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viernes, 30 de agosto de 2013

El Rosario meditado para Niños: Misterios gozosos


          Primer misterio de gozo: La Anunciación del Ángel a la Santísima Virgen María y la Encarnación del Hijo de Dios. Mientras la Virgen está rezando, entra el Ángel por la ventana y, haciendo una gran reverencia, la saluda de parte de Dios y le dice: "¡Ave María Purísima! ¡Alégrate, Llena de gracia, porque eres la más Pura y Limpia de todas las creaturas y por ser tan Hermosa, Dios Padre te ha elegido para que seas la Madre de su Hijo Jesús, y para que lo ames con el Amor de Dios Espíritu Santo!". La Virgen, llena de alegría y amor de Dios en su Corazón, se inclina haciendo una gran reverencia y dice: "¡He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra!". María, Madre mía, haz que yo también, al igual que tú, reciba la Palabra de Dios en la mente y en el corazón.


          Segundo misterio de gozo: La Visitación de María Santísima a su prima Santa Isabel. La Virgen, que está embarazada por obra del Espíritu Santo y lleva al Niño Dios en su panza, visita a Santa Isabel para ayudarla, porque su prima está también embarazada. Cuando llega la Virgen, el Espíritu Santo le avisa a Isabel y al Bautista que Jesús viene con María, y por esto el Bautista salta de alegría en el vientre de su mamá. María, te ruego que visites a mis seres queridos, para que ellos también experimenten el gozo de conocer y amar a Jesús.



          Tercer misterio de gozo: El Nacimiento de Nuestro Señor en un humilde portal de Belén. Jesús, que es Dios, nace en el Portal de Belén, una humilde gruta que era refugio para dos animalitos: un buey y un burro. En la ciudad había muchos albergues, pero estaban todos ocupados, y nadie quería abrir sus puertas a la Virgen, para que diera a luz a su Niño Jesús; solo el albergue, pobre y humilde, y sin ninguna belleza, se ofrece para que nazca en Él el Niño Dios. Virgen María, ven tú a mi corazón, que es pobre como el Portal de Belén, para que nazca en él el Niñito Jesús.



          Cuarto misterio de gozo: La Presentación de Nuestro Señor en el templo y la Purificación de María Santísima. La Virgen lleva a su Niño recién nacido al templo, para consagrarlo a Dios. Cuando el anciano Simeón lo ve, reconoce en ese Niño al Redentor de los hombres. Virgen María, llévame a mí también al templo y preséntame ante tu Hijo Jesús, y concédeme también la gracia de imitar al Sagrado Corazón, para que todo aquel que me vea, Lo vea, y el que me oiga, Lo oiga.



          Quinto misterio de gozo: El Niño Jesús perdido y hallado en el Templo entre los doctores de la ley. A la edad de doce años, Jesús acompaña a Jesús y a María a Jerusalén. Llegado el momento de regresar, Jesús se queda en el Templo, explicando con su Sabiduría divina los misterios de Dios a los doctores de la ley. San José y la Virgen piensan que Jesús se ha perdido, porque no lo encuentran, pero Jesús nunca se perdió, ya que siempre estuvo en el Templo. ¡Virgen María, haz que encuentre siempre a tu Hijo Jesús en el templo, en el sagrario, en la Eucaristía!

El Evangelio para Niños: "El que se humilla será ensalzado y el que se ensalza será humillado"


(Domingo XXII - TO - C - 2013)
          En este Evangelio Jesús nos cuenta la siguiente parábola (las parábolas son hermosas narraciones que dejan muchas enseñanzas, como cuando un padre cuenta un maravilloso cuento a su hijo, para enseñarle muchas cosas): nos cuenta de alguien que va a una fiesta donde sirven muchas cosas ricas para comer y qué es lo que le puede pasar si se sienta en un lugar que es el del dueño de casa: si el dueño de casa llega y lo encuentra en su lugar, le va a decir que se levante y vaya a otro lugar de la mesa, más alejado; pero si se sienta en un lugar alejado, el dueño de casa, cuando llegue, le va a decir que se acerque y le dirá que se siente cerca de él. Con esta parábola, Jesús nos quiere decir que el que es soberbio, al final se queda sin nada, pero el que es humilde, es agradable a los ojos de Dios.
          Jesús nos enseña a no ser soberbios, porque la soberbia es el pecado capital del demonio, el pecado que le hizo perder el cielo para siempre. En el cielo, el demonio se comportó como si fuera el dueño del cielo, y tuvo el atrevimiento de querer sentarse en el trono de Dios. Por supuesto que nunca jamás lo iba a lograr, porque comparado con Dios y su fuerza, el Demonio es menos que un gusano comparado con un oso. Por ser soberbio, el Diablo perdió para siempre la amistad de Dios y como ya no era amigo de Dios, el jefe de la milicia celestial, San Miguel Arcángel, lo echó del cielo, cayendo "como un rayo" a la tierra, en donde anda suelto y desencadenado, "como león rugiente buscando a quien devorar", es decir, buscando a quien contagiar con su veneno más mortal, la soberbia. La soberbia es como un virus que nace del corazón del ángel caído, y que se contagia al corazón del hombre cuando el hombre se acerca al demonio, así como cuando alguien tiene gripe y contagia al que está cerca. A los que son soberbios, a los que les gusta que siempre los alaben, a los que les gusta ocupar siempre los primeros lugares, a los que les gusta que todos hablen de ellos, a los que les gusta sentirse mejores que los demás y desprecian a sus hermanos, a los que no perdonan, cuando alguien les hace un daño, ni tampoco piden perdón, cuando ellos hacen un daño a otro, a esos les pasa lo que le pasó al demonio: dejan de  ser amigos de Dios, porque Dios quiere amigos que sean como su Hijo Jesús, que no era soberbio sino humilde.
           A Dios le gusta que sus amigos se parezcan en todo a Jesús, que siendo Dios Hijo, y por lo tanto el Dueño y Creador del universo, vino a esta mundo humildemente, naciendo como un Niño de María Virgen; siendo Dios Todopoderoso, dejó que lo golpearan, lo flagelaran, lo coronaran de espinas y lo crucificaran, para que nos salvemos; siendo Dios Todopoderoso, viene a nosotros en la humildad de algo que parece ser pan, pero ya no es más pan, la Eucaristía, que es su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad. Siendo Dios Todopoderoso, fue Niño y Adolescente, y como Niño y Adolescente, obedecía con amor a sus padres y los amaba muchísimo y demostraba ese amor haciéndoles siempre caso y ayudándolos en todo lo que podía. A los que son como su Hijo Jesús, Dios Padre los ama en esta tierra y, cuando llegan al Cielo, les da un lugar en el banquete del Cielo, muy cerquita de Jesús.

          Esto es entonces lo que Jesús nos enseña con el esta parábola: que no seamos soberbios, como el Diablo, y que seamos humildes, como Jesús. Y también como la Virgen, que siendo la Mamá de Dios, se llamó a sí misma "Esclava del Señor".

sábado, 24 de agosto de 2013

El Evangelio para Niños: “Traten de entrar por la puerta estrecha”


(Domingo XXI - Ciclo C - 2013)
         Un señor que sabía mucho de religión, y por eso se llamaba “doctor de la ley”, le pregunta a Jesús si era verdad lo que decían algunos por ahí, de que los que se salvaban eran pocos. Jesús le contesta diciéndole la salvación va a ser como cuando un dueño de casa se levanta y cierra la puerta, dejando a muchos afuera. Los que se queden afuera, le dirán al dueño de casa: ‘Señor, ábrenos’, pero el dueño de casa no les va a abrir, porque esos que se quedaron afuera, lo hicieron porque se portaron mal, y por eso el dueño de casa les dirá: “No sé de donde son ustedes. ¡Apártense de mí los que obran el mal!”.
Los que se quedaron afuera conocen al dueño de casa, porque le dicen: ‘Señor’, y también le recuerdan que ellos “han comido y bebido” con él, y que él “predicó en sus plazas”. Pero el dueño de casa les dice que no los conoce y que se aparten de él, porque han obrado el mal, han hecho muchas cosas malas, y por eso él, que los había hecho ser sus amigos, ahora ya no quiere ser más amigo de ellos, porque se ha cansado de tanto mal que han hecho. Les cierra la puerta y los deja afuera, en donde la noche es muy oscura y hace mucho frío y hay bestias salvajes que los comenzarán a atacar, y por eso “habrá mucho llanto y rechinar de dientes”.
¿Qué quiere decir todo esto?
La casa a la que no pueden entrar los malos, es la Casa del Padre, el Reino de los cielos: es una casa llena de luz y de alegría, y solo pueden entrar los que obren el bien, los que no sientan ni odio ni rencor a su prójimo, los que amen a sus enemigos, los que ayuden a los más necesitados, los que venzan la pereza, los que sean puros de corazón; el Dueño de casa es Jesús, que es Dios Hijo y heredero del Reino; los malos, los que no pueden entrar al cielo, son los que obraron el mal en esta vida y no se arrepintieron –distinto es obrar el mal y arrepentirse-, y no pueden entrar en la Casa del Padre, porque esta es una casa llena de luz y de amor, y los que obran el mal y no se arrepienten, tienen el corazón oscuro y sin amor, y entonces no pueden estar dentro de la Casa, es decir, no pueden ir al Cielo; esos malos que se quedan afuera son cristianos, e incluso cristianos que iban a Misa y comulgaban –“Hemos comido y bebido contigo”, y además escuchaban la Palabra de Dios –“Tú predicabas en nuestras plazas”-, pero serán cristianos que a pesar de ir a Misa, comulgar y escuchar la Palabra de Dios, se portarán mal y harán el mal sin arrepentirse; el lugar oscuro, fuera de la casa, es el infierno y es oscuro porque ahí no está Dios, que es luz, y tampoco hay amor, porque sólo Dios es Amor; el llanto y rechinar de dientes, es por el dolor que sienten los que se condenaron; las bestias que atacan a los que quedan afuera de la casa, son los demonios que hacen sufrir a los que se condenan.
¿Y la puerta estrecha?
La puerta estrecha, el único lugar por donde se puede entrar a la casa, es la Cruz de Jesús: quien no suba a la Cruz, quien no se niegue a sí mismo para seguir a Jesús por el Camino Real de la Cruz, nunca podrá entrar en el Cielo y se quedará afuera, es decir, se condenará, en donde quedará a merced de los espíritus de las tinieblas, los demonios. Por el contrario, el que lleve la Cruz de todos los días, sin quejarse, y camine detrás de Jesús, ése llegará al cielo. En la tierra serán los últimos, porque el mundo ignora a los que aman a Jesús, pero en el Cielo serán los primeros, porque Dios ama a los que aman a su Hijo y quieren parecerse a Él.

Entonces, ¿son muchos o pocos los que se salvan? Más importante que saber sin son pocos o muchos los que se salvan, es pedirle a la Virgen que nos ayude a vivir en gracia y a llevar la Cruz todos los días, y que Ella haga que nuestro corazón sea cada día más parecido al Sagrado Corazón de Jesús, para que así algún día podamos entrar a la luminosa y alegre Casa del Padre.  

sábado, 17 de agosto de 2013

Evangelio para niños: "No he venido a traer la paz, sino la división"


(Domingo XX - TO - Ciclo C - 2013)
          Para entender el Evangelio de hoy, en donde Jesús nos dice que "no ha venido a traer la paz, sino la división", tenemos que imaginarnos a dos ejércitos que están luchando, uno dirigido por un capitán bueno, y otro, por un capitán malo. De pronto, en medio de la lucha, el capitán de uno de los ejércitos, el capitán bueno, sin tener miedo, se mete dentro de las filas de los soldados del otro ejército, y los convence, uno por uno, de que dejen de pelear contra él y comiencen a pelear contra el otro capitán, que es muy malo. así, este capitán bueno, introduce la división dentro del ejército enemigo, y hace que muchos de los que eran sus enemigos, ahora sean amigos de él y enemigos del capitán malo.
          Los dos ejércitos, que luchan uno contra otro, son el ejército de Jesús y María, y el ejército de Satanás. El ejército de Jesús está en un lugar alto, con mucho césped, con el cielo despejado y con un sol resplandeciente; el Jefe y Supremo Capitán de este ejército bien disciplinado y aguerrido es Jesucristo, y su estandarte es el estandarte ensangrentado de la Cruz; al lado suyo, está su Mamá, la Virgen, que es la celestial Capitana de este ejército; está rodeada de sus hijos más fieles, los que aman con todo el corazón y se han consagrado a Ella; los que rezan el Rosario todos los días; los que obran la misericordia, corporal y espiritual, por amor a su Hijo Jesús; los que prefieren morir antes de cometer un pecado mortal o venial deliberado. Los integrantes de este ejército tienen una coraza poderosísima, y es la humildad, que está reforzada a la altura del corazón, y esta humildad así reforzada hace que sea un corazón contrito y humillado. El casco y el escudo protector es la oración, y las armas que usan, poderosísimas, son el Santo Rosario, el amor a la Eucaristía y a la Santa Misa. Sus otras armas, igualmente poderosas, son: castidad, diligencia, templanza, paciencia, generosidad y, la más poderosa de todas, la caridad, que es el Amor mismo del Sagrado Corazón.
          El otro ejército, es el ejército de Satanás, que es su capitán; este ejército está en una hondanada, un lugar todo sucio con barro y agua estancada; el lugar está lleno de humo, que se levanta desde el trono de Satanás, pero el humo, en vez de subir al cielo, no lo hace, porque no puede entrar en el cielo el humo de Satanás, y entonces este humo, oscuro, espeso, de mal olor, invade todo su ejército. Este está formado por los ángeles caídos y por los hijos de las tinieblas, que son los hombres aliados con ellos; las armas son la soberbia, que hace que el corazón sea duro y frío como una piedra, y todos están atados al trono del demonio con gruesas cadenas de hierro, que tienen distintos nombres: pereza, gula, avaricia, ira, lujuria y envidia. Este ejército malo hace la guerra a Dios, a su Iglesia y a los hombres de buena voluntad.
          Los dos ejércitos están así, uno frente al otro, dispuestos para la batalla, pero en un momento determinado, el Capitán del ejército bueno, Jesús, acompañado por su Mamá, se dirige hacia el campamento del ejército malo. Nadie los puede ver, porque la soberbia los vuelve ciegos a todo lo que se refiere a Dios, y así es como se acercan a los hombres que están encadenados al trono de Satanás, y les hablan al corazón, primero la Virgen y después Jesús, para que se conviertan y se pasen al ejército bueno. A los que aceptan, Jesús y la Virgen los liberan de sus cadenas de hierro, y los llevan al campamento del ejército bueno; a los que no aceptan, los dejan así, para volver después y tratar de convencerlos.
          Esta es la división que viene a traer Jesús: la división dentro del ejército malo, convirtiendo los corazones de los que estaban atadas con cadenas de hierro al trono de Satanás y luchaban contra Dios. Antes eran enemigos de Dios por el pecado; ahora son amigos de Dios por la gracia.
          Esto es lo que Jesús quiere decir cuando dice que "no ha venido a traer la paz, sino la división", porque el cristiano no está en paz con el Demonio; el enemigo del cristiano no es su hermano, sino el Demonio, y Cristo ha venido para hacerle la guerra al Demonio, y por eso dice que "no ha venido a traer la paz".

          Jesús quiere que estemos en paz con Dios y con los hermanos y que, unidos a Él y a la Virgen, con la Cruz y con el Rosario, le hagamos la guerra al Demonio. Jesús ha venido para que dejemos de ser amigos del Demonio y seamos sus enemigos; Jesús ha venido para que, de enemigos de Dios que éramos, nos convirtamos en sus amigos.

sábado, 10 de agosto de 2013

El Evangelio para Niños: Estén preparados porque no saben cuándo llegará Jesús

(Domingo XIX – TO – Ciclo C – 2013)
         En este Evangelio Jesús nos dice que “estemos preparados” como un servidor que espera a su amo, que está por regresar de una fiesta de bodas. Si el amo vuelve a su casa en horas de la madrugada y encuentra a su sirviente que lo está esperando para abrirle la puerta y guardar su ropa, entonces va a estar contento con su sirviente y le aumentará el sueldo, pero si vuelve de la fiesta de bodas y ve que su sirviente está durmiendo, o está tratando mal a los demás, entonces se va a enojar con su sirviente, y no solo no le aumentará el sueldo, sino que lo echará del trabajo. Jesús nos dice que “estemos preparados” como el sirviente bueno, que está con las velas encendidas y con la túnica ceñida esperando la hora de regreso de su amo.
         También nos dice que “estemos preparados” porque “no sabemos ni el día ni la hora en que vendrá Él”.
         ¿Para qué tenemos que estar preparados? Para la muerte, que es el paso de esta vida a la otra. El amo que regresa a la madrugada de una fiesta de bodas, es Jesús, que viene a buscarnos el día de nuestra muerte, el día en que tengamos que pasar de esta vida a la otra. Con la muerte no termina nada, porque seguimos viviendo en la otra vida: la muerte es solamente un umbral que hay que atravesar; es una puerta que se abre hacia la vida eterna.
         ¿Por qué tenemos que estar preparados? Porque, como dice Jesús, no sabemos “ni el día ni la hora” en que vendrá Jesús a buscarnos. Nadie sabe el día en que habrá de pasar de esta vida a la otra, solo Dios lo sabe, y porque no lo sabemos, tenemos que prepararnos.
         ¿Cómo tenemos que prepararnos? Como el sirviente que está con “las velas encendidas” y la “túnica ceñida”: las velas encendidas significan la fe en Jesús Salvador; significa que creemos que Jesús nos salva por su Cruz y por su gracia; significa que creemos que Él está en la Eucaristía, con su Cuerpo lleno de luz y de gloria del cielo; significa que creemos que Él recompensa a los buenos y castiga a los malos: a los buenos, con el cielo, que es alegría para siempre; a los malos, con el infierno, que es dolor para siempre.
         La “túnica ceñida” quiere decir varias cosas: el que tiene túnica ceñida, es porque está despierto y porque está atento y vigilante; es alguien que está en actividad, porque la túnica deja de estar ceñida cuando vamos a dormir, y la actividad que tenemos que tener es nuestra disposición a obrar el bien para con todos; también quiere decir moderación en la comida y también quiere decir castidad, es decir, pureza de cuerpo y alma.
         Jesús nos dice también que “estemos preparados” como un “dueño de casa que sabe a qué hora va a venir el ladrón”: si el dueño de casa sabe a qué hora llega el ladrón, está atento y despierto, no se va a dormir; lo espera detrás de la puerta, para que, antes de que entre el ladrón, él pueda llamar a la policía. Jesús viene como un ladrón, no porque Él sea ladrón –aunque podemos decir que nos roba el amor del corazón y no nos deja nada, porque todo el amor que tenemos se lo lleva Él-, sino porque llega sigiloso, como un ladrón al que nadie escucha ni siente, y al que nadie espera. El día de nuestra muerte será así, llegará de improviso, sin que lo esperemos, y por esto tenemos que estar preparados.

Jesús entonces quiere que nos preparemos para el día en que Él nos venga a buscar para pasar de esta vida a la otra, y vamos a estar preparados si tenemos fe, si estamos en gracia y si obramos el bien con todos. Si estamos preparados como quiere Jesús, ese día, aunque sea un día triste en la tierra, será un día de alegría en el cielo y los ángeles harán fiesta, porque habremos salvado nuestras almas; si estamos preparados como quiere Jesús, ese día comenzaremos a vivir, para siempre, en el Amor de Dios, un Amor que dura para siempre.

sábado, 3 de agosto de 2013

El Evangelio para Niños: Cuidarse de la avaricia y ser ricos en amor a los ojos de Dios



(Domingo XVIII - TO - Ciclo C - 2013)
En este Evangelio, Jesús nos cuenta de un señor que solo pensaba en hacerse rico: lo único que quería en la vida era amontonar más y más cosas. Él tenía graneros y muchas cosas materiales, pero quería tener más y más graneros y más y más cosas materiales porque no estaba satisfecho con lo que tenía. Además, pensaba que iba a vivir muchos años y que iba a poder disfrutar de todos sus bienes. Era una persona muy egoísta, porque no quería compartir con nadie, porque lo quería todo para él. No le importaba que otras personas no tuvieran nada, pero lo peor de todo, es que no le importaba Dios, y no se acordaba nunca de rezarle ni darle gracias por todo lo que tenía. Creía que iba a vivir muchos años, pero Dios le dijo: “Insensato, esta misma noche vas a morir. ¿Y para quién será todo lo que has amontonado?”.
Con esta parábola, Jesús nos quiere hacer ver tres cosas: que por más que tengamos muchos bienes materiales, mucho dinero y mucho oro, no tenemos asegurada la vida, porque no sabemos cuándo vamos a morir, es decir, no sabemos cuándo nos va a llamar Dios ante su Presencia, para preguntarnos cuánto amor tenemos. La entrada en el cielo cuesta cara, pero no se paga con dinero, sino con amor: cuanto más amor tengamos, más rápido entraremos en el cielo. Otra cosa que nos enseña Jesús es que no es bueno ser egoísta y avaro, porque el egoísta y avaro tiene su corazón pegado al dinero y a las cosas de la tierra, y un corazón así, está atrapado y no puede volar al cielo; en cambio, el que despega su corazón del dinero y de las cosas de la tierra, puede elevarse muy pero muy alto, hasta el trono de Dios en los cielos, como cuando uno suelta un globo y el globo sube y sube muy alto, hasta que desaparece de la vista. Compartir nuestras cosas con los que más necesitan, nos ayudan a despegar el corazón de las cosas terrenas. La tercera cosa que nos enseña Jesús, es que no hay que acumular tesoros terrenos, porque no hay que ser ricos a los ojos de los hombres: hay que acumular tesoros espirituales, porque hay que ser rico a los ojos de Dios. ¿Cómo se puede ser rico a los ojos de Dios? Acumulando un tesoro que a Dios le gusta mucho: el amor. Cuanto más amor demos a los demás, más amor le podremos llevar a Dios, y cuando Dios nos vea venir, desde la tierra al cielo, con un gran tesoro, el amor que llevemos en el corazón, entonces Dios nos abrirá de par en par las puertas del cielo, y nos hará entrar, y ahí nos dará amor y más amor, y solo amor y más amor, por toda la eternidad.

No seamos egoístas, compartamos nuestras cosas materiales, demos mucho amor a los que nos rodean, y así entraremos en el cielo para estar para siempre con Jesús, la Virgen, y todos los ángeles y santos de Dios.