Páginas

sábado, 25 de agosto de 2018

El Evangelio para Niños: “Son duras estas palabras”



(Domingo XXII – TO – Ciclo B – 2018)

          “Son duras estas palabras”. Cuando Jesús les dice a sus discípulos que deben “comer su Carne y beber su Sangre”–alimentarse de la Eucaristía- y cuando les dice que deben “cargar la cruz de cada día y seguirlo” –negarse a sí mismos- para ir al Cielo –dejar de pensar en esta vida como si fuera la definitiva- muchos de sus discípulos se molestan con Jesús y lo abandonan, diciéndole: “Son duras estas palabras”.
         ¿Por qué? Porque para comulgar, hay que dejar de estar pensando en los manjares terrenos que alimentan el cuerpo, para desear el alimento celestial que es la Eucaristía y para eso, para poder comulgar, hay que comulgar en estado de gracia, para lo cual hay que confesarse con frecuencia. Para llevar la cruz de cada día, hay que luchar contra las propias pasiones, contra la tendencia a la ira, a la pereza, a la gula, etc., y esa lucha es ardua, árida, porque implica parecerse a Jesús, que es casto, puro, manso y humilde de corazón. Para ir al Reino de los cielos hay que desear ir al Reino y para eso, hay que asumir que algún día hemos de morir y por lo tanto hay dejar de pensar menos en las cosas de este mundo, que son pasajeras, y pensar más en la muerte, en el Juicio Particular, en el Cielo, el Purgatorio y el Infierno y también en el Juicio Final y eso quiere decir dejar de pensar en la comodidad de esta vida y comenzar a desear el Cielo y comenzar a obrar de manera tal de ganar el Reino de los cielos.
         “Son duras estas palabras”. Cuando Jesús hace milagros como multiplicar panes y peces y expulsar demonios, todos lo quieren seguir, incluso lo quieren hacer rey. Pero cuando no hace milagros ni expulsa demonios y dice qué es lo que hay que hacer para ir al cielo –cargar la cruz y seguirlo a Él, combatir contra uno mismo, luchar contra las pasiones, vivir los Diez Mandamientos, alimentarse de la Eucaristía, confesarse con frecuencia, pensar en que esta vida se termina pronto y viene la eterna, pensar que si no morimos en gracia nos condenamos-, entonces, dicen: “son duras estas palabras” y muchos de sus discípulos lo abandonan.
         Pero Pedro no lo abandona: él dice: “¿A quién iremos? Sólo Tú tienes palabras de vida eterna”. Imitemos a Pedro y no a los discípulos que dejan a Jesús, y sigamos a Jesús por el camino de la cruz, alimentándonos de la Eucaristía cada día, para que así lleguemos algún día a la Vida eterna en el Reino de los cielos.

sábado, 18 de agosto de 2018

El Evangelio para Niños: La Eucaristía es verdadera comida y verdadera bebida



(Domingo XX - TO - Ciclo B – 2018)

“Mi carne es verdadera comida, y mi sangre verdadera bebida” (Jn 6, 51-58). Todos nosotros, como seres humanos que somos, pensamos todos los días en qué hemos de comer y en qué hemos de beber. Es lógico, porque tenemos que alimentar el cuerpo: un cuerpo sin alimentación o con una alimentación deficiente, es un cuerpo que se debilita de a poco y puede incluso llegar a morir, si la falta de alimentos se prolonga mucho tiempo. Por eso es importante alimentarnos, es decir, comer y beber, aunque hay que tener en cuenta el dicho que dice: “Hay que comer para vivir y no vivir para comer”. Hay que evitar, en la comida y en la bebida, la glotonería, el comer por comer, lo cual es un pecado de gula.
Pero en la cuestión de la comida también hay que tener en cuenta otra cosa: somos seres humanos, compuestos de cuerpo y alma: al cuerpo, lo alimentamos con alimentos materiales, terrenos, que es la comida que comemos en la mesa todos los días. Ahora bien, si alimentamos el cuerpo, también tenemos que alimentar el alma, pero el alma no se alimenta con alimentos terrenos. Si yo como un trozo de pan, ese trozo de pan alimenta mi cuerpo, pero no mi alma. Si bebo un vaso de agua, el agua calma la sed del cuerpo, pero no la sed del alma.
¿Cómo alimentar el alma?
Jesús nos lo dice: con su Cuerpo y su Sangre y su Cuerpo y su Sangre están en la Eucaristía. Es decir, el alimento del alma es la Eucaristía. Si nos preocupamos por el alimento del cuerpo, mucho más tenemos que ocuparnos del alimento del alma, que es la Eucaristía, el Cuerpo y la Sangre de Jesús. Hay muchos que, lamentablemente, solo alimentan el cuerpo, pero no el alma, porque creen que la Eucaristía es solo un pedacito de pan. Pero la Eucaristía es un pan que solo tiene apariencia de pan, porque es un Pan que es Carne, la Carne del Cordero de Dios. El que se alimenta del Pan de la Misa, que es la Eucaristía, se alimenta con Carne de Cordero, asada en el Fuego del Espíritu Santo, la Carne del Cordero de Dios, Jesús. Y el que se alimenta con la Eucaristía tiene un alma fuerte y llena de luz, porque en la Eucaristía está la vida de Dios, que es vida divina, que da la fortaleza y la luz de Dios a quien se alimenta de ella.
Lamentablemente, hay muchos que descuidan el alimento del alma, que es la Eucaristía, y así sus almas están raquíticas, débiles e incluso muchas almas mueren por la falta del Pan bajado del cielo. No seamos como ellos, alimentemos nuestras almas con el Pan de Vida eterna, que es la Eucaristía, para tener en nuestros corazones la luz y la vida de Dios Uno y Trino.

sábado, 11 de agosto de 2018

El Evangelio para Niños: La Eucaristía parece pan pero es la Carne de Jesús



(Domingo XIX - TO - Ciclo B – 2018)

“El pan que Yo daré es mi carne para la vida del mundo” (Jn 6, 41-51). Cuando Jesús les dice a los judíos que su carne es pan y que el que coma de Él tendrá vida eterna, se escandalizan y piensan que ha perdido la razón, porque creen que Jesús los está invitando a que coman un pedazo de su Cuerpo. También creen que ha perdido la razón cuando les dice que Él ha bajado del cielo: “Yo Soy el Pan Vivo bajado del cielo”. Ellos lo vieron crecer desde chicos, conocen a su papá adoptivo, San José, conocen a su Mamá, la Virgen, conocen a sus primos, y por eso creen que Jesús es de la tierra y ahora, cuando les dice que ha venido del cielo, creen que ha perdido la razón.
         Lo que sucede es que los judíos no entienden las palabras de Jesús porque no tienen al Espíritu Santo en ellos. Solo el Espíritu Santo permite comprender que el Cuerpo de Jesús que hay que comer para tener vida eterna es el Cuerpo que está en la Eucaristía, que es un Cuerpo lleno de la gloria de Dios. La Eucaristía es el cumplimiento de las palabras de Jesús, de que el Pan que Él dará es la Carne para la vida del mundo, porque la Eucaristía parece pan, un pan sin vida, pero en realidad, es la carne del Cordero.
         Una vez sucedió un milagro eucarístico que confirma que la Eucaristía es Carne: un sacerdote, con dudas de fe, al momento de comulgar, le sucedió que la Hostia consagrada se convirtió en un trozo de carne, por lo que tuvo que sacársela de la boca y envolverla en el corporal, que quedó manchado de sangre.
         No hace falta que a nosotros nos suceda lo mismo: sabemos, por la fe, que la Eucaristía parece pan, pero es lo que dice Jesús: es la Carne de Jesús que da la vida eterna al que lo consume con fe, con amor y en estado de gracia.
        

domingo, 5 de agosto de 2018

El Evangelio para Niños: Jesús en la Eucaristía es el Verdadero Pan bajado del cielo




(Domingo XVIII - TO - Ciclo B – 2018)

         Después que Jesús hizo la multiplicación de panes y peces, la gente lo buscaba a Jesús para hacerlo rey, porque les había satisfecho el hambre del cuerpo.
         Pero Jesús no hizo ese milagro para que lo hicieran rey: hizo ese milagro como anticipo del milagro de la misa, donde Él multiplica, en vez de pan material y carne de peces, el Pan de Vida eterna y la Carne del Cordero, que es la Eucaristía. En cada misa, Jesús hace un milagro infinitamente mayor que multiplicar el pan de la tierra y la carne de peces, porque lo que multiplica es el Pan de Vida eterna y la Carne del Cordero, que es la Eucaristía.
Jesús les dice que no tienen que preocuparse por el pan de la tierra: tienen que preocuparse por el Verdadero Maná del cielo, que es Él mismo en la Eucaristía. Los hebreos creían que el maná que habían comido en el desierto era el verdadero maná, pero Jesús les dice que no, que el Verdadero Maná es Él en la Eucaristía.
Por eso les dice que no se preocupen por el pan de la mesa, sino por el Pan de la Misa, que es la Eucaristía.
Y eso mismo nos dice a nosotros: nosotros pensamos que es más importante alimentar el cuerpo y por eso nos preocupamos y estamos pendientes por la comida que vamos a comer, pero Jesús nos dice que no tiene que ser así: nos dice que primero tenemos que preocuparnos por el alimento del alma, que es la Eucaristía y recién después por el alimento de la tierra.
Junto a la gente del Evangelio, que le decía a Jesús: “Señor, danos siempre de ese pan, nosotros le decimos a Jesús: “Jesús, infunde en nosotros un gran amor por la Eucaristía, para que siempre tengamos deseo de alimentarnos del Pan de Vida eterna”.

jueves, 2 de agosto de 2018

Rosario meditado para Niños: Misterios Gozosos



Primer Misterio Gozoso. La Anunciación del Ángel a María.. Mientras la Virgen estaba orando, el Arcángel Gabriel se le apareció para darle la más hermosa noticia que la Virgen podía recibir: Ella había sido elegida por Dios, por su humildad, por su caridad y por su hermosura, para ser la Madre de Dios Hijo encarnado (cfr. Lc 1,26-38). Lejos de ensoberbecerse, la Virgen dijo de sí misma: “He aquí la Esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”. ¡Virgen de la Eucaristía, danos un corazón humilde y lleno de amor como el tuyo, para recibir en él a tu Hijo, Jesús Eucaristía!
Un Padre Nuestro, diez Ave María, un Gloria.
“Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu misericordia”.

Segundo Misterio Gozoso. La Visitación de María a Santa Isabel. Cuando la Virgen se enteró que su prima Isabel había quedado embarazada, y a pesar de que Ella llevaba a Jesús en su panza, emprendió un largo y peligroso viaje para ir a ayudar a su prima, que ya era de edad avanzada (cfr. Lc 1,39-45). Al llegar la Virgen, Isabel se llenó del Espíritu Santo y Juan Bautista saltó de alegría en su seno, al escuchar la voz de la Virgen. Con la Virgen llegan siempre Jesús y el Espíritu Santo y por eso el alma se llena de alegría cuando la Virgen entra en el corazón de una persona. ¡Virgen de la Eucaristía, te abrimos las puertas de nuestros corazones, para que venga a nosotros Jesús y el Espíritu Santo y así nuestros corazones queden repletos con la santa alegría de Dios!
Un Padre Nuestro, diez Ave María, un Gloria.
“Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu misericordia”.

Tercer Misterio Gozoso. El Nacimiento de Jesús. Al llegar a Belén, María, que ya estaba a punto de dar a luz, y José, su esposo legal, no encontraron albergue (cfr. Lc 2,1-7). Las hosterías estaban ocupadas por gente que comía y bailaba, porque decía que no necesitaba de Dios. Estas hosterías, en las que no hay lugar para el Niño Dios, son como las personas que nunca vienen a Misa ni se confiesan, porque no aman a Jesús. En cambio, en el pobre portal de Belén, que era un refugio para el asno y el buey, sí hubo lugar para que allí naciera el Niño Dios. El Portal de Belén es como las personas que aman a Jesús y que lo llevan siempre en sus corazones. ¡Virgen de la Eucaristía, haz que nuestros corazones sean como el pobre Portal de Belén, para que estén siempre alumbrados por la Presencia de Jesús Eucaristía!
Un Padre Nuestro, diez Ave María, un Gloria.
“Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu misericordia”.

Cuarto Misterio Gozoso. La Presentación en el Templo. La Virgen, acompañada por San José, lleva al Niño Dios al templo para consagrarlo a Dios, porque así lo decía la ley de los hebreos (cfr. Lc 2, 22-24). Al llegar, los ancianos Simeón y Ana reconocieron en Jesús a Dios hecho Niño sin dejar de ser Dios, para que los hombres, hechos como niños por la gracia, pudieran entrar en el Reino de los cielos. ¡Virgen de la Eucaristía, haz que siempre seamos como niños por la gracia, para que llevados por ti en tus brazos, entremos en el Reino de Dios!
Un Padre Nuestro, diez Ave María, un Gloria.
“Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu misericordia”.

        Quinto Misterio Gozoso. El Niño Jesús hallado en el Templo. Después de acudir al templo de Jerusalén para festejar la Pascua, cuando Jesús tenía doce años, María y José se disponen a regresar a su hogar (cfr. Lc 2,41-50). Pero cada uno piensa que el Niño está con el otro, de manera que viajan así durante un día, hasta que se dan cuenta que Jesús no está con ellos. Creyendo que se había perdido, lo buscan durante tres días, hasta que lo encuentran en el templo. ¡Virgen de la Eucaristía, ayúdanos para que siempre encontremos a Jesús en el templo, en el sagrario, y nunca nos apartemos de Él!
Un Padre Nuestro, diez Ave María, un Gloria.
“Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu misericordia”.
Un Padre Nuestro, tres Ave María, un Gloria por las intenciones de los Santos Padres Benedicto y Francisco.
Salve.