Páginas

sábado, 8 de abril de 2017

El Evangelio para Niños: Domingo de Ramos en la Pasión del Señor


(Ciclo A – 2017)

         El Domingo de Ramos, Jesús entra en Jerusalén, la Ciudad Santa, montado en un borriquillo. Cuando los habitantes de Jerusalén se enteran de que está llegando Jesús, abren las puertas de la ciudad de par en par y, llenos de alegría, salen para encontrarse con Jesús. Muchos extienden sus mantos sobre el suelo, como si fueran alfombras, y casi todos tienen palmas y ramos de olivos en sus manos. Todos los habitantes de Jerusalén habían recibido milagros de parte de Jesús: a unos los había curado de sus enfermedades; a otros los había liberado de los demonios; a otros les había calmado el hambre multiplicando panes y peces; a otros les había resucitado a sus hijos. Todos se acordaban de los milagros hechos por Jesús y por eso estaban agradecidos, lo reconocían como a su Rey y Salvador, le cantaban cánticos de alabanza, y le abrían las puertas de la Ciudad Santa.
         Pero unos días después, el Viernes Santo, los mismos habitantes de Jerusalén, desde los más pequeños hasta los más grandes, cambian del todo con respecto a Jesús: no le cantan, sino que lo insultan; no lo reconocen como Rey, sino que le ponen, para burlarse, una corona de espinas; no lo saludan con palmas y ramos de olivos, sino que le pegan trompadas y patadas. Por último, abren las puertas de la Ciudad Santa, pero no para que entre Jesús, como el Domingo de Ramos, sino para expulsarlo de la Ciudad Santa, para llevarlo al Calvario y ahí darle muerte de cruz.
         Este episodio de la vida de Jesús tiene mucho que ver con nosotros, porque la Ciudad Santa es nuestra alma, en dos momentos distintos: cuando está en gracia y reconoce a Jesús como a su Rey y Salvador y lo hace entrar en su corazón, es la Jerusalén del Domingo de Ramos, pero cuando está en pecado y no reconoce a Jesús como Rey y Señor, sino que lo expulsa de su corazón, es la Jerusalén del Viernes Santo, que expulsa a su Rey para darle muerte de cruz en el Calvario.

         Nosotros podemos elegir, cuál de las dos ciudades queremos que sea nuestra alma: si la del Domingo de Ramos, en la que reconocemos a Jesús como nuestro Rey, o la del Viernes Santo, que expulsa a Jesús porque está en pecado. Le vamos a pedir a nuestra Mamá del cielo, la Virgen, que nos ayude para que nuestra alma sea siempre como la Ciudad Santa de Jerusalén del Domingo de Ramos, para que abramos nuestros corazones de par en par a Jesús Eucaristía, lo entronicemos en nuestro corazón como Rey, le cantemos cánticos de alabanzas, y le digamos que lo queremos amar, en esta vida y por toda la eternidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario