(Homilía en ocasión de una Santa
Misa de Primeras Comuniones)
Recibir
la Sagrada Comunión es lo más hermoso que pueda sucederle a una persona en este
mundo y ahora vamos a ver porqué: cuando vemos la Eucaristía con los ojos del
cuerpo, nos parece que es un pedacito de pan, de forma circular, de color
blanco, no tiene levadura, por eso es aplanado; además, tiene el sabor del pan
y el peso del pan. Eso es lo que nos dicen los ojos del cuerpo: parece un
pedacito de pan. Pero esa no es la realidad, porque la Eucaristía parece pan,
pero no es pan: es Jesús, el Hijo de Dios, que está escondido, oculto, en algo
que tiene apariencia de pan, pero no es pan. En la Eucaristía está Jesús, el Hijo
de Dios y está con su Cuerpo glorioso, lleno de la luz de Dios y de la gloria
de Dios, así como está en el Cielo. Él baja desde el Cielo, en cada Santa Misa,
para quedarse escondido en el Pan del Altar, para que nosotros lo recibamos en
nuestro corazón con fe, con piedad, con devoción y sobre todo con amor, con
mucho amor y esto porque Jesús no baja desde el Cielo por obligación, porque Él
no necesita nada de nosotros: baja desde el Cielo por Amor, para darnos el Amor
de Dios, el Espíritu Santo, en el momento en el que lo recibimos por la
Comunión.
Esto
nos hace dar cuenta que no es lo mismo recibir a Jesús en la Eucaristía, que no
recibirlo: el que lo recibe, como ustedes ahora que van a hacer la Primera
Comunión, recibe de Jesús el Amor de su Sagrado Corazón, el Fuego del Amor de
Dios, el Espíritu Santo. El que no lo recibe a Jesús, porque no quiere venir a
Misa, porque no quiere confesarse –para recibirlo hay que estar confesados, al
menos una vez al año-, el que se aleja de Jesús porque prefiere hacer otras
cosas antes que venir a recibir a Jesús en la Eucaristía, ese se queda sin el
Amor de Dios, sin el Espíritu Santo.
Recibir
la Comunión, entonces, no es comer un pan: es abrir el corazón a Jesús, Hijo de
Dios, que está escondido, oculto, en algo que parece pan, pero no es pan. Para recibir
a Jesús, preparemos el corazón para darle a Jesús todo el amor de nuestro
corazón, porque si Jesús nos da su Amor, hay que responder con amor, como dice
el dicho: “Amor, con amor se paga”.
Vamos
a pedir por ustedes, niños, en esta Misa, la siguiente gracia: que esta Primera
Comunión sea la primera de muchas; que reciban a Jesús por amor y con amor
todas las veces que puedan recibirlo y que no hagan lo mismo que hacen muchos
otros niños, jóvenes y adultos en todo el mundo, que reciben a Jesús Eucaristía
una vez y después no vuelven nunca más a comulgar. Si asisten a Misa los
domingos, para recibir la Sagrada Comunión, vivirán siempre en esta vida con el
Amor de Dios en sus corazones.