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sábado, 23 de julio de 2016

El Evangelio para Niños: Pidamos el Espíritu Santo



(Domingo XVII – TO – Ciclo C – 2016)

Jesús nos enseña a rezar a Dios de una manera que antes no se conocía, porque nos dice que le tenemos que decir a Dios “Padre”, porque somos hijos adoptivos por el bautismo, y para eso nos enseña esa hermosa oración que es el “Padrenuestro”. Y para que sepamos cómo tenemos que rezar, Jesús nos cuenta una parábola: un hombre va a la casa de su amigo a medianoche para pedirle tres panes, para darle a su vez a otro amigo que ha llegado de viaje. El amigo, que está en la casa con sus hijos, no quiere darle los panes porque dice que ya es tarde, pero Jesús nos cuenta el final de la parábola: al final, el amigo le va a dar los tres panes, al menos si no es por la amistad, sí por la insistencia.
El amigo que va a pedir pan somos nosotros; la casa del amigo que está con sus hijos, es la Iglesia; el amigo que da los tres panes, es Dios Padre; los panes, representan la Eucaristía. Así como el amigo acude y pide con insistencia y recibe los tres panes, así nosotros debemos rezar a Dios Padre con insistencia, pidiendo cosas buenas, y lo más bueno que puede darnos nuestro Padre del cielo no son tres panes sin vida, sino el Pan de Vida eterna, la Eucaristía, y en la Eucaristía tenemos aquello que quiere darnos Dios, y es su Amor de Dios, el Espíritu Santo.
         En este Evangelio, Jesús nos enseña cómo debemos llamar a Dios: debemos decirle “Padre”, porque verdaderamente es nuestro Padre adoptivo, por la gracia recibida en el bautismo; nos enseña cómo tenemos que rezar: con la confianza y el amor de un hijo; nos enseña a pedirle a Dios con insistencia, con la seguridad de que vamos a ser escuchados y de que, por ser Dios infinitamente bueno, nos dará sólo cosas buenas, ya que es imposible que Dios nos dé cosas malas; y por último, nos enseña qué tenemos que pedirle a Dios: el Espíritu Santo.
         “Pidan y se les dará”, nos dice Jesús. Lo que tenemos que pedirle a Dios Padre no son tres panes, sino un solo Pan, el Pan de Vida eterna, la Eucaristía, porque ahí está contenido lo que Dios Padre quiere darnos, y que vale más que todo el oro del mundo: el Sagrado Corazón de Jesús, que late con el ritmo del Amor de Dios, el Espíritu Santo.


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