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sábado, 2 de septiembre de 2017

El Evangelio para Niños: Vigilemos nuestros pensamientos, para que sean siempre santos, como los de Jesús


Domingo XXII - TO - Ciclo A – 2017)

“Vade retro, Satán! Tus pensamientos no son como los de Dios, sino como los de los hombres” (Mt 16, 23). En este Evangelio el protagonista es Pedro, el Primer Papa.
         Cuando Jesús pregunta quién dicen ellos que es Él, Pedro, iluminado por Dios Padre, responde que es el Hijo de Dios. Entonces Jesús lo felicita.
         Pero cuando Jesús les dice que Él, que es el Hijo de Dios, tiene que morir en cruz para luego resucitar y así salvar a los hombres, Pedro se opone a que Jesús muera en cruz. Entonces Jesús le da un reto bien fuerte: “Vade retro, Satán! Tus pensamientos no son como los de Dios, sino como los de los hombres”.
         ¿Qué le pasó a Pedro?
         Lo que le pasó es que primero, cuando aceptó a Jesús como Dios, sus pensamientos habían sido puestos en él por Dios Padre.
         Pero después, cuando rechaza la cruz, sus pensamientos fueron puestos por el Diablo, y es por eso que Jesús no le dice: “Vade retro, Pedro!”, sino “Vade retro, Satanás!”, porque es Satanás, el Diablo, el que no quiere la cruz, porque en la cruz el Diablo fue vencido y nosotros fuimos salvados.
         Así nos puede pasar a nosotros, que en un momento pensamos bien, y cuando el principio, el medio y el fin del pensamiento son buenos, entonces esos pensamientos vienen Dios, como nos enseña San Ignacio de Loyola.
         Pero cuando en nuestros pensamientos hay algo malo, sea en el principio, en el medio o en el fin, entonces en nuestros pensamientos hay algo malo, que nos pertenece, y algo malo, que es del Diablo.
         Cuando pensemos: “No necesito venir a Misa, no necesito confesarme, no necesito comulgar, no necesito rezar, no necesito cumplir los Mandamientos de Dios”, entonces tengamos cuidado, porque esos pensamientos, o vienen de nuestra mente mala, o vienen del Diablo, pero nunca de Dios.

         Y acordémonos del reto que Jesús le dio a Pedro, el Primer Papa.
          Vigilemos nuestros pensamientos, para sean siempre santos, como los de Jesús.

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