corazón por los pecados cometidos. Cuando alguien comete un pecado, su corazón se vuelve duro como una piedra, y el Amor de Jesús es el único que puede triturar el corazón de piedra -así como cuando alguien tritura una piedra con un martillo, por ejemplo- para convertirlo en un corazón de carne.
         El que tiene mucho amor a Jesús se da cuenta que Jesús recibe un golpe en el Corazón por cada pecado cometido, y eso lo lleva a arrepentirse de haber golpeado a Jesús con sus pecados, y entonces, con el corazón triturado por el dolor y el amor, se decide a preferir morir antes que pecar.
         Cuando cometemos un pecado, el pecado nos hace sentir “bien”, aunque es una falsa sensación de bienestar, porque después nos sentimos mal, con remordimiento y culpa por el pecado. Por ejemplo, cuando cometemos el pecado de la ira, nos sentimos “bien” porque nos desahogamos, pero luego viene el remordimiento por habernos comportado mal. El pecado es como un veneno con gusto dulce en la boca, pero que cuando llega al estómago, comienza a hacer daño. Pero, como decíamos, el pecado nos hace sentir bien al inicio, y esto es lo que tenemos que saber: si a nosotros nos hace sentir bien en un primer momento, a Jesús, en cambio, le provoca mucho dolor, en su Cuerpo y en su Corazón, porque el pecado nuestro es un golpe de látigo, una trompada en la cara, una espina de su corona, un golpe en el pecho, los clavos en sus manos o en sus pies. Cuando peleamos con nuestros hermanos o amigos; cuando contestamos mal a nuestros padres; cuando hacemos pereza; cuando cometemos cualquier pecado, estamos golpeando a Jesús y le provocamos mucho, pero mucho dolor y también tristeza.
La mujer del Evangelio se dio cuenta de que sus pecados le habían provocado mucho dolor y mucha pena a Jesús, y que lo habían herido y ofendido mucho, y es por eso que llora arrepentida y decide no volver a pecar más. Y así como Jesús la perdona, así también nos perdona a nosotros nuestros pecados, en la Confesión Sacramental.

         Entonces, cuando tengamos la tentación de algún pecado –ira, pereza, gula, soberbia, etc.-, recordemos que nuestros pecados golpean a Jesús y le hacen salir sangre y le provocan mucho dolor y mucha tristeza, y hagamos el propósito de confesarnos y nunca más volver a cometer el pecado del que nos confesamos, para nunca más golpear a Jesús, que sufre por mis pecados en la cruz.

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