(Ciclo
A - 2017)
Hoy celebramos la “Fiesta de la Divina Misericordia”. ¿Por
qué la celebramos? Porque Jesús se le apareció una vez a una monjita y le dijo
que quería que el primer domingo después de Pascua, se festejara, en toda la
Iglesia, la Fiesta de la Divina Misericordia.
¿Cómo sucedió eso? Hace muchos años, en un país llamado
“Polonia”, Jesús se le apareció a una monjita, que se llamaba Sor Faustina, y
se le apareció así como lo vemos en la imagen: de pie, con la mano en alto,
bendiciendo, y con dos rayos, uno blanco y otro rojo, saliendo de su Corazón, y
debajo de los pies, había una leyenda que decía: “Jesús en Vos confío”.
¿Por qué Jesús quería que Santa Faustina hiciera pintar un
cuadro y que toda la Iglesia, en todo el mundo, hiciera fiesta por la
Misericordia de Dios? Porque en este día, las compuertas del cielo se abren y
dejan caer, por así decir, millones y millones de toneladas de gracias, sobre
las almas de los pecadores. En el cielo hay fiesta, porque se abren las puertas
del Amor de Dios, que es el Corazón traspasado de Jesús, y es este Amor el que
perdona los pecados de los hombres a través del Sacramento de la confesión,
dejando sus almas limpias y listas para ir al cielo.
Jesús le prometió también a Santa Faustina que al que lo
mirara a Él en la imagen y con mucho amor y fe dijera: “Jesús en Vos confío”, y
se refugiara bajo sus rayos –el blanco, simboliza el agua, que es la gracia que
quita el pecado en el Sacramento de la Confesión, y el rojo, que simboliza la
Sangre, que nos alimenta en la Eucaristía-, Él lo iba a proteger en esta vida y
que después lo iba a llevar al cielo en la otra vida. “Vivir bajo los rayos”
del Corazón traspasado de Jesús, quiere decir confesarnos con frecuencia y
comulgar, con mucho amor, en estado de gracia.
Entonces, por pedido de Jesús, hoy festejamos la Fiesta de la Divina Misericordia en toda la Iglesia, pero en
realidad, la podemos festejar todos los días, y la forma de hacerlo es: confesarnos seguido, recibir a Jesús Eucaristía todas las veces que
podamos, ser misericordiosos con los más necesitados y decir, desde lo más profundo del corazón, todos los días, todo el
día, y con todo el amor del que seamos capaces: “Jesús, en Vos confío”.
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