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lunes, 21 de marzo de 2011

En Cuaresma tenemos que rezar, como Jesús en el desierto


La oración es al alma

lo que la respiración al cuerpo

En el evangelio para Cuaresma, se dice: “Jesús se retiró al desierto para orar” (cfr. Mt 4, 1-11). Como sabemos, fue al desierto durante cuarenta días y noches, a ayunar y a rezar por todos nosotros, y por eso decíamos que, en Cuaresma, tenemos que hacer penitencia, sacrificios, mortificación, y también tenemos que rezar, para estar siempre unidos a Jesús.

En Cuaresma entonces tenemos que hacer penitencia y tenemos que orar. ¿Qué es “orar”?

Orar es como cuando hablamos con alguien, sólo que al orar, hablamos con Dios, con Jesús, con la Virgen, con los ángeles, con los santos. Así como hablamos con nuestros padres, hermanos, amigos, para comunicarnos, para decirles cuánto los queremos, o qué es lo que necesitamos, o qué es lo que nos está pasando, así sucede con Dios, por la oración. Hacer oración es hablar con Dios, que es Uno y Trino, Uno en naturaleza –hay un solo Dios- y Trino en Personas, es decir, hay Tres Personas en Dios; hacer oración es hablar con las Tres Divinas Personas: con el Padre, con el Hijo, o con el Espíritu Santo. Orar es también hablar con Jesús, que es Dios Hijo hecho hombre sin dejar de ser Dios; es hablar con la Madre de Dios, la Virgen María; es hablar con los santos; es hablar con los ángeles buenos.

Orar es también como comer: así como alimentamos nuestros cuerpos con los alimentos, y no podemos vivir sin comer, porque empiezan a faltarnos las fuerzas y nos sentimos cada vez más débiles, así también necesitamos de la oración, que es el alimento del alma, para que el alma esté con fuerzas. La oración y la Palabra de Dios son el alimento más exquisito que puede recibir el alma.

Orar es como tomar agua: el cuerpo no puede vivir sin agua, porque el agua es muy necesario para que los órganos funcionen bien. El agua es muy importante, porque gran parte de nuestro cuerpo está formado por agua, y por eso sentimos tanto su ausencia, y cuando pasa un tiempo sin beber, empezamos a sentir mucha sed. Así pasa con la oración, que nos abre la fuente del “agua viva” que es la gracia de Dios; la gracia es al alma lo que el agua al cuerpo, y la gracia se abre para nosotros cuando rezamos, así como el agua comienza a correr cuando abrimos el grifo.

Orar es como respirar: no podemos vivir sin respirar; a lo sumo, podemos aguantar unos cuantos segundos sin tomar aire, pero en seguida necesitamos respirar. Si una persona está bajo el agua, por ejemplo, en una piscina, después de nadar un poco, tiene que salir a tomar aire, porque si no se asfixia y se muere. La oración es para el alma lo que el aire para el cuerpo: no podemos vivir sin rezar, porque por la oración el alma toma oxígeno que viene del cielo, que es la vida y la gracia de Jesús.

Orar es como estar iluminados por una fogata, o por el sol, después de una noche oscura. Imaginemos que estamos en una noche muy oscura, en medio de un bosque; no hay luz de luna, porque la luna está tapada por nubes muy negras; las sombras que nos rodean nos parecen bestias feroces, y las bestias feroces nos parecen sombras, y por eso tenemos mucho miedo. Estar sin oración es como estar en ese bosque, en medio de la noche. Rezar, en cambio, es como si estamos en el bosque, en la noche oscura, y encendemos una fogata, que nos da luz y nos da calor; también es como cuando la noche va pasando, y empieza a amanecer, en donde se ve que empiezan a aparecer las estrellas, sobre todo el Lucero del alba, y después empieza a salir el sol: cuando aparece la primera estrella, la más grande de todas, la Estrella de la mañana, sabemos que ya la noche está por terminar, y está por salir el sol, y después, cuando sale el sol, ya no sentimos miedo ni frío, y podemos ver bien, porque el sol nos ilumina. Así es con la oración: cuando comenzamos a rezar, aparece en la noche del alma una estrella, la más brillante y hermosa de todas, la Virgen María, y después, aparece el Sol, que es Jesús.

Finalmente, orar es como cuando uno se encuentra con un ser querido, que puede ser la madre, el padre, algún hermano, algún amigo. Así como nos da alegría encontrarnos con alguien a quien queremos mucho, así por la oración nos encontramos con Jesús y con la Virgen, que alegran nuestros corazones con sus Presencias.

Como todo esto es orar, y por eso tenemos que orar en Cuaresma, para estar junto a Jesús que por mí fue al desierto, pero también tenemos que orar todos los días del año.

¿Y qué tenemos que orar? Eso lo veremos después.

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