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sábado, 16 de marzo de 2013

Sobre la Catequesis Familiar





         ¿Qué entendemos los católicos, generalmente, por “catequesis”?
         -Una especie de “educación religiosa” que se imparte en las parroquias.
         -Una materia sin ninguna importancia teórica ni práctica, afectiva ni espiritual.
         -Una pérdida de tiempo: es más provechoso que los niños asistan a rugby, fútbol, boy scotuts, etc.
         -Un complemento, cada vez menos importante, de la educación humanista y científica, que los niños reciben en la educación laica.
         -Un conocimiento de escaso valor en un mundo dominado por la ciencia, la técnica y la tecnología. De nada sirve rezar, si el hombre es capaz de inventar celulares de última generación y Play Station cada vez más sofisticadas.
         -Un cúmulo de conocimientos ligeros sobre religión cristiana, que de nada sirven para la vida real de todos los días.
         -Para los niños, una insoportable y pesada carga horaria, que se suma a las de la escuela, con la diferencia de que la Catequesis es más “aburrida”.
         -Para los padres, un compromiso inexistente, puesto que no acuden nunca o casi nunca a las reuniones de padres, ya que siempre tienen otras cosas “más importantes”, “más interesantes”, “más divertidas”, para hacer.

         Qué es la catequesis en realidad:
         Para el que enseña Catequesis, es una de las obras de misericordia espirituales más importantes, porque enseña las verdades más importantes de la vida, las verdades necesarias para la salvación eterna.
         Para el que recibe la Catequesis, es el conocimiento más importante de todos los conocimientos que pueda alcanzar en toda su vida. Aún si la persona aprendiera toda la ciencia del mundo, este conocimiento no sería ni la sombra de la Sabiduría celestial que adquiere por la Catequesis, porque se trata de una sabiduría celestial que nos hace conocer al Hombre-Dios Jesucristo y su misterio pascual de muerte y resurrección, por el cual salva a toda la humanidad.
         La Catequesis es una sabiduría que nos enseña cómo abrir y cerrar puertas: abrir las puertas del cielo y cerrar las puertas del infierno, para nosotros y para muchas almas. Abrimos las puertas del cielo si hacemos lo que aprendemos en la Catequesis, porque es una guía práctica de salvación, en donde conocemos todo lo que tenemos que hacer para salvarnos: asistir a misa los Domingos, confesarnos, rezar, obrar la misericordia, ser santos. Conocemos todo lo que tenemos que hacer para cerrar las puertas del infierno: evitar el pecado y toda clase de mal, vivir la vida de la gracia.
Por último, la Catequesis es una sabiduría celestial porque todo lo que la Catequesis enseña y a lo que la Catequesis nos conduce, está en la Cruz y en el Sagrario. Por eso, el que quiera aprender el Catecismo, y el que quiera repasar el Catecismo, si ya lo aprendió, debe contemplar la Cruz y arrodillarse frente al Sagrario. Sólo así podremos aprender y vivir toda la Sabiduría celestial que nos enseña la Catequesis.

Consejos prácticos para la Catequesis Familiar:
-Los padres deben ser los primeros catequistas de sus hijos. No puede ser que los niños aprendan recién a hacer la señal de la Cruz, en la Catequesis. No puede ser que los niños vengan al Catecismo y no sepan el Padrenuestro, el Avemaría, el Gloria, el Credo, las oraciones al Ángel de la Guarda, o las oraciones de bendiciones. Los padres tienen que enseñar a orar a los niños incluso desde antes que empiecen a leer o escribir.
-La familia es, según los Padres de la Iglesia, la “iglesia doméstica”: los padres cumplen la función del sacerdote, en el sentido de acercar a los niños a Dios, con el ejemplo de vida, de bondad, de paciencia, de caridad, enseñando a rezar y a obrar el bien con todos.
-La familia debe tener un lugar en el hogar, especialmente reservado para ello, en donde padres e hijos hagan oración: un altar, iluminado, con flores, con las imágenes de la Virgen, de Jesús, de San Miguel Arcángel, de los santos.
-La Biblia debe ser leída con frecuencia y meditada, y esto lo deben enseñar los padres con el ejemplo, siendo los primeros en acudir a la lectura y meditación de la Palabra de Dios.
-La familia debe consumir cada vez menos televisión, menos internet, menos celulares, menos Play Station, menos fútbol, menos política, y más lectura de vida de santos y películas católicas (vidas de santos, apariciones de la Virgen, etc.).
-El Domingo debe ser el día más importante de toda la semana, por ser el Día de la Resurrección de Jesús, y la Misa debe ser la actividad más importante del Domingo, por ser la renovación sacramental del sacrificio en Cruz de Jesús.
-Esto no quiere decir que “todo tiene que estar bien”, humanamente hablando, para que la familia acuda a Misa. La Santa Misa debe ser la actividad familiar y personal más importante de la semana, no sólo cuando humanamente “todo está en orden”, sino también -y sobre todo- en momentos de tribulación, de angustia, de dolor, de enfermedad. En la Misa está la fuente de la alegría, de la paz, del Amor y de la felicidad de la familia. Abandonar la Misa por el mundo es elegir la tristeza del mundo por la alegría de Dios, la paz de Dios por la guerra del mundo, el amor de las cosas mundanas por el Amor de Dios. En cada Santa Misa, Dios Padre nos da todo lo que posee y lo que más ama, su Hijo Jesús en la Eucaristía, su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad, y por eso es una afrenta y un desprecio a su Amor que dejemos la Eucaristía abandonada en el altar, para mirar televisión o pasear.
-Los padres deben invitar a sus hijos a rezar el Rosario, y los hijos deben responder con amor y prontitud a esta invitación, porque por el Rosario descienden todas las gracias y bendiciones del cielo, necesarias para que la familia en pleno se salve y alcance el Reino de los cielos, su destino final. 
         

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