Páginas

viernes, 13 de mayo de 2016

Pentecostés para niños



(Ciclo C - 2016)

         En Pentecostés, Jesús envía el Espíritu Santo sobre su Iglesia, la Virgen y los Apóstoles, reunidos en oración, como dice la Biblia, y también lo envía sobre nosotros: la diferencia es que en la Biblia aparece como lenguas de fuego, en cambio a nosotros, lo envía también, pero invisible, es decir, no se nos va a aparecer como lenguas de fuego; no lo vamos a ver, aunque sí lo vamos a recibir. ¿Y qué va a hacer el Espíritu Santo en nosotros? Para saberlo, tenemos que acordarnos lo que dice San Pablo: "¿No saben que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo?" (cfr. 1 Cor 6, 19). Es decir, el Espíritu Santo, sin que sintamos nada, convertirá nuestros cuerpos en su templo cuando venga a nuestras almas y convertirá también nuestros corazones en altares en donde se adora a Jesús Eucaristía. Entonces, quiere decir que tenemos que pensar que nuestros cuerpos son como este templo en el que estamos celebrando la Santa Misa. Esto quiere decir que lo que podemos hacer en el templo, podemos hacerlo con el cuerpo, y lo que no podemos hacer en el templo, no podemos hacerlo con el cuerpo. Pensemos un poco: ¿estando en Misa, podemos estar hablando de fútbol, de moda, de deportes, de cosas sin importancia? No, entonces, tampoco tenemos que tener pensamientos que nos distraen, en ese templo que es nuestro cuerpo, sobre todo cuando estamos en Misa. ¿Entonaríamos cantos de fútbol, o de cantantes conocidos, dentro del templo? No, entonces, en la Santa Misa, en nuestro cuerpo que es el templo del Espíritu, solo se tienen que escuchar cantos de adoración y de alabanza a Dios. ¿Proyectaríamos en las paredes del templo imágenes de nuestros programas preferidos? No, entonces, solo tenemos que pensar en Jesús y en su sacrificio en la cruz. Si el altar es una parte del cielo, ¿pondríamos sobre el altar algo que no sea la Eucaristía? No, entonces, en ese altar interior que es nuestro corazón, no tenemos que amar y adorar a nadie más que no sea Jesús en la Eucaristía.
         Otra cosa que tenemos que saber es que cuando el Espíritu Santo viene a nuestras almas, quiere encontrarlo todo limpio, luminoso, con mucho amor, y esto sucede cuando estamos en gracia de Dios; así, Jesús Eucaristía puede entrar en nuestras almas, para que Él pueda tener nuestros corazones como su trono real, en donde sea amado, alabado y adorado. Para eso envía Jesús al Espíritu Santo, para convertir nuestros corazones en altares de Jesús Eucaristía y nuestros cuerpos en su templo.
         ¿Con qué más podemos comparar la venida del Espíritu Santo? El Espíritu Santo viene en Pentecostés como fuego, porque es el Fuego del Amor de Dios. Para saber qué hace el Espíritu Santo en nosotros, pensemos que nuestros corazones, sin el Espíritu Santo, son como carbones. ¿Cómo es un carbón? Es negro, frío, y está endurecido. Así son nuestros corazones, sin el Amor de Dios: oscuros, porque no tienen la luz de Dios; fríos y endurecidos, porque no tienen el Amor de Dios y no se compadecen de sus hermanos más necesitados. ¿Qué hace el Espíritu Santo en nuestros corazones? Hace lo mismo que hace el fuego con los carbones: así como el fuego los convierte en brasas incadescentes, que tienen luz, y calor (y también hace lo mismo que hace con el hierro incandescente, que se vuelve blando cuando el fuego lo penetra); así el Espíritu Santo, penetrando con su fuego en nuestros corazones, los transforma en carbones incadescentes, que arden en el Amor de Dios: nuestros corazones se vuelven luminosos, porque tienen la luz de Dios; cálidos, porque tienen el Amor de Dios, y, como el hierro que puede moldearse porque el fuego lo hace blando, así nuestros corazones, cuando están penetrados por el Fuego del Amor de Dios, que es el Espíritu Santo, se vuelve compasivo y misericordioso y se apiada de las miserias y dificultades de nuestros hermanos.

         Otra imagen que podemos recordar es la de una paloma, porque el Espíritu Santo es representado con la imagen de una paloma en el Evangelio. Cuando nuestro corazón está en gracia, se vuelve como un nido de luz y de amor, y entonces la Dulce Paloma del Espíritu Santo va a posarse allí, y desde allí nos da sus dones, sobre todo, el Amor de Dios: cuando una persona ama a todos, incluidos a sus enemigos, cuando pide perdón y perdona, cuando busca la paz y la concordia, cuando busca socorrer a los demás en sus necesidades, entonces en esa persona habita el Espíritu Santo. Pero cuando el corazón no está en gracia, el corazón se vuelve oscuro, como una cueva y, en una cueva, ¿puede hacer nido la Dulce Paloma del Espíritu Santo? No. El Espíritu Santo se va de un corazón así. Y en una cueva, oscura, fría, húmeda, ¿quiénes viven? Las alimañas –arañas, serpientes, alacranes- y animales salvajes, como el oso y el lobo. ¿Cómo queremos que sea nuestro corazón, como un nido de luz y amor, en donde vaya a posarse la Dulce Paloma del Espíritu Santo? ¿O queremos que sea como una cueva oscura y fría, habitada por alimañas y bestias salvajes? Por supuesto que queremos que sea como un nido de luz y de amor; para ello, tenemos que vivir siempre en gracia, confesándonos con frecuencia, perdonando a los que nos hacen mal, y hacer el bien a los más necesitados. Si hacemos así, el Espíritu Santo, como Dulce Paloma, reposará en nuestros corazones, y no se irá nunca de ahí. Para eso envía Jesús al Espíritu Santo en Pentecostés, para que nuestros corazones sean como nidos de luz y de amor en donde repose siempre la Dulce Paloma del Espíritu Santo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario