Por regla general, los padres desean siempre lo mejor para
sus hijos. Dentro de eso “mejor” está la educación. Eso lo comprende el Estado,
que hace obligatoria la escolarización desde temprana edad. La educación en el
plano laico y civil es lo que permite que un individuo sea mejor persona, mejor
hijo, mejor ciudadano. Además le permite el día de mañana obtener un mejor
empleo y ganarse la vida, manteniendo su familia.
Pero dentro de lo mejor a lo que deben aspirar los padres
está la educación religiosa y dentro de la religiosa, la Católica. Esto lo
comprende la Iglesia y por eso quiere que los niños se bauticen y hagan
Comunión y Confirmación. Eso los hace hijos de Dios pero además les permite
ganarse el Cielo el día de mañana.
Si los padres descuidan la educación religiosa católica, lo
lamentarán más tarde, porque se perderán sus hijos o en el laicismo ateo o en
la religiosidad irracional de las falsas sectas.
Más del 90% de los niños que reciben la Primera Comunión y la Confirmación, abandonan la Iglesia, cometiendo un pecado que se llama "apostasía", similar al pecado de Judas Iscariote y en este pecado, si bien es personal, porque la decisión última es la del niño o joven, tiene una importante participación el rol de los progenitores, que dejan que el niño o joven "haga lo que quiera" con respecto a la religión.
Se da poca importancia al Catecismo, no se lo tiene en
cuenta y sin embargo es importantísimo, porque permite adquirir las
herramientas para ganar el Cielo.
El mundo en el que vivimos es un mundo rodeado de grandes
peligros para la salvación del alma –uno de esos peligros, por ejemplo, es la ideología
de género; otro peligro, el ocultismo, etc.- y si no se tiene una fe firme y
fuerte, los peligrosos vientos del mundo terminarán por arrebatar a los hijos
de las manos de los padres, así como un viento huracanado arrastra las hojas
secas que han caído del árbol.
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