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sábado, 28 de julio de 2018

El Evangelio para Niños: Jesús multiplica panes y peces



(Domingo XVII - TO - Ciclo B – 2018)

         “Jesús multiplicó panes y peces” (Jn 6,1-15). En este Evangelio Jesús realiza un milagro que demuestra que Él es Dios, porque sólo Dios puede hace este tipo de milagros: multiplicó panes y peces para que pudieran comer una gran cantidad de gente, casi diez mil personas, como las personas que entrarían en un estadio de básquet techado.
         Jesús vio que la gente, que había ido a verlo porque se había enterado que curaba a los enfermos y por eso lo seguía adonde Él iba. Pero sucedió que llegó la hora del almuerzo y como nadie había llevado nada para comer, todos empezaron a sentir hambre. Entonces un niño que estaba por ahí dijo que tenía cinco panes y dos peces. Jesús los aceptó y les dijo a todos que se sentaran. Tomó los panes y los peces, dio gracias a Dios, los bendijo y los multiplicó, es decir, hizo que aparecieran panes y peces de la nada y aparecieron tantos, que comieron todos los que estaban presentes, que eran más de diez mil personas y encima sobró y sobró tanto, que todo lo que sobró lo pusieron en doce canastas.
         La gente se dio cuenta que Jesús había hecho un gran milagro y entonces todos dijeron que querían que Jesús fuera rey, pero Jesús, que no vino a la tierra para satisfacer el hambre del cuerpo, se retiró solo a la montaña para orar.
         Al hacer ese milagro, Jesús demostró que amaba mucho a esa gente, porque hizo el milagro para que pudieran satisfacer el hambre del cuerpo. Todos sabemos lo que es tener hambre y la gente que había ido a ver a Jesús tenía mucha hambre, porque estaban ahí desde horas muy tempranas. Y como Jesús les dio de comer, lo quisieron hacer rey.
         Lo que nosotros tenemos que saber es que Jesús, el mismo Jesús del Evangelio, nos ama y nos ama todavía más que a la gente del Evangelio, porque a ellos les dio pan hecho de harina y agua y les dio además carne de pescado, pero a nosotros, nos da un pan que tiene vida, porque es el Pan Vivo bajado del cielo y no nos da carne de pescado, sino Carne de Cordero de Dios, porque la Eucaristía es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.
Si la gente del Evangelio quiso hacer rey a Jesús solo porque les dio de comer y satisfizo el hambre del cuerpo, ¿no deberíamos nosotros hacerlo rey de nuestros corazones, porque nos alimenta no con pan sin vida, sino con el Pan Vivo bajado del cielo, y nos da para comer, no la carne de pescado cruda, sino la Carne del Cordero de Dios asada en el Fuego del Espíritu Santo, la Eucaristía?
Seamos agradecidos con Jesús por alimentarnos el alma con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad y digámosle así: “Querido Jesús Eucaristía, Tú eres el rey de nuestros corazones, porque en cada Eucaristía nos alimentas con el Amor de tu Sagrado Corazón. Por eso nosotros te amamos, te adoramos y te proclamamos el Rey de nuestros corazones”.

sábado, 21 de julio de 2018

El Evangelio para Niños: Los hombres sin Jesús somos como ovejas sin pastor



(Domingo XVI - TO - Ciclo B – 2018)

         “Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato” (Mc 6,30-34). Para saber qué quiere decir este Evangelio, pensemos en qué es lo que les sucede a las ovejas cuando están sin pastor. Cuando están sin pastor, las ovejas pasan hambre y sed porque por ellas mismas no saben dónde están los pastos verdes y el agua fresca y pasan tanta hambre y sed, que algunas hasta mueren por falta de alimento y de agua. Además, las ovejas están desamparadas frente al lobo porque el lobo es cobarde: cuando ve al pastor, huye, pero cuando ve a las ovejitas solas, se abalanza sobre ellas y con sus dientes afilados desgarra la tierna carne de las ovejitas. Otra cosa que les sucede es que algunas ovejas, desorientadas, caminan cerca del barranco y muchas se caen por el barranco y en su caída, se lastiman, se abre su piel y les sale sangre y muchas hasta sse fracturan sus huesos y por eso, al llegar al final del barranco, quedan malheridas, sin poder moverse siquiera. Y como el lobo huele el olor a sangre, es muy posible que las ovejitas mueran por las dentelladas del lobo.
Bueno, las ovejitas somos nosotros y cuando no hay un sacerdote católico, que nos dé el pasto fresco y el agua fresca de la gracia de los sacramentos, nuestras almas, al no alimentarse de la Eucaristía, sufren hambre y al no poder beber del agua de la gracia que nos viene del sacramento de la confesión, morimos por el pecado mortal. Además, cuando estamos sin sacerdote católico, somos presa fácil de las mentiras y engaños de Satanás, que nos quiere engañar con las sectas y con toda clase de oraciones falsas.
“Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato”. Para que no pasemos hambre y sed, para que nos veamos libres del Lobo infernal, acudamos siempre a los sacerdotes de nuestra Iglesia Católica, para que ellos nos den el pasto fresco y el agua fresca de la gracia sacramental, de la Palabra de Dios y de la Eucaristía y así seremos ovejas sanas, fuertes, al lado de Jesús y de la Virgen, la Buena Pastora.  

domingo, 15 de julio de 2018

El Evangelio para Niños: Jesús nos envía a iluminar el mundo con su Evangelio



(Domingo XV - TO - Ciclo B – 2018)

         “Entonces llamó a los Doce y los envió de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus impuros” (cfr. Mc 6, 7-13). Un gran santo, San Cirilo de Jerusalén, cuando comenta este Evangelio, dice que Jesús envía a los Doce Apóstoles a la misión para que “brillen como antorchas”. No quiere decir que los Doce tenían que encender doce antorchas y salir a predicar, aun a plena luz del día: quería decir que debían brillar espiritualmente. Lo que hace una antorcha es iluminar, es decir, si está todo oscuro y no hay luz eléctrica, ni de velas, ni del sol, ni de la luna, la única luz que permite ver lo que nos rodea es la luz de una antorcha y esto es lo que sucede cuando una persona vive y predica el Evangelio de Jesús, porque Jesús es “luz del mundo”, como Él lo dice en el Evangelio y Jesús nos ilumina con su palabra en el Evangelio. Leer la Biblia es llenarnos de luz divina el alma.
         En los tiempos de Jesús, aunque había luz del sol y luz de las velas, las gentes vivían en oscuridad espiritual, porque eran paganas, es decir, no conocían a Jesús y por eso hacían cosas muy malas, propias de los paganos, de los que no conocen a Jesús. Pero llegaron los Apóstoles y los iluminaron con la luz del Evangelio de Jesús y muchos se convirtieron y dejaron de hacer cosas malas para empezar a ser buenos y santos, viviendo los Mandamientos de la Ley de Dios.
         Hoy también Jesús nos envía al mundo, para que iluminemos el mundo con el Evangelio de Jesús, porque el mundo hoy vive en tinieblas, vive en oscuridad, porque no conoce a Jesús o en muchos casos lo conoce, pero lo rechaza. Para eso, tenemos que leer todos los días una parte del Evangelio de Jesús, para que la luz de Jesús esté en nosotros y así nosotros podamos ser luz de Jesús para nuestros hermanos. Vivamos en gracia, leamos la Palabra de Dios, confesemos con frecuencia, comulguemos en estado de gracia y así podremos ser luz del mundo y sal de la tierra para el mundo de hoy que, a pesar de la luz de las computadores, la luz de los celulares, la luz de las tablets, la luz de los televisores, vive en tinieblas y en sombras de muerte. Solo si tenemos la luz de Cristo en nosotros, que nos viene por la fe y por la gracia, podremos iluminar el mundo con la luz de Cristo.

domingo, 1 de julio de 2018

El Evangelio para Niños: Jesús resucita a la hija de Jairo y demuestra que es Dios



(Domingo XIII - TO - Ciclo B – 2018)

“¡Niña, yo te lo ordeno, levántate!” (Mc 5, 21-43). En este Evangelio, Jesús hace un milagro que se llama “de resurrección”, porque vuelve a la vida a una niña que estaba muerta y con este milagro Jesús demuestra que es Dios, porque nadie más que Dios puede hacer este tipo de milagros. ¿En qué consiste el milagro? Para saberlo, tenemos que saber qué sucede cuando una persona muere: su alma se separa del cuerpo y como el alma es la que tiene vida –y por eso sigue viva después de la muerte-, el cuerpo se queda sin vida. Sucede algo parecido a como cuando a un robot se le quita la batería, por ejemplo.
         A la niña del Evangelio le había pasado que se había enfermado gravemente y mientras su papá, que se llamaba Jairo, iba a verlo a Jesús para pedirle que la cure, se agrava todavía más y termina por morir.
         Cuando Jesús llega, todos están llorando porque la niña ha muerto. Jesús entra con sus papás, con Santiago y Juan y toma la mano de la niña mientras le dice: “Talitá kum”, que quiere decir: “¡Niña, Yo te lo ordeno, levántate!”. En ese instante, la niña volvió a la vida y comenzó a caminar. ¿Qué es lo que sucedió? Lo que sucedió fue que Jesús, que es Dios, con su poder de Dios, hizo que el alma volviera a unirse al cuerpo de la niña. Como esto es algo que solo Dios lo puede hacer, con este milagro Jesús demostró que es Dios. Jesús le dijo a la niña: “Niña, Yo Soy quien te creó, ordeno que tu alma se una nuevamente a tu cuerpo, para que vuelvas a la vida y así me glorifiques”. El alma de la niña, escuchando la voz de su Creador, hizo lo que Jesús le decía y así volvió a la vida.
         Algo muy importante que tenemos que tener en cuenta es que el papá de la niña, Jairo, tenía mucha fe en Jesús: él sabía que Jesús era Dios y que tenía el poder de hacer este milagro y por eso, porque sabía que era Dios, se postró ante su Presencia, adorándolo. Sólo ante Dios debemos postrarnos y sólo a Él debemos adorarlo.
         Nosotros, como Jairo, el papá de la niña, también debemos tener fe en que la Eucaristía es el mismo y único Jesús, el Jesús que es Dios y que volvió a la vida a la niña en el Evangelio y por eso debemos postrarnos ante la Eucaristía, porque la Eucaristía es Cristo Dios y debemos darle gracias por su infinito amor, porque recibir su Cuerpo y su Sangre en la comunión es un milagro del Amor de Jesús por nosotros muchísimo más grande que volver a la vida a un cuerpo.