Páginas

viernes, 29 de agosto de 2014

El Evangelio para Niños: “El que me quiera seguir que cargue su cruz y me siga”


Jesús Niño con la cruz a cuestas, 
marcha camino del Calvario

(Domingo XXII – TO – Ciclo A – 2014)
En este Evangelio, Jesús nos hace una invitación: nos dice: “Si alguien me quiere seguir, que cargue su cruz y me siga”. Jesús no nos obliga a seguirlo; Él no va mandarnos un ángel para obligarnos a seguirlo; no va a mandar a un ángel para que el ángel nos obligue a que carguemos la cruz y vayamos detrás de Jesús. Jesús dice: “Si alguien quiere seguirme, que cargue su cruz y me siga”; “si alguien quiere”, es decir, Jesús nos dice: “Si alguien me ama, ése cargará su cruz y me seguirá”. Seguir a Jesús no es fácil, porque hay que cargar la cruz y hay que seguirlo por el camino del Calvario, que es un camino difícil de recorrer, porque es un camino en subida, estrecho, con rocas puntiagudas y filosas, con plantas espinosas, y si alguien se cae, se lastima, como Jesús; además, hay que caminar mucho y hay que llegar, junto con Jesús, hasta arriba, para ser crucificados junto con Él, porque solo el que es crucificado junto con Jesús, puede llegar al cielo. Solo la cruz de Jesús es la puerta abierta al cielo; nadie puede ir al cielo, sino es por la cruz de Jesús; nadie puede ir a la Casa del Padre, sino es por la cruz de Jesús; por eso, si no cargamos la cruz y si no lo seguimos a Jesús, por el camino del Calvario, no vamos a poder llegar nunca a la Casa de nuestro Papá del cielo, que es el Papá de Jesús, y que nos espera con los brazos abiertos en el cielo, para darnos nuestra habitación, la que nos tiene preparada en su Casa, que es enorme, y que tiene muchísimas habitaciones, para todos sus hijos, los hombres.

“Si alguien me quiere seguir, que cargue su cruz y me siga”. Así nos dice Jesús en el Evangelio, y así se lo dijo Jesús a Santa Rosa de Lima, una vez que se le apareció: “¡Que nadie se engañe: esta es la única verdadera escala del paraíso, y fuera de la cruz no hay camino por donde se pueda subir al cielo!”. Entonces, si queremos ir al cielo, para estar junto a Jesús para siempre, le pidamos a la Mamá de Jesús, que nos ayude a llevar nuestra cruz, y le pidamos a la Virgen que haga con nosotros lo mismo que hizo con su Hijo Jesús: así como estuvo con Él, acompañándolo y cuidándolo a lo largo de todo el Calvario, y se quedó con Jesús hasta que Él murió en la cruz, le pedimos que así también haga lo mismo con nosotros, para que, muriendo en la cruz con Jesús, resucitemos junto con Él y con Él y con la Virgen vivamos, para siempre, en la Morada Santa, en las habitaciones de la Casa del Padre, que el Padre nos tiene reservadas para los que lo amamos con todas las fuerzas, con todo el ser, con toda el alma, con todo el corazón.

sábado, 23 de agosto de 2014

El Evangelio para Niños: “Tú eres el Papa y sobre Ti edificaré mi Iglesia”


(Domingo XXI – TO – Ciclo A – 2014)
         En este Evangelio, Jesús elige a Pedro como Papa y así Pedro se convierte en el primer Papa de la historia. ¿Qué función tiene el Papa? El Papa tiene la función de ser “el mismo Jesús” en la tierra. Una gran santa, que se llamaba Santa Catalina de Siena, decía que el Papa era “el dulce Cristo en la tierra”. Por eso nosotros podemos decir que, viendo al Papa, es como si viéramos al mismo Jesús en Persona. 
El Papa habla en nombre de Jesús y nos dice, de parte de Jesús, todo lo que tenemos que creer, para poder salvarnos, y sabemos que el Papa no puede equivocarse porque está siempre iluminado por el Espíritu Santo, porque esa es una promesa que le hizo Jesús a Pedro cuando lo eligió (y esa promesa era para Pedro y para todos los Papas que iban a venir, hasta el fin del mundo): “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra, edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no van a triunfar sobre mi Iglesia. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo”.
Esto es lo que se llama “in-fa-li-bi-li-dad”. Parece un trabalenguas, pero no lo es. Quiere decir que el Papa no se equivoca cuando nos habla sobre la fe y sobre cómo debemos comportarnos si queremos ir al cielo, y no se equivoca, porque, como dijimos, está asistido por el Espíritu Santo. Por eso es que nunca, pero nunca, el Príncipe de la mentira, que es el diablo, va a poder engañar al Papa, y nunca, pero nunca, le va a poder hacer decir algo que sea falso, acerca de Jesús. El diablo nunca le va a poder hacer decir al Papa que Jesús no es el Hijo de Dios, o que Jesús no se encarnó en la panza de la Virgen, o que la Virgen no es la Mamá de Jesús, o que Jesús no está en la Eucaristía, porque siempre el Espíritu Santo va a estar al lado del Papa, diciéndole al oído la Verdad acerca de Jesús, y eso es lo que quiere decir: “las puertas del infierno no van a triunfar sobre mi Iglesia”. Además, el Espíritu Santo hace que el Papa nunca se equivoque cuando dice las verdades del Catecismo: una sola fe, la fe en Nuestro Señor Jesucristo; un solo Bautismo, el Bautismo de la Iglesia Católica, y un solo Señor, Nuestro Señor Jesucristo, y eso es lo que quiere decir cuando dice: “lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo”.
Entonces, si nosotros estamos siempre unidos al Papa en la tierra -nuestro Papa actual se llama "Papa Francisco", aunque también tenemos un "Papa emérito" que se llama "Papa Benedicto XVI"-, vamos a estar seguros de que vamos a estar unidos para siempre a Jesús y a la Virgen en el cielo. ¡Amemos mucho al Papa, porque es el “dulce Cristo en la tierra”!

         

sábado, 16 de agosto de 2014

El Evangelio para Niños: “Mujer, ¡Tienes una fe muy grande!”


(Domingo XX –TO – Ciclo A – 2014)
         La Palabra de Dios nos cuenta de una mujer que tenía una hija a la que el demonio la había poseído; esta mujer no pertenecía al Pueblo Elegido, pero lo mismo creía mucho en Jesús, es decir, tenía mucha fe en Jesús. Ella sabía que Jesús tenía el poder de Dios para sacar al diablo del cuerpo de su hija, porque tenía fe en que Jesús era el Hijo de Dios, y por eso fue a pedirle a Jesús por su hija, pidiéndole a los gritos que la ayudara.
         Pero Jesús, que sabía que la mujer tenía una fe muy grande, quería que todos vieran la fe de la mujer, y por eso le hizo una prueba, y no le dio lo que quería ahí nomás, sino que le dijo que Él había venido solo para las ovejitas de Israel, y ella no pertenecía a las ovejitas de Israel. Pero la mujer no se dio por vencida y le dijo con más fe: “Señor, socórreme”. Jesús le hizo otra prueba más fuerte todavía: le dijo que ella era como un perrito, porque la comparó con un perrito, al decirle que no estaba bien darle el pan de los hijos para dárselo a los cachorros; pero la mujer no se sintió ofendida, sino que, con mucha fe –y también con mucha humildad, y también con mucho amor, porque el que tiene fe tiene humildad y amor-, le dijo: “Pero los cachorros comen de las migajas que caen de la mesa de los hijos”. Es decir, a la mujer no le importó que la comparara con un perrito, porque era tanto el amor que le tenía a Jesús, que le bastaba que le diera aunque sea una pequeña muestra de ese amor, mediante el milagro de la curación de su hija, expulsando al demonio que la atormentaba. Entonces Jesús, al ver la fe tan grande de la mujer, se maravilló, y la alabó, diciéndole: “Mujer, ¡qué fe tan grande tienes! Que se cumpla lo que deseas”. Y en ese instante, dice el Evangelio, su hija quedó curada, es decir, el demonio se fue de su cuerpo.

         Así, como la fe de esa mujer cananea, fuerte e inquebrantable, tiene que ser nuestra fe en la Presencia real de Jesús en la Eucaristía. Aunque Jesús no solo no nos conceda lo que le pidamos, sino que, más aun, como a la mujer cananea, parezca ser que nos humilla, nuestra fe en su Presencia en la Eucaristía debe ser sencilla, robusta y firme como una roca. Solo entonces, Jesús nos dirá: “¡Tienes una fe muy grande!” y cumplirá nuestros deseos más profundos –como los de ir al cielo, con nuestros seres queridos, y que también se salven todos los hombres-, como cumplió los deseos de la mujer cananea.

domingo, 10 de agosto de 2014

El Evangelio para Niños: “Quédense tranquilos, Soy Yo, no tengan miedo”


(Domingo XXIX –TO – Ciclo A – 2014)
         El Evangelio de hoy nos cuenta de una vez que Jesús venía caminando sobre el agua, y los amigos de Jesús, que estaban en el barco, cuando lo vieron que venía caminando sobre el agua, se asustaron mucho y comenzaron a gritar, porque creían que era un fantasma. Además, había mucho viento y las olas del mar eran muy altas, y la barca se movía para muchos lados y como entraba mucha agua, parecía que estaban por hundirse.
Entonces Jesús, como veía que sus amigos estaban con mucho miedo, les dijo que se tranquilizaran, que era Él y que no tenían nada de qué temer: “Quédense tranquilos, Soy Yo, no tengan miedo”. Después, Pedro le dijo a Jesús: “Señor, si eres Tú, mándame a ir a tu encuentro sobre el agua”. Y Jesús le dijo que fuera junto a Él: “Ven”. Entonces Pedro comenzó a caminar sobre el agua. Como al principio Pedro tenía mucha fe en Jesús, cuando empezó a caminar en el agua, no se hundió, sino que para Pedro era como caminar en tierra firme, pero después, empezó a sentir el viento, que soplaba muy fuerte –representaba al diablo, que le decía que no creyera en Jesús-, y ahí Pedro empezó a vacilar en su fe en Jesús, y ahí fue cuando comenzó a hundirse, entonces Pedro dio un grito pidiendo auxilio a Jesús: “Señor, sálvame”. Y Jesús, que estaba a su lado, extendió la mano y no dejó que se siguiera hundiendo y le dijo: “Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?”, como diciéndole: “Si Yo estoy a tu lado, ¿por qué gritas como si Yo no estuviera?”. Entonces, Jesús lo hizo subir a la barca a Pedro, sano y salvo, y también Jesús le ordenó al viento y al mar que se calmasen.
Luego, Pedro y los amigos de Jesús, se arrodillaron delante de Jesús y lo adoraron, porque se dieron cuenta que Jesús no era un fantasma, como ellos creían al principio, sino que, iluminados por el Espíritu Santo, supieron que Jesús era el Hombre-Dios, porque solo Dios hecho hombre tenía el poder de hacer todos esos milagros que había hecho Jesús: caminar sobre las aguas, hacer que Pedro caminara sobre las aguas, y calmar al viento y al mar. Esto nos enseña el Evangelio de hoy: Jesús no es un fantasma, sino el Hombre-Dios, y Él está vivo y lleno de la gloria y de la luz de Dios, con su Cuerpo de luz y con su Corazón lleno del Amor de Dios, en la Eucaristía, esperándonos en el sagrario, para que vayamos a visitarlo y a decirle que nosotros, como Pedro y los discípulos, creemos que Él no es un fantasma, sino el Hombre-Dios, que está escondido ahí, en el sagrario, en algo que parece pan, pero ya no es más pan, sino que es la Eucaristía, que es su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad. También nosotros, como Pedro, le decimos a Jesús en la Eucaristía: “Jesús, Tú eres Dios en la Eucaristía, mándame a ir a Ti, porque quiero recibir tu Amor”.

Y al ir a recibir la comunión, no tenemos que dudar de que Jesús es Dios en la Eucaristía, que está ahí para darnos todo su Amor.

sábado, 2 de agosto de 2014

El Evangelio para Niños: Jesús hace aparecer milagrosamente muchos panes y pescados


(Domingo XVIII – TO – Ciclo A – 2014)
         La Biblia nos cuenta que una vez, Jesús estaba curando a mucha gente y como había muchos enfermos, se pasó todo día curándolos, hasta que se hizo de tarde. Entonces, todos empezaron a sentir hambre, porque no habían comido nada en todo el día. Los amigos de Jesús se dieron cuenta que como eran muy, pero muy muchos –unos dicen que eran casi como veinte mil, que quiere decir que eran muchisisisisímos-, y no había casi nada para cocinar, todos se tenían que ir a los pueblos que estaban cerca, para poder comprar algo de comida. Pero Jesús les dijo: “Dénles ustedes de comer”. Y ahí los amigos de Jesús no sabían qué hacer, porque ellos sólo tenían cinco panes y dos pescados; creían que Jesús les decía que tenían que cocinar esos pescados y esos panes para toda esa gente, y se decían unos a otros: “¡Cinco panes y dos pescados no van a alcanzar para tanta gente!”. Pero Jesús, que es Dios, sabía lo que hacía. Tomó los panes y los peces, los bendijo, y como Él era Dios, después de bendecirlos, hizo un milagro: Jesús hizo aparecer un montón de pescados y panes, y les dijo a sus amigos, que se los dieran a la gente, para que comieran. Había tanta cantidad de pescados y panes, que todos comieron “hasta saciarse”, dice el Evangelio, que quiere decir, hasta no querer comer más, y encima sobraron “doce canastas”.
         ¿Y por qué Jesús hizo este milagro? ¿Sólo para darle de comer a toda esa gente?
         No. Jesús no hizo aparecer toda esa cantidad de panes y peces solamente para darle de comer a toda esa cantidad de gente.
Jesús hizo aparecer todo ese montón de pescados y de panes, para hacernos dar cuenta de que Él es Dios, y de que Él tiene el poder de Dios, y por eso puede hacer cosas que sólo Dios, con su poder, puede hacer, como por ejemplo, hacer aparecer un montón de panes y pescados, para dar de comer a muchisisisíma gente.
         Pero también Jesús nos quiere hacer saber que, como Él es Dios, Él puede hacer algo que sólo Dios puede hacer: ¡Él puede convertir el pan y el vino del altar en su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad!

¿Y saben qué? Jesús les da de su poder a sus amigos, los sacerdotes, para que ellos, en su Nombre, en la Misa, conviertan el pan y el vino, en su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad. Y así, los sacerdotes, hacen un milagro más grande que hacer aparecer panes yu pescados y dar de comer a mucha gente, porque, con el poder que les da Jesús, ¡hacen aparecer a Jesús en la Hostia, y alimentan a la gente en la Iglesia, con la Carne del Cordero de Dios y con el Pan de Vida eterna!