Inicio: nos arrodillamos
ante Jesús en el sagrario. No podemos verlo con los ojos del cuerpo, pero la Fe
de la Iglesia nos enseña que Jesús, el Cordero de Dios, está Presente realmente
en la Eucaristía. Si pudiéramos verlo, lo veríamos con su Cuerpo
resplandeciente de gloria, como en el día de la Resurrección. Hacemos silencio,
no solo de palabras, sino de pensamiento, y para lograrlo le pedimos a la
Virgen la gracia de poder escuchar a su Hijo, que nos habla, sin que nos demos
cuenta, en lo más profundo de nuestro ser.
Rezamos la oración que el Ángel de
Portugal les enseñara a los pastorcitos:
“Dios mío, yo creo, espero, te adoro y
te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te
aman” (tres veces).
(Breve pausa de silencio).
Oración a Jesús, el Dios del sagrario.
Aunque no te vemos con los ojos del cuerpo, sabemos por la
Fe que estás allí, en la Eucaristía. Venimos a decirte que queremos amarte con
el mismo amor con el que te ama tu Mamá, la Virgen, y también que queremos
adorarte con su misma adoración.
Querido Jesús Eucaristía, puesto que Tú eres Dios, en tus
manos están nuestras vidas y las de nuestros seres queridos, y por eso estamos
tranquilos, porque como Dios siempre permitirás lo mejor para nuestra eterna
salvación.
Querido Jesús Eucaristía, Tú derramaste un sudor de Sangre
en el Huerto de Getsemaní, al ver la horrible malicia de mis pecados del
corazón. Por eso te entrego mi corazón, duro y frío como una carbón apagado,
para que con el Fuego del Amor de Dios, lo conviertas en brasa ardiente que no
solo evite todo pecado, sino que a cada latido respire el Amor de Dios.
Querido Jesús Eucaristía, por la Sangre que derramaste en la
flagelación, danos pureza de cuerpo y alma y la gracia de preferir “morir antes
que pecar”.
Querido Jesús Eucaristía, por la Sangre que derramaste en la
coronación de espinas, danos pensamientos santos y puros como los tuyos.
Querido Jesús Eucaristía, que antes de morir en la cruz, nos
diste a María como Madre, haz que vivamos siempre dentro de su Inmaculado
Corazón, envueltos en su manto celeste y blanco.
Querido Jesús Eucaristía, que en la Misa bajas del cielo
para darnos tu Sagrado Corazón Eucarístico, haz que no seamos indiferentes a tu
Amor y que deseemos siempre recibir, con fe, con amor y devoción, tu Cuerpo
Sacramentado, sobre todo los Domingos, el Día que nos anticipa la feliz
eternidad.
(Breve silencio).
Rezamos la oración que el Ángel de Portugal les enseñara a los pastorcitos:
“Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman” (tres veces).
Oración
final:
Jesús, Dios de la Eucaristía, Dios del Sagrario, queremos seguir contigo, pero aunque
ya debemos retirarnos, deseamos permanecer siempre contigo, de manera que por
manos de María, la Virgen, Madre tuya y nuestra, te dejamos nuestros corazones
al pie del sagrario, para que día y noche te alaben y te adoren sin cesar. Y si
alguna vez sentimos la tentación de apartarnos de tu Presencia, que tu Madre
Santísima nos estreche contra su Inmaculado Corazón, para que así, contagiados
por su amor, te amemos y adoremos en todo tiempo y lugar. Amén.
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