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martes, 21 de julio de 2015

Catecismo para Niños de Primera Comunión - Lección 9 – Jesucristo, el Hombre-Dios

Catecismo para Niños de Primera Comunión[1] - Lección 9 – Jesucristo, el Hombre-Dios

         Doctrina

         ¿Quién es Jesucristo? Jesucristo es la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, el Hijo eterno de Dios Padre, que naciendo milagrosamente de la Virgen María, se hizo hombre sin dejar de ser Dios y esa es la razón por la cual es el “Hombre-Dios”. Jesucristo es el Salvador del mundo, el Mesías anunciado en el Antiguo Testamento; en Él se cumplen todas las profecías, siendo el enviado de Dios para redimir a la humanidad y conducirla al Reino de los cielos.
¿Para qué se hizo hombre el Hijo de Dios?
1.     El Hijo de Dios se hizo hombre para redimirnos del pecado, para salvarnos del mundo y de la “condenación eterna” (cfr. Misal Romano, Plegaria Eucarística I) y para donarnos la vida divina de la gracia.
-Para redimirnos del pecado: “Jesucristo vino a este mundo a salvar a los pecadores” (1 Tim 1, 15);  “Recibid el Espíritu Santo (…) a los que perdonen los pecados, les serán perdonados; a los que se los retengan, les serán retenidos” (Jn 20, 23).
-Para salvarnos del mundo y de la condenación eterna: “Jesús ha venido para destruir las obras del demonio” (1 Jn 3, 8); “Id y anunciad el Evangelio a todas las naciones; el que crea y se bautice, se salvará, pero el que se niegue a creer, se condenará” (Mc 16, 16).
-Para donarnos la vida divina de la gracia: “Yo he venido para que las almas tengan vida” (Jn 10, 10); “El que coma de este Pan tendrá vida eterna” (Jn 6, 51).
2. El Hijo de Dios también se hizo hombre para anunciarnos el Reino de      Dios: “El Reino de Dios está cerca; arrepentíos y creed en el Evangelio” (Mc 1, 15). Pero Jesús no solo nos anunció que el Reino de Dios está cerca, sino que nos mostró el Camino para ir hacia ese Reino, que es Él mismo: “Yo Soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14, 6) y nos dio la gracia santificante, que nos permite no solo imitarlo, sino ser como Él: “Aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón” (Mt 11, 29).

         Nota: es muy importante saber que Jesús es una Persona histórica –es decir, que existió real y verdaderamente- y que por lo tanto, NO ES un “invento” de las comunidades primitivas cristianas. Toda su vida está documentada por la Sagrada Escritura –que, en este sentido, es un libro de historia-. Puesto que es un ser real y no ficticio o imaginario, podemos saber acerca de toda su vida, leyendo los Evangelios. Según estos, nació en Belén –que significa “Casa de Pan”- milagrosamente de la Virgen María –que por ese hecho se convirtió en Madre de Dios, sin dejar de ser Virgen-, en tiempos del rey Herodes (Mt 2, 1) y pasó 30 años de vida oculta, pobre y laboriosa, en Nazareth (Lc 3, 23) y durante ellos fue un hijo ejemplar, obediente a sus papás terrenos, San José y la Virgen María, “creciendo en edad, sabiduría y gracia ante Dios y ante los hombres” (Lc 2, 52), en el sentido de que cada día daba más muestras al exterior de la ciencia y virtud divinos que poseía, por ser Él la Segunda Persona de la Trinidad. A los 30 años comenzó su vida pública de predicación, recorriendo los pueblos de Palestina, el actual Israel y confirmando su doctrina -que Él era Dios Hijo-, con milagros: “Si no me creéis a Mí, al menos creed las obras que hago” (Jn 10, 38; Jn 14, 20).


Explicación de las imágenes:


         En esta imagen, vemos a Jesús predicando, como lo dice el Evangelio: “Jesús se compadeció de la gente, porque eran como ovejas sin pastor (…) estuvo enseñándoles un largo rato” (Mc 6, 30-34).  A diferencia de los fariseos y de los doctores de la ley, Jesús cautiva a sus oyentes, porque “habla como quien tiene autoridad”, porque Él es la “Sabiduría de Dios Encarnada”. En la figura, señala con el índice hacia el cielo, indicando que es de donde Él ha venido, e indicando la procedencia de su sabiduría. Sólo Jesús tiene “palabras de vida eterna”, y es la razón por la cual, quienes lo escuchan, como los que aparecen retratados en la escena, quedan profundamente conmovidos, porque la Palabra de Dios llega a lo más profundo del ser del hombre. Todos están atentos a las enseñanzas de Jesús; hacen silencio y se acercan para escuchar la Voz del Verbo que habla con labios humanos; pero no solo los hombres quieren escuchar al Verbo de Dios Encarnado: también los ángeles de Dios, que bajan del cielo, como los dos pequeños querubines, que se acercan sigilosamente para escuchar las enseñanzas de Jesús.
Las principales enseñanzas de Jesús son: que debemos ser “mansos y humildes de corazón como Él” (Mt 11, 29); que debemos amar a Dios y al prójimo y sobre todo, que debemos “amar a los enemigos” (Mt 5, 44); que debemos ser misericordiosos con los más necesitados, si queremos entrar en el Reino de los cielos (Mt 25, 35-45); que debemos alimentarnos de la Eucaristía para tener en nosotros la Vida eterna (Jn 6, 56), etc.

         En esta otra imagen, vemos a un sacerdote enseñando el Catecismo, el cual continúa así la predicación y obra de Jesucristo, pues de Él ha recibido la misión de predicar y enseñar las verdades de la fe y la moral cristianas, además de celebrar la Santa Misa, perdonar los pecados en la Confesión, etc. El que escucha al sacerdote, escucha a Dios.
         Pero no solo el sacerdote puede y debe enseñar el Catecismo, sino todo bautizado que esté capacitado. Con respecto al significado de la enseñanza del Catecismo a los niños, dice San Marcelino Champagnat:




         Práctica: Leeré con frecuencia el Evangelio o Buena Nueva para conocer mejor a Jesucristo y ayudaré a otros a que se enteren del Evangelio, pero sobre todo, trataré de vivir según el Evangelio. Pío XII dijo: “Ningún hogar sin el Evangelio”. Papa Francisco: el Evangelio se resume en esta expresión: “Dios nos ama con amor gratuito y sin límites”.
         Palabra de Dios: “Jesucristo vino a este mundo a salvar a los pecadores” (1 Tim 1, 15). “En esto hemos conocido el amor: en que Él dio su vida por nosotros” (1 Jn 3, 16). “Buscad primero el Reino de Dios y su justicia y todo lo demás se o dará por añadidura” (Mt 6, 33).
         Ejercicios bíblicos: Jn 7, 46; Lc 2, 47; Mc 2, 12; Hch 10, 38.



[1] Adaptado de El Catecismo ilustrado, de P. BENJAMÍN SÁNCHEZ, Apostolado Mariano, Sevilla3 1997.

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