(Domingo
XVI – TO – Ciclo A - 2017)
“Un hombre
sembró trigo (...) y su enemigo la cizaña” (Mt
13, 24-43). En esta parábola, Jesús nos cuenta de un campesino que siembra una
buena semilla de trigo. Pero tiene un enemigo que quiere perjudicarlo y par eso
siembra la cizaña, que es una planta parecida al trigo pero que no sirve para
nada, por lo que solo se la usa para hacer fuego. La idea del enemigo era
arruinarle la cosecha al campesino. Los trabajadores del hombre se dan cuenta y
le preguntan si cortan la cizaña, pero el hombre les dice que no, porque si no
así también van a cortar el trigo. Les dice que los dejen crecer juntos y que
cuando llegue el tiempo de la cosecha, entonces sí los cortarán y separarán el
trigo de la cizaña: el trigo, para almacenarlo; la cizaña, para quemarla.
¿Qué
significa esta parábola? Es lo que va a
pasar el Día del Juicio Final y Jesús mismo la explica: “el que siembra la
buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son
los ciudadanos del reino; la cizaña son los partidarios del maligno; el enemigo
que la siembra es el diablo; la cosecha es el fin del tiempo, y los segadores
son los ángeles”.
Con esta parábola, entonces, Jesús nos dice cómo va a ser el
Día del Juicio Final: los buenos, irán al cielo, y los malos, al Infierno.
¿Quiénes son los buenos? Los que aman a Jesús y se acercan a Él, que está en la
Cruz y en la Eucaristía; los que tratan de vivir cumpliendo los Mandamientos de
la Ley de Dios, a los que llevan siempre en la mente y en el corazón; los que
evitan hacer el mal y, si lo hacen, se confiesan en seguida; los que consideran
a la Eucaristía como un Pan exquisito y más rico que cualquier comida del
mundo, porque es el Pan de Vida eterna; los que tratan de cumplir los
Mandamientos de Jesús, que es llevar la cruz todos los días, negarse a sí
mismos y ser mansos y humildes de corazón, como Él; los que aman a la Virgen y
le rezan y se acuerdan de Ella en todo momento.
¿Y
quiénes son los malos, los que se condenarán en el Infierno? Son los que no
cumplen los Mandamientos de la Ley de Dios; son los que no perdonan ni piden
perdón, cuando son ellos los que se equivocaron; son los que no quieren
arrepentirse de sus pecados; son los que no se preocupan por ayudar a sus
hermanos más necesitados; son los que rechazan la Cruz y la Eucaristía; son los
que practican la magia; son los que no creen en el Infierno.
Nadie
caerá en el Infierno sin saberlo ni desearlo; nadie irá al Cielo si no quiere
ir. Cada uno irá al lugar que elija ir, según sean sus obras: si son buenas, al
Cielo; si son malas, al Infierno. Busquemos siempre a Jesús, en la Cruz y en la
Eucaristía; confesemos nuestros pecados en la Confesión Sacramental; seamos
buenos con todos, especialmente con los más necesitados, y así estaremos
seguros de ir al Cielo, junto con Jesús y María.
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