(Domingo XXII – TO – Ciclo B – 2015)
En
este Evangelio, Jesús les dice a los que van a la Iglesia –que en su tiempo se
llamaban “escribas” y “fariseos”- que se han olvidado de los Mandamientos de
Dios. Les dice también que, en vez de cumplir los Mandamientos de Dios, cumplen
los mandamientos de los hombres: “Dejan de lado el Mandamiento de Dios, para
seguir la tradición de los hombres” (cfr. Mc
7, 1-8. 14-15. 21-23).
Es
decir, Jesús les dice, a los escribas y fariseos, que iban todos los días al
templo, que estudiaban la Biblia y la sabían casi toda de memoria, que vestían
con hábitos religiosos, que a pesar de todo esto, se han “olvidado” –“han
dejado de lado”- el Mandamiento de Dios.
¿Cuál
es el “Mandamiento de Dios que los escribas y fariseos han olvidado?
El
primer Mandamiento de la Ley de Dios, que es el más importante, porque el que
los cumple, cumple con toda la Ley, es el que manda a amar por tres veces: a
Dios, al hombre y a uno mismo: “Amarás a Dios por sobre todas las cosas y al
prójimo como a ti mismo”. Es un mandamiento hermoso, que nos manda, no una,
sino tres veces, amar: a Dios, al prójimo y uno mismo.
Pero
este mandamiento no nos manda a amar con cualquier amor; no nos manda amar con
el amor de nuestro corazón, que es muy pobre, muy pequeño y muchas veces
también, egoísta: Jesús nos manda amar con el Amor de su Sagrado Corazón, porque
sólo con ese Amor –que es el Fuego de Amor que envuelve su Sagrado Corazón-
podremos amar a Dios, al prójimo y a nosotros mismos.
Si
no tenemos ese Amor en nuestro corazón, entonces somos como los escribas y
fariseos: venimos a la Iglesia, pero nos olvidamos del Primer Mandamiento, el
Mandamiento más importante, el Mandamiento del Amor.
¿Y
dónde obtenemos ese Amor de Jesús? Lo obtenemos en donde está Jesús: en la Cruz
y en la Eucaristía. Cuanto más acudamos a Jesús en la Cruz y cuanto más vayamos
a visitarlo en el sagrario, más Amor vamos a recibir de Jesús y más Amor vamos
a tener para poder cumplir el Primer Mandamiento.
Los
escribas y los fariseos, a pesar de que estaban todo el día en la Iglesia, se
habían olvidado del Amor de Dios y por eso eran duros de corazón; sino queremos
ser como ellos, entonces vayamos siempre a arrodillarnos a los pies de Jesús crucificado
y a Jesús en el sagrario, para tener siempre en la mente el Primer Mandamiento,
y en el corazón, el Amor de Dios necesario para poder cumplirlo.
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