(Domingo XI - TO - Ciclo B – 2018)
Para que sepamos cómo es el
Reino de Dios, Jesús lo compara con dos semillas: con una semilla de trigo y
con una semilla de mostaza: “El Reino de Dios es como un hombre que echa la
semilla en la tierra (…) el Reino de Dios (…) se parece a un grano de mostaza” (cfr.
Mc 4,26-34). Cuando utiliza la imagen
de la semilla de trigo, describe cómo hace esta semilla para crecer, sin que el
hombre se dé cuenta: cae en tierra, se hunde, recibe agua, luego empieza a
germinar, recibe la luz del sol y finalmente da el fruto, que es la espiga
llena de granos de trigo. Es para que sepamos que el Reino de Dios, que es la
gracia santificante que recibimos por los sacramentos –sobre todo, Eucaristía y
Confesión- crece en nosotros, sin que nos demos cuenta: la semilla de trigo es
la gracia y la tierra es nuestro corazón. Cuando la semilla crece y se
convierte en espiga que da granos de trigo, es cuando la gracia da en nosotros
frutos de santidad: es cuando somos pacientes, caritativos, humildes, etc.
El otro ejemplo que usa es el
de la mostaza: es pequeñita, muy pequeñita, pero crece hasta formarse casi como
un árbol en donde van los pájaros del cielo, para cobijarse en sus ramas. Esa semilla
de mostaza pequeñita es nuestra alma sin la gracia; cuando es grande como un
árbol, es nuestra alma que, por la gracia, se parece a Jesús. ¿Y los pájaros
del cielo? Son tres, son las Tres Divinas Personas de la Santísima Trinidad,
porque cuando un alma está en gracia, las Tres Divinas Personas van a hacer
morada en el corazón del que está en gracia. Le prometamos a Jesús que siempre
vamos a estar en gracia –siempre nos vamos a confesar y a recibir la
Eucaristía- para que el Reino de Dios, que es como una semilla de trigo y como
una semilla de mostaza, crezca siempre en nuestros corazones.
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