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sábado, 21 de julio de 2012

La Santa Misa para Niños (XVIII) El pan se convierte en el Cuerpo de Jesús




(…) tomó pan en sus santas y venerables manos, y, elevando los ojos al cielo, hacia ti, Dios Padre suyo todopoderoso, dando gracias te bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos diciendo:

Para aprovechar esta parte de la Misa, tenemos que acordarnos de Jesús cuando estaba en la Última Cena con sus Apóstoles. Ahí, Jesús toma el pan con sus manos –“venerables y santas”, dice el Misal, el libro del sacerdote para la Misa, y son venerables y santas porque son las manos del Hombre-Dios-, da gracias a Dios y lo parte, antes de decir las palabras que van a transformar ese pan, en su Cuerpo.
Es decir, cuando Jesús toma el pan en sus manos, es solo pan, pero después de decir las palabras de la consagración –“Esto es mi Cuerpo”, “Esta es mi sangre”-, ya no es más pan, porque se convierte en su Cuerpo y en su Sangre.
Nos acordamos de Jesús en la Última Cena porque Jesús mandó que nos acordáramos de Él, ya que dijo en el Evangelio: “Haced esto en memoria mía”. Cuando el sacerdote toma el pan del altar, para pronunciar las palabras de la consagración, se acuerda siempre de Jesús, porque Él así lo quiso.
Pero debido a que a través del sacerdote actúa Jesús en Persona, en la Misa no solo nos acordamos de Jesús, sino que Jesús se hace presente, en Persona, en la Eucaristía, y así pasa en el altar lo mismo que pasaba en la Última Cena: antes de que el sacerdote tome el pan en sus manos, es simplemente un poco de pan, mezcla de trigo y agua, sin levadura –por eso es delgado, chato-, pero después que el sacerdote dice: “Esto es mi Cuerpo”, repitiendo las mismas palabras que dijo Jesús en la Última Cena, se convierte verdaderamente en el Cuerpo de Jesús, y así Jesús comienza a estar en la Eucaristía.
O sea que, en la Misa, es como si estuviéramos presentes en la Última Cena, porque el sacerdote hace lo mismo que hizo Jesús el Jueves Santo. Pero también, misteriosamente -¡la Misa es un gran misterio del Cielo!-, pasa lo mismo que pasó en el Calvario, porque Jesús en el Calvario entregó su Cuerpo en la cruz, y en la Misa lo entrega en la Eucaristía, y derrama su Sangre, y en la Misa derrama su Sangre en el cáliz.
Por eso es que la Misa tiene algo de parecido con la Última Cena, y también con el sacrificio de Jesús en el Calvario. Por eso es que, en esta parte de la Misa, tenemos que acordarnos siempre de la Última Cena y del Calvario.
Y Jesús hace todo esto, y se queda en la Eucaristía, para que cuando nosotros comulguemos, lo hagamos entrar, con su Cuerpo, en esa habitación tan especial que es nuestro corazón, para que Él nos de su Espíritu de Amor, el Espíritu Santo, y para que seamos todos hermanos de Jesús y hermanos de todos los hombres.
Y es para esto para lo que Jesús se queda en la Eucaristía: para que, como resultado de recibirlo a Él en el corazón, por la comunión, aumente el amor a Jesús y a todos los hombres, que por el Amor de Jesús son hermanos nuestros.

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