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lunes, 18 de abril de 2022

Jesús resucitó y está vivo y glorioso en la Eucaristía


 


         Hemos vivido la Semana Santa, en la cual hemos participado de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús.

         ¿Qué quiere decir “resurrección”? ¿Qué importancia tiene para mi vida personal?

         Primero, recordemos lo que pasó el Viernes Santo: Jesús estuvo en la cruz desde las doce del mediodía hasta las tres de la tarde. A las tres de la tarde, como consecuencia de toda la sangre que había perdido a causa de las heridas, y porque ya no podía respirar más porque estaba colgado de la cruz, Jesús murió. Esto quiere decir que su Alma se separó de su Cuerpo; con su Alma, unida a Dios, bajó al Limbo de los justos, para rescatar a los santos del Antiguo Testamento y llevarlos al Cielo y nos abrió las puertas del Reino de los cielos, que estaban cerradas para nosotros por causa del pecado de Adán y Eva. Con su Cuerpo unido a Dios, Jesús quedó en el Santo Sepulcro y ahí nos quedamos nosotros, de rodillas, contemplando lo que pasa. Ahí estaba todo oscuro y todo en silencio. Jesús estaba muerto, tendido en la loza y cubierto con la Sábana Santa. Así pasó todo el Viernes Santo y todo el Sábado Santo. Entonces, el Domingo por la madrugada, a la altura del Corazón de Jesús, comenzó a brillar una luz pequeñita al inicio, pero que se fue haciendo cada vez más grande y comenzó a expandirse por todo el Cuerpo de Jesús; a medida que la luz corría por el Cuerpo de Jesús, volvía a la vida y así, cuando llegó a su Corazón la luz, su Corazón comenzó a latir, con mucha fuerza y ahí fue cuando Jesús, volviendo a la vida, con su Cuerpo lleno de la luz de Dios, se puso de pie en el Santo Sepulcro, venciendo a la muerte, al demonio y al pecado.

         Entonces, si antes en el Santo Sepulcro estaba todo a oscuras y en silencio, ahora estaba todo iluminado, como si hubiera mil soles juntos, porque era la luz de Dios que salía del Cuerpo glorioso de Jesús y si antes estaba todo en  silencio, ahora se escuchaba el latido del Corazón de Jesús, que había vuelto a latir y que se hacía escuchar por todo el Sepulcro. También comenzaron a escucharse cantos de los ángeles de Dios, que se alegraban y le cantaban contentos a Jesús, porque había resucitado.

         Así fue la Resurrección de Jesús: su Cuerpo, que estaba muerto, sin vida, en el Santo Sepulcro, ahora estaba vivo, resplandeciente, luminoso, de pie y es así como está ahora en el Cielo, adonde lo adoran los ángeles y los santos.

         ¿Y cuál es la importancia para mi vida? Es muy importante, porque el mismo Jesús que está resucitado en el Cielo, es el mismo Jesús que está resucitado en la Eucaristía y cuando yo recibo la Eucaristía, recibo la vida de Dios que está en el Corazón de Jesús. Y así, viviendo todavía en esta vida de la tierra, ya empiezo a vivir la vida del Cielo, una vida que es para siempre y en donde no hay tristeza, ni dolor, ni enfermedad, ni muerte, sino alegría y felicidad para siempre. Entonces, si yo quiero vivir en el Cielo para siempre, tengo que recibir a Jesús resucitado en la Eucaristía, hasta el último día de mi vida, para seguir viviendo para siempre en el Cielo.

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