1º Misterio de Gloria: la Resurrección del Señor (Mt 28, 26). El
ángel les anuncia a las santas mujeres que Jesús no está en el sepulcro, porque
ha resucitado. También nosotros debemos anunciar al mundo que el sepulcro está
vacío, porque Jesús, con su Cuerpo glorioso y resucitado, está en el sagrario.
2º Misterio de Gloria: la Ascensión del Señor (Lc 24, 50-52).
Jesús resucitado asciende a los cielos, lleno de la luz y de la gloria de Dios,
y mientras sube, sus discípulos se postran en tierra para adorarlo. Sin
embargo, Jesús no nos deja solos, porque al mismo tiempo que está en los
cielos, así también está, con su Cuerpo glorioso y resucitado, en la
Eucaristía, y es por eso que nosotros nos postramos delante de Jesús
Eucaristía, para adorarlo y darle todo el amor del que somos capaces.
3º Misterio de Gloria: la Venida del Espíritu Santo (Hch 2, 1-4).
Desde el cielo, y junto a su Padre Dios, Jesús sopla el Espíritu Santo sobre la
Iglesia, apareciendo como lenguas de fuego y sonando como un viento impetuoso. En
cada comunión eucarística, Jesús sopla en nuestros corazones al Espíritu Santo,
como suave brisa, para encenderlos en el Fuego del Divino Amor. Jesús nos envía
el Fuego del Espíritu Santo en cada comunión, para convertir nuestros
corazones, fríos y oscuros como el carbón, brasas incandescentes, que ardan en
el Fuego del Amor de Dios.
4º Misterio de Gloria: la Asunción de María Santísima en cuerpo y alma
a los cielos (Cant 3, 6; 8,5. Is. 61, 10). La Virgen y Madre de Dios no
murió sino que, al llegar el momento de partir a la Casa del Padre, se durmió
santamente y, al despertarse y abrir sus ojos, se despertó en el cielo, con su
cuerpo y alma glorificados. Si queremos subir al cielo y ser glorificados como
Nuestra Madre, la Virgen, debemos hacer el propósito de vivir en gracia y de
preferir morir, antes que ofender a Dios con el pecado.
5º Misterio de Gloria: la Coronación de María Santísima como Reina y
Señora de todo lo creado (Ap 11, 19 - 12, 1). Al llegar al cielo, Jesús
le coloca una corona de gloria a su Mamá, la Virgen, quien se mereció esta
corona al participar, espiritualmente de la Pasión y de la corona de espinas de
Jesús. También nosotros, si deseamos recibir la corona de gloria en los cielos,
debemos pedir la gracia de llevar, aquí en la tierra, la corona de espinas de
Jesús.
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