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domingo, 3 de junio de 2018

El Evangelio para Niños: Solemnidad de Corpus Christi



(Ciclo B – 2018)

         La Iglesia recuerda hoy un gran milagro eucarístico ocurrido en la Basílica de Santa Cristina en Bolsena, Italia.
         Un sacerdote, Pedro de Praga, tenía dudas de fe acerca de lo que la Iglesia enseña sobre la Eucaristía, de que en la misa, por las palabras que dice el sacerdote “Esto es mi Cuerpo, esta es mi Sangre”, el pan y el vino se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Jesús. Para recibir la gracia de la fe, el sacerdote había hecho una peregrinación hasta Roma, para rezarle a San Pedro y pedirle la gracia de la fe en la Eucaristía.
         Cuando regresaba a su país, Bohemia, pasó por el pueblito de Bolsena y en la Basílica de Santa Cristina celebró la misa, en el año 1264. Después de pronunciar las palabras de la consagración y en el momento en que elevaba la Eucaristía, ésta se transformó en músculo del corazón, que estaba vivo, como si la persona dueña del corazón estuviera ahí. Como estaba vivo, salía mucha sangre, tanta, que manchó el corporal y también el pavimento de mármol.
         El Papa de ese entonces, Urbano IV, mandó que le llevaran el milagro y él mismo salió a recibirlo en persona y cuando estuvo delante del milagro, se arrodilló en acción de gracias y luego él lo llevó en procesión hasta el vecino pueblito de Orvieto. Desde entonces, el Papa ordenó que en toda la Iglesia se celebrara la Solemnidad del Cuerpo y la Sangre del Señor, en recuerdo de ese milagro.
         Pero nosotros tenemos que saber que ese mismo milagro se produce, en cada Santa Misa, de modo invisible, aunque no lo podamos ver con los ojos del cuerpo: después que el sacerdote dice: “Esto es mi Cuerpo, esta es mi Sangre”, el pan y el vino se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Jesús. Por eso no necesitamos que se haga de nuevo el milagro, porque nos basta y sobra que ya haya sucedido una vez, además de que nos basta lo que la Iglesia nos enseña en el Catecismo.
         Cuando vayamos a comulgar la Eucaristía, entonces, recordemos que no comulgamos un poco de pan, sino el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo.

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