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sábado, 3 de diciembre de 2022

Comulgar es abrir el corazón para recibir al Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús

 



(Homilía en ocasión de la Santa Misa de Primeras Comuniones, Villa Regina, Leales)

Si alguien, que no conoce nuestra religión católica, al ver que un católico comulga, diría que la Comunión es nada más que recibir un pedacito de pan sin levadura, de forma circular y de color blanco, que ha sido bendecido en una ceremonia religiosa. Pero el que dice esto, es porque solo ve con los ojos del cuerpo, pero no ve con los ojos del alma, iluminados por la luz de la fe católica. El que tiene los ojos del alma abiertos e iluminados por la luz de la fe, puede “ver”, por así decir, que la Comunión, la Sagrada Eucaristía, no es un pedacito de pan bendecido, sino una Persona, la Segunda Persona de la Trinidad, Jesús, el Hijo de Dios, que bajando del cielo en la consagración, convierte el pan en su Cuerpo y el vino en su Sangre, para quedarse en Persona en la Eucaristía, para que cuando nosotros comulguemos, lo recibamos a Él en Persona.

Por eso, si alguien nos preguntara qué es la Comunión, nosotros, que podemos “ver” con los ojos de la fe católica, fe que hemos recibido en el Bautismo, tendríamos que contestarle que la Comunión es abrir el corazón, purificado previamente por el Sacramento de la Confesión, para recibir a una Persona, a Jesús, que ingresa en nuestros corazones con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad y que, al ingresar, derrama sobre nosotros el Amor de su Sagrado Corazón, el Amor de Dios, el Espíritu Santo.

Esto es así porque en la Santa Misa, cuando el sacerdote extiende las manos sobre el pan y el vino y pronuncia las palabras de la consagración –“Esto es mi Cuerpo, Ésta es mi Sangre”-, Jesús baja desde el cielo y con su poder divino, convierte la substancia del pan en su Cuerpo y convierte la substancia del vino en su Sangre, de manera que antes de la consagración solo hay pan y vino, mientras que después de la consagración ya no hay más pan y vino, sino el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo.

Algo más que debemos tener en cuenta es que la expresión “Primera Comunión” significa “Primera de muchas”, tantas como pueda recibir a lo largo de la vida terrena; no significa “última”, como lamentablemente muchos parecen así creer, porque muchos niños y jóvenes, reciben la Primera Comunión y luego no regresan nunca más a comulgar, no se vuelven a confesar nunca más, no preparan sus corazones para la Comunión y no asisten nunca más a la Santa Misa dominical, con lo cual se privan de recibir al Corazón Eucarístico de Jesús.

El niño o el joven que ame verdaderamente a Jesús, no cometerá este error, porque se dará cuenta que no hay nada más hermoso y grandioso en esta vida, que comulgar, es decir, abrir el corazón para recibir a Jesús Eucaristía, quien a su vez nos dará el Amor de su Sagrado Corazón, el Espíritu Santo.

No cometamos el error de cerrar el corazón, impidiendo el ingreso de Jesús; por el contrario, acudamos cada vez a la Santa Misa, para abrir nuestros corazones, purificados por el Sacramento de la Penitencia, para recibir a Jesús Eucaristía, para adorarlo en nuestros corazones, convertidos en otros tantos altares y para darle, por medio de la Virgen, a cambio de su Corazón Eucarístico, nuestro pobre corazón.

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