Jesús Niño con la cruz a cuestas,
marcha camino del Calvario
(Domingo
XXII – TO – Ciclo A – 2014)
En
este Evangelio, Jesús nos hace una invitación: nos dice: “Si alguien me quiere
seguir, que cargue su cruz y me siga”. Jesús no nos obliga a seguirlo; Él no va
mandarnos un ángel para obligarnos a seguirlo; no va a mandar a un ángel para que
el ángel nos obligue a que carguemos la cruz y vayamos detrás de Jesús. Jesús dice:
“Si alguien quiere seguirme, que
cargue su cruz y me siga”; “si alguien quiere”,
es decir, Jesús nos dice: “Si alguien me
ama, ése cargará su cruz y me seguirá”. Seguir a Jesús no es fácil, porque hay
que cargar la cruz y hay que seguirlo por el camino del Calvario, que es un camino
difícil de recorrer, porque es un camino en subida, estrecho, con rocas
puntiagudas y filosas, con plantas espinosas, y si alguien se cae, se lastima,
como Jesús; además, hay que caminar mucho y hay que llegar, junto con Jesús,
hasta arriba, para ser crucificados junto con Él, porque solo el que es
crucificado junto con Jesús, puede llegar al cielo. Solo la cruz de Jesús es la
puerta abierta al cielo; nadie puede ir al cielo, sino es por la cruz de Jesús;
nadie puede ir a la Casa del Padre, sino es por la cruz de Jesús; por eso, si
no cargamos la cruz y si no lo seguimos a Jesús, por el camino del Calvario, no
vamos a poder llegar nunca a la Casa de nuestro Papá del cielo, que es el Papá
de Jesús, y que nos espera con los brazos abiertos en el cielo, para darnos
nuestra habitación, la que nos tiene preparada en su Casa, que es enorme, y que
tiene muchísimas habitaciones, para todos sus hijos, los hombres.
“Si
alguien me quiere seguir, que cargue su cruz y me siga”. Así nos dice Jesús en
el Evangelio, y así se lo dijo Jesús a Santa Rosa de Lima, una vez que se le
apareció: “¡Que nadie se engañe: esta es la única verdadera escala del paraíso,
y fuera de la cruz no hay camino por donde se pueda subir al cielo!”. Entonces,
si queremos ir al cielo, para estar junto a Jesús para siempre, le pidamos a la
Mamá de Jesús, que nos ayude a llevar nuestra cruz, y le pidamos a la Virgen
que haga con nosotros lo mismo que hizo con su Hijo Jesús: así como estuvo con
Él, acompañándolo y cuidándolo a lo largo de todo el Calvario, y se quedó con
Jesús hasta que Él murió en la cruz, le pedimos que así también haga lo mismo
con nosotros, para que, muriendo en la cruz con Jesús, resucitemos junto con Él
y con Él y con la Virgen vivamos, para siempre, en la Morada Santa, en las
habitaciones de la Casa del Padre, que el Padre nos tiene reservadas para los
que lo amamos con todas las fuerzas, con todo el ser, con toda el alma, con todo
el corazón.