Hay
tres cosas que nos enseñan las Apariciones de Fátima: la Presencia de Jesús en
la Eucaristía, el rezo del Rosario y la existencia del Infierno.
Nos
enseña que Jesús es Dios y está Presente en forma real, verdadera y substancial
en la Eucaristía, porque los Pastorcitos relatan que estaban ellos haciendo
pastar a las ovejas, cuando sintieron una fuerte ráfaga de viento y vieron una
luz muy intensa y fue ahí que apareció, flotando en el aire, una Hostia, de la
cual chorreaba sangre y debajo de la Hostia, un Cáliz, también flotando en el
aire. La sangre que caía de la Hostia, era recogida en el Cáliz. En ese
momento, se apareció un Ángel, que ellos describen como luminoso y como de una
edad de unos catorce años; el ángel se colocó delante de la Hostia y el Cáliz y
se arrodilló, postrándose con la frente en el suelo y dijo esta oración: “Santísima
Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo,
Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los
sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e
indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los
infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María,
os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”. Repitió esta oración por
tres veces y luego les dio la Sagrada Comunión a los Pastorcitos, quienes la
recibieron de rodillas. Luego les dijo: “Tomad y beber el Cuerpo y la Sangre de
Jesucristo, horriblemente ultrajado por los hombres ingratos. Reparad sus
crímenes y consolad a vuestro Dios”.
En
otra ocasión, estando los niños jugando, se les apareció el Ángel y les dijo: “¿Que
estáis haciendo? ¡Tenéis que rezar! ¡Rezar! Los corazones de Jesús y María
tienen designios Misericordiosos para vosotros. Debéis ofrecer vuestras
oraciones y sacrificios a Dios, el Altísimo. Ofreced constantemente al Altísimo
plegarias y sacrificios. De todo lo que
podáis, ofreced un sacrificio en acto de reparación por los pecados con que Él
es ofendido y de súplica por la conversión de los pecadores. Atraed así sobre
vuestra Patria la paz. Yo soy el Ángel de su Guarda, el Ángel de Portugal.
Sobre todo, aceptad y soportad con sumisión el sufrimiento que el Señor os
envíe”. En la primera aparición, el Ángel les enseñó esta oración: “Dios mío,
yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni
esperan, ni te adoran, ni te aman”.
Esto
nos enseña, por un lado, que la Hostia consagrada es Jesús y que Jesús es Dios,
porque sólo a Dios se debe adorar y el ángel se arrodilló en señal de
adoración; nos enseña también que en la Hostia está el Sagrado Corazón
Eucarístico de Jesús, que derrama su Sangre sobre nuestras almas cuando
comulgamos y, con su Sangre, el Amor de su Corazón, que es el Amor de Dios, el
Espíritu Santo.
El
Ángel nos enseña lo que nos enseña el Catecismo: que Jesús es Dios Hijo, que
está en Persona en la Eucaristía, que nos dona su Corazón en cada Comunión y
con su Corazón, el Amor de su Corazón, el Espíritu Santo. Por eso es que
debemos recibir a Jesús Eucaristía con el alma limpia por la Confesión y con el
corazón lleno de amor agradecido a Jesús.
Otra
cosa que nos enseñan las Apariciones de Fátima es el rezo del Santo Rosario: la
Virgen pide que lo recemos todos los días y especialmente los días sábados,
para pedir perdón por las ofensas que se hacen a los Sagrados Corazones de
Jesús y María y también para pedir por la conversión de los pobres pecadores.
La
tercera cosa que nos enseñan las Apariciones de Fátima es la existencia del
Infierno: los tres Pastorcitos fueron llevados allí por la Virgen y vieron cómo
caían en el lago de fuego las almas de los pecadores que morían en pecado
mortal, es decir, sin arrepentirse de sus pecados. También la Virgen les dijo
que muchos de los que caían en el Infierno, era porque no había nadie que
rezara por ellos, por eso es que tenemos que rezar siempre el Rosario, pidiendo
por la conversión de los pecadores, para que no caigan en el Infierno y se salven
y vayan al Cielo.
Entonces,
estas son las tres cosas principales que nos enseñan las Apariciones de la
Virgen en Fátima: creer firmemente que Jesús está en Persona en la Eucaristía,
adorarlo con el espíritu y con el cuerpo, recibiéndolo de rodillas en la
Comunión; rezar el Rosario en desagravio por las ofensas contra el Inmaculado
Corazón de María y vivir siempre en gracia, para evitar ir al Infierno y en
cambio ir al Cielo, para vivir con Jesús y la Virgen para siempre.
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