(Homilía en ocasión del Centenario fundacional de una Escuela Primaria)
Para un niño y un joven el asistir a una escuela, tanto
primaria como secundaria, es parte esencial de su crecimiento como persona,
como ser humano. Esto es así porque en la escuela se aprenden muchas cosas que
ayudan a que el niño y el joven se vayan perfeccionando cada vez más. El primer
lugar en donde el ser humano aprende lo que le sirve para la vida, es en la
familia, que puede ser llamada, con razón, la “primera escuela”. El otro lugar
en donde el ser humano aprende, es en la escuela, que en algunos casos, se
constituye como una “segunda familia”. Entre la familia y la escuela, el niño y
el joven aprenden casi todo lo que se necesita para, en primer lugar, ser una
buena persona. Además, se pueden aprender otras cosas, como un oficio con el cual
desempeñarse en la vida, o bien puede servir la escuela como una etapa en
posteriores conocimientos, más avanzados y especializados, en la educación
terciaria. Aprender la ciencia humana es sumamente valioso, tanto para el niño
como para el joven y de ahí la importancia que tienen la familia y la escuela. El
ser humano es un ser dotado de inteligencia, con la cual quiere conocer el
mundo que lo rodea, para transformarlo y hacerlo un lugar mejor, para él y para
su prójimo. De aquí, la gran importancia que tienen tanto la familia como la
escuela, en el proceso de aprendizaje de un niño y un joven.
Sin embargo, hay otro lugar, además de la familia y la
escuela, en donde el niño y el joven tienen que acudir para aprender, algo que les
será muy útil no solo en esta vida, sino también en la otra vida. Además de la
ciencia terrena, el niño y el joven deben aprender otra ciencia, la ciencia de
la Vida eterna y esta ciencia, que viene del cielo y no es enseñada por
maestros humanos, es la Santa Cruz de Jesús. Jesús es la Sabiduría del Padre y
quien posee la Sabiduría del Padre, posee una sabiduría y una ciencia que
superan infinitamente a las sabidurías y ciencias humanas. Si la ciencia
terrena, que aprendemos en la escuela, nos sirve para desempeñarnos en la vida,
la ciencia divina, que aprendemos de la Sabiduría de Dios, que es Jesús, nos
sirve para alcanzar la Vida eterna, la Vida de Dios en el Reino de los cielos. ¿Dónde
está Jesús, para aprender de Él la Sabiduría de Dios? Jesús está en la Cruz,
crucificado, y está en la Eucaristía, sacramentado. Por este motivo, cuanto más
nos acercamos a la Santa Cruz de Jesús y cuanto más nos acercamos a la Eucaristía,
tanta más Sabiduría de Dios tenemos en el alma. Pero al revés también es cierto:
cuanto más nos alejamos de la Cruz de Jesús y de la Eucaristía, más ignorantes
nos volvemos en relación a la ciencia de Dios, porque no tenemos en nosotros a
la Sabiduría divina.
Si asistir a la escuela es algo muy bueno porque aprendemos
muchas cosas que nos sirven para ser mejores personas y también para
desempeñarnos en la vida, acudir a la Santa Cruz de Jesús, arrodillándonos ante
Jesús crucificado y arrodillándonos también ante Jesús Eucaristía, es
infinitamente mejor, porque recibimos la Sabiduría de Dios, que llena nuestras
almas, colmándolas de toda dicha y felicidad. Y para que nos aseguremos de que aprendemos
la lección, Dios ha dispuesto que nos enseñe la Sabiduría de la Cruz una
Maestra especialísima, una Maestra que es nuestra Madre del cielo, la Virgen
María, porque la Virgen está al pie, al lado de la Cruz de Jesús y está también
al lado de cada sagrario, porque donde está el Hijo, está la Madre.
Acudamos entonces a los pies de la Cruz de Jesús y nos
arrodillemos delante del sagrario, ante Jesús Eucaristía, todos los días de
nuestra vida, para que recibamos las lecciones que nos enseña la Maestra
celestial, la Virgen María, y así poseeremos en el alma la Sabiduría de Dios,
que nos hará felices y bienaventurados, en esta vida y sobre todo, en la otra
vida, en la Vida eterna.
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