Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

Cristo Eucaristía, Luz de la niñez y de la juventud

viernes, 20 de mayo de 2022

En la Santa Misa sucede algo misterioso: Jesús baja del cielo para quedarse en la Eucaristía

 


(Homilía para niños del Ciclo Primario del Colegio La Asunción, Leales, Tucumán, Argentina)

¿Qué sucede en la Santa Misa?

Para saberlo, debemos tener en cuenta que existe una realidad invisible a los ojos del cuerpo, misteriosa, sobre el altar, cuando se celebra la Misa. Necesitamos para eso, no solo usar la imaginación, sino pedirle al Espíritu Santo que nos ilumine la mente y el corazón, así podremos saber qué es lo que pasa en la Santa Misa. Para eso, podemos rezar la siguiente oración: “Espíritu Santo, Espíritu del Padre y del Hijo, ilumina nuestras mentes y corazones, para que veamos a Jesús en la Cruz del Altar”.

Una vez que pedimos la ayuda del Espíritu Santo, tenemos que saber lo siguiente: cuando se celebra la Misa, primero el altar se convierte en una parte del Cielo y segundo, cuando el sacerdote dice las palabras de la consagración sobre el pan y el vino –cuando el sacerdote pone las manos sobre el pan y el cáliz y dice “Esto es mi Cuerpo, Esta es mi Sangre”-, Jesús baja del Cielo, con su cruz y convierte con su poder divino el pan en su Cuerpo y el vino en su Sangre. Por eso, cuando comulgamos, no comulgamos un trocito de pan sin levadura, aunque tenga sabor a pan sin levadura, sino que comulgamos el Corazón de Jesús, que está envuelto en las llamas del Amor de Dios, el Espíritu Santo y cuando el sacerdote bebe del cáliz, no bebe vino, aunque tiene sabor a vino, sino que bebe la Sangre del Corazón de Jesús y con la Sangre de Jesús, bebe el Espíritu Santo.

Otra cosa que tenemos que saber es que en la Misa Jesús hace, invisiblemente, lo mismo que hace en el Calvario: ofrece su Cuerpo en la Eucaristía y derrama su Sangre en el Cáliz y todo esto, sin que sepamos cómo y sin que nos demos cuenta de cómo sucede, porque es algo que Jesús hace de forma invisible, pero sucede realmente. Por eso la Misa es como viajar en el tiempo, es como si nosotros viajáramos a Palestina, en el día del Viernes Santo, o como si Jesús, con su Cruz, viniera hasta nosotros. En la Misa Jesús renueva su sacrificio de la Cruz y por eso debemos estar en Misa como estuvieron la Virgen y San Juan al pie de la Cruz: adorando a Jesús, que por nuestra salvación se ofreció al Padre para morir en la Cruz.

Entonces, cuando participemos de la Santa Misa, pidamos al Espíritu Santo su luz celestial, para que seamos capaces de ver, con los ojos de la fe, lo que pasa sobre el altar: Jesús baja del Cielo para quedarse en la Eucaristía, para que nosotros lo recibamos, con un corazón puro y en gracia y así nuestro corazón se convierta en el Cielo del Rey del Cielo.

jueves, 12 de mayo de 2022

Las Apariciones de Fátima nos enseñan la Adoración Eucarística, el rezo del Rosario y la existencia del Infierno

 



Hay tres cosas que nos enseñan las Apariciones de Fátima: la Presencia de Jesús en la Eucaristía, el rezo del Rosario y la existencia del Infierno.

Nos enseña que Jesús es Dios y está Presente en forma real, verdadera y substancial en la Eucaristía, porque los Pastorcitos relatan que estaban ellos haciendo pastar a las ovejas, cuando sintieron una fuerte ráfaga de viento y vieron una luz muy intensa y fue ahí que apareció, flotando en el aire, una Hostia, de la cual chorreaba sangre y debajo de la Hostia, un Cáliz, también flotando en el aire. La sangre que caía de la Hostia, era recogida en el Cáliz. En ese momento, se apareció un Ángel, que ellos describen como luminoso y como de una edad de unos catorce años; el ángel se colocó delante de la Hostia y el Cáliz y se arrodilló, postrándose con la frente en el suelo y dijo esta oración: “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, os ofrezco el Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, Presente en todos los sagrarios del mundo, en reparación por los ultrajes, sacrilegios e indiferencias, con los cuales Él mismo es continuamente ofendido. Por los infinitos méritos de su Sacratísimo Corazón y los del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pobres pecadores. Amén”. Repitió esta oración por tres veces y luego les dio la Sagrada Comunión a los Pastorcitos, quienes la recibieron de rodillas. Luego les dijo: “Tomad y beber el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, horriblemente ultrajado por los hombres ingratos. Reparad sus crímenes y consolad a vuestro Dios”.

En otra ocasión, estando los niños jugando, se les apareció el Ángel y les dijo: “¿Que estáis haciendo? ¡Tenéis que rezar! ¡Rezar! Los corazones de Jesús y María tienen designios Misericordiosos para vosotros. Debéis ofrecer vuestras oraciones y sacrificios a Dios, el Altísimo. Ofreced constantemente al Altísimo  plegarias y sacrificios. De todo lo que podáis, ofreced un sacrificio en acto de reparación por los pecados con que Él es ofendido y de súplica por la conversión de los pecadores. Atraed así sobre vuestra Patria la paz. Yo soy el Ángel de su Guarda, el Ángel de Portugal. Sobre todo, aceptad y soportad con sumisión el sufrimiento que el Señor os envíe”. En la primera aparición, el Ángel les enseñó esta oración: “Dios mío, yo creo, espero, te adoro y te amo. Te pido perdón por los que no creen, ni esperan, ni te adoran, ni te aman”.

Esto nos enseña, por un lado, que la Hostia consagrada es Jesús y que Jesús es Dios, porque sólo a Dios se debe adorar y el ángel se arrodilló en señal de adoración; nos enseña también que en la Hostia está el Sagrado Corazón Eucarístico de Jesús, que derrama su Sangre sobre nuestras almas cuando comulgamos y, con su Sangre, el Amor de su Corazón, que es el Amor de Dios, el Espíritu Santo.

El Ángel nos enseña lo que nos enseña el Catecismo: que Jesús es Dios Hijo, que está en Persona en la Eucaristía, que nos dona su Corazón en cada Comunión y con su Corazón, el Amor de su Corazón, el Espíritu Santo. Por eso es que debemos recibir a Jesús Eucaristía con el alma limpia por la Confesión y con el corazón lleno de amor agradecido a Jesús.

Otra cosa que nos enseñan las Apariciones de Fátima es el rezo del Santo Rosario: la Virgen pide que lo recemos todos los días y especialmente los días sábados, para pedir perdón por las ofensas que se hacen a los Sagrados Corazones de Jesús y María y también para pedir por la conversión de los pobres pecadores.

La tercera cosa que nos enseñan las Apariciones de Fátima es la existencia del Infierno: los tres Pastorcitos fueron llevados allí por la Virgen y vieron cómo caían en el lago de fuego las almas de los pecadores que morían en pecado mortal, es decir, sin arrepentirse de sus pecados. También la Virgen les dijo que muchos de los que caían en el Infierno, era porque no había nadie que rezara por ellos, por eso es que tenemos que rezar siempre el Rosario, pidiendo por la conversión de los pecadores, para que no caigan en el Infierno y se salven y vayan al Cielo.

Entonces, estas son las tres cosas principales que nos enseñan las Apariciones de la Virgen en Fátima: creer firmemente que Jesús está en Persona en la Eucaristía, adorarlo con el espíritu y con el cuerpo, recibiéndolo de rodillas en la Comunión; rezar el Rosario en desagravio por las ofensas contra el Inmaculado Corazón de María y vivir siempre en gracia, para evitar ir al Infierno y en cambio ir al Cielo, para vivir con Jesús y la Virgen para siempre.