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sábado, 29 de julio de 2017

El Evangelio para Niños: El Reino de Dios es como un tesoro en un campo


(Domingo XVII - TO - Ciclo A – 2017)

         “El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo…” (Mt 13, 44-52). Jesús compara el Reino de los cielos a un tesoro que está escondido en un campo; también, a una perla de gran valor, y a una red llena de peces valiosos, que después pueden ser vendidos en el mercado por mucho dinero.
         Es como si nosotros fuéramos por el campo y encontráramos un cofre lleno de monedas de oro, o una caja fuerte con mucho dinero; entonces, vamos y vendemos todo lo que tenemos y con la plata que nos dan, nos compramos el campo y así nos ganamos el tesoro.
         ¿Qué es lo que tenemos que vender? No se trata de cosas materiales; no es que tenemos que vender casas, autos, o la mochila que usamos para el colegio. Lo que tenemos que “vender”, es decir, aquello de lo que nos tenemos que desprender para poder entrar en el Reino de los cielos, son todas las cosas malas que tenemos, como por ejemplo, envidia, celos, peleas, mentiras, porque nadie puede entrar en el cielo con todas estas cosas. ¿Dónde vendemos estas cosas? En el confesionario. ¿Y con qué pagamos el campo? Con la gracia que recibimos en la confesión sacramental, y con algo que vale más que todo el mundo y que todos los cielos eternos, y es la Eucaristía.
         Entonces, el campo es la Iglesia, lo que vendemos somos nuestros pecados, y lo que compramos es la vida eterna en el cielo, con la gracia que recibimos en la Confesión y con la Eucaristía, que es el Cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo.
¿Y cómo es el Reino de los cielos? Es algo tan, pero tan hermoso, que ni siquiera podemos imaginarnos cómo es, porque lo que hace hermoso a los cielos, es Dios Uno y Trino, que es infinitamente hermoso. Dicen los santos que cuando el alma ve a Dios, en la otra vida, se queda con la vista fija en Dios, porque es tan hermoso, que no quieren ni desean ninguna otra cosa.
Vendamos lo que tenemos en la Confesión, y compremos el Reino de los cielos con la gracia y la Eucaristía, para que luego de esta vida, gocemos de la visión y la unión con Dios en el Amor, para siempre.


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